Tras el golpe de la viudez temprana, Sabrina encontró un refugio en la escritura
Tres años atrás, Walter, el esposo de Sabrina Bzdyl, murió mientras dormía. De pronto, se encontró sola con su hija Esmeralda, de tan solo siete años. Publicó un libro de duelo para niños y es acompañante de personas en situación de duelo y en el fin de sus días.
Tres años atrás, Sabrina Bzdyl sufrió un golpe que cambió su vida para siempre. Su esposo, de solo 33 años, murió mientras dormía. Muerte súbita. Su hija Esmeralda tenía tan solo siete años. La desolación fue tal que costó salir adelante, pero esta abogada de Buenos Aires encontró un refugio en la escritura.
A los tres días de la muerte de Walter, empezó a registrar por escrito todo lo que sentía. La rutina se convirtió en un proceso diario. “Toda mi escritura deja muy en claro este proceso de subas y bajas, estas etapas del duelo, especialmente en la viudez temprana. Era como una terapia”, reconoce esta mujer de 44 años.
Sin saber bien por qué, cada uno de sus escritos los subía a sus estados de WhatsApp. La gente los leía hasta que finalmente, desaparecían. Lo hizo de esta manera hasta que alguien le sugirió abrir una cuenta de Instagram (@unaminadeamor) para subir sus publicaciones.
“¿Por qué Mina? Tiene que ver con mi mejor amiga que vive en Mina Clavero, en Córdoba, y enviudó siete meses antes que yo. Por otro lado, la psicóloga de mi hija trabajaba mucho con literatura y no lográbamos encontrar un libro infantil que abordara el duelo. De pronto, mi hija me dijo: ‘Mami, el libro que no encontramos, escribilo vos’. Ella me marcó el camino”, señala.
Entonces, publicó un cuento para niños sobre el duelo llamado “Mina y las mil mariposas”, que fue presentado en la Feria del Libro y ahora, está próxima a editar otro libro sobre duelo gestacional.
“El cuento habla sobre cómo atravesar este proceso. Está claro que todo acontece después de una muerte. Pero el mensaje es que después de la oscuridad, la luz siempre aparece. Está en uno trabajar para que esa luz aparezca”, describe y en relación al útimo libro, agrega: “Una niña relata la muerte de su hermanito en la panza. Siempre escribo en primera persona, algo muy particular en la escritura para chicos. La historias son relatadas por los chicos que viven la historia. Las cuenta el mismo niño”.
Desde la experiencia propia uno puede aportar un mensaje más espiritual. El que el otro vea que vos lo pudiste sobrellevar también esconde otro mensaje. De esperanza”,
Sabrina Bzdyl, abogada y escritora.
Siempre le gustó escribir. Y lo hace desde que era chica. Además, de ser abogada, es fotógrafa. “El arte siempre estuvo muy pegado a mí”, reconoce.
¿Por qué la escritura como refugio? No lo sabe bien. Pero recuerda que el primer domingo después de la muerte de Walter, una amiga le acercó dos libros. “Fue como si me hubiese señalado el camino. Y realmente fue por ahí”, dice.
Dos meses después, Sabrina estaba realizando cursos de escritura terapéutica. “Siempre escribí mucho en prosa. Con estos cursos, durante la pandemia, me arriesgué a escribir cosas que nunca antes había escrito. Uno va creciendo desde ahí y te vas creyendo capaz de escribir otras cosas”, cuenta.
A través de capacitaciones, obtuve herramientas para acompañar a la persona que está duelando a un ser querido o bien acompañar en el fin de la vida no solo a la persona en tránsito sino también a la familia para prepararse para la muerte”,
Sabrina Bzdyl, abogada y escritora.
En un primer momento, escribir fue un ejercicio de terapia. “Hay cosas que no podés exteriorizar y uno se vuelve para adentro. Se vuelve silencioso. Lo que no podia decirlo, lo transmitía con la escritura. Mucha gente me decía que no sabía cómo acompañarme. Eso me generó querer estudiar y capacitarme para acompañar en duelo”, acota.
Paralelamente, Sabrina se capacitó como acompañante “en duelo y del fin de los días”. La siguen muchas viudas muy jóvenes. “Está tan poco visualizado el tema de viudez a temprana edad que hay un trabajo enorme por hacer”, resumió.
Hoy entiende que escribe no solo a modo de terapia sino también para acompañar. “Trato de sacar de adentro lo que no va, lo que genera un movimiento raro. Lo que queda adentro, te enferma. Siempre es mejor decirlo», opina.
El dolor, señala, no desaparece nunca. Pero se transforma. “Nosotros mismos nos transformamos después de la muerte. El sufrimiento pasa; lo que nos queda es el dolor y uno puede hacer algo con ese dolor ya sea para nosotros mismos o para otros. Yo aspiro a traspasar mi experiencia dejando algo para otros. Es el mayor legado que puedo dejarle a mi hija y a Wal”, concluye.
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