¡Un brindis por Kiko!: así despidieron al sacerdote que bregó por los derechos humanos y el caso Solano
Este fin de semana se produjo la muerte de Enrique Lafforgue, después de una prolongada enfermedad. El dolor de su partida no empañó la gratitud por lo que sembró en Río Negro.
“La muerte no tiene la última palabra, esto es sólo un ‘hasta luego’”, fue la postura de familiares, amigos y compañeros de fe para despedir a quien fue el sacerdote Enrique “Kiko” Lafforgue.
Su último cargo en Río Negro fue el de vicario general en Viedma, el segundo en la línea de conducción del Obispado, pero quienes lo conocieron lo recordarán por haber recorrido la provincia con Esteban Hesayne en plena dictadura, por animar a otros a aplicar lo que se predicaba, por fortalecer el apoyo a la familia de Daniel Solano en Valle Medio cuando denunciaron la corrupción y por otros tantos gestos más.
Nacido en 1947 en Pigüé, provincia de Buenos Aires, este referente tenía 77 años cuando falleció el pasado sábado en esa misma ciudad, a donde había regresado para estar cerca de su familia de origen. En su trayectoria, ejerció el sacerdocio desde 1979 en Viedma y después en Valcheta, pero venía de recibirse de Arquitectura en la Universidad Nacional de La Plata y de estudiar filosofía y teología en Roma. Como no hacía alarde de eso, se enfocó en aprender todo lo que pudo, desde sus años de preparación para el sacerdocio, como seminarista y luego acompañante de Hesayne, que en plena dictadura se propuso recorrer todas las localidades rionegrinas, para unir a los fieles en un sentimiento común.
La apertura de la capilla “Virgen Misionera” en Conesa fue el resultado de ese proyecto, pero le marcó a su vez una forma de ejercer la fe que lo acompañó hasta el final. “He vivido acontecimientos que jamás hubiese imaginado, doy gracias a Dios por eso (…) Tuve la gracia y la suerte de haber estado en todo el proceso (…) eran momentos tan difíciles en lo político social, que esa peregrinación fue un motivo de encuentro, de respiro”, dijo en su momento en una entrevista para RÍO NEGRO. Hesayne fue recordado por interceder para la liberación de detenidos desaparecidos durante el gobierno militar.
Con los años, ya en 1987, “Kiko” siguió aportando desde su lugar como misionero de los “Sagrados Corazones” y en el Instituto Cristífero, creado para la vida consagrada. Mientras tanto acompañó a las familias en los distintos sitios donde se lo convocó, hasta que volvió a Viedma en 2003. Allí se especializó en encabezar retiros donde se las ingeniaba para “comunicar con claridad lo complejo, buscando siempre motivar la reflexión y la mirada crítica, que llevara a repensar la realidad”, lo describió el exsacerdote Cristian Bonín.
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Desde la capital provincial viajó regularmente a Choele Choel, primero como párroco de la Catedral y después ya como vicario, junto al presente obispo, Esteban Laxague, para acompañar a Bonín en la difícil tarea de sostener el reclamo por Daniel Solano, el trabajador golondrina asesinado y desaparecido en el Valle Medio. “Fueron una ayuda constante para que no me gane el desaliento”, reconoció el referente que asistió a la familia del joven salteño. En ese contexto, para muchos no correspondía que los curas se involucraran en sostener denuncias que visibilizaran el avasallamiento, pero avanzaron de todas formas. “‘Kiko’ se posicionó públicamente al respecto, que era algo que no todos los sacerdotes se animaron a hacer”, valoró Bonín.
Con todo ese camino compartido, este fin de semana fueron muchos los que se acercaron hasta la parroquia “Nuestra Señora de Luján”, en Pigüe, para la misa que ofrecieron en su memoria. Después del deceso, que se registró en la mañana del sábado, ese templo estuvo abierto durante varias horas, para los locales y los que viajaron desde Azul, Viedma y Bahía Blanca, los compañeros de universidad y hasta del secundario, junto a otros que encontraron en “Kiko” alguien dispuesto a escuchar, no como confesor, sino como amigo, aunque no se vieran seguido.
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Todos acompañaron a su hermana Teresa y a sus sobrinos en el itinerario hasta el cementerio, donde siguieron saliendo del archivo las anécdotas y los recuerdos, “con el dolor del vacío, porque es irremplazable, pero con la alegría de saber que está en un lugar mejor, donde nos vamos a volver a encontrar”, expresó Bonín. Ahí fue donde un sobrino recordó la idea del brindis en honor a un ser querido, porque el propio Enrique ya la había propuesto en su momento, cuando falleció su propia madre. Por eso todos acordaron en repetirlo una vez más.
En redes definieron a “Kiko” como “un entusiasta”, “un pedagogo para transmitir sus enseñanzas”, ”empático con la realidad y problemáticas de las comunidades y de la sociedad”, “de perfil humilde y discreto”. “Necesitamos más como vos”, le dedicó un allegado. Y el último en sumar su parecer fue el propio obispo Laxague, que también colaboró con el repaso de la biografía de Lafforgue. “Kiko descubrió que la vida era linda cuando la vivía dedicada a los demás, era alguien que sabía mirar la realidad e iluminarla con la Palabra de Dios y que podía mirar las situaciones desde lo alto, sin enmarañarse, para ofrecer un consejo o una posible solución”, concluyó.
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