Trabajadoras de casas particulares: el gremio de mujeres más grande y el más invisibilizado
En nuestro país alcanza a alrededor de 1,4 millones de trabajadoras. El 76,8% desarrolla su actividad en la informalidad. Los reclamos no tienen un lugar central en la agenda feminista. Hoy es el día internacional.
El gremio de las trabajadoras de casas particulares, el sindicato de mujeres más grande del país, logró avances en materia de derechos laborales con la Ley 26.844, pero todavía casi el 77 por ciento trabaja en la informalidad y todas ellas se dedican a una labor invisibilizada, como son las tareas de cuidados, cuyos reclamos también faltan en la agenda feminista, remarcaron especialistas y miembros de este sector en el marco del Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar.
La fecha fue instaurada el 30 de marzo de 1988 cuando se celebró el primer Congreso de Trabajadoras del Hogar en la ciudad de Bogotá, Colombia.
En la Argentina, el trabajo doméstico en casas particulares alcanza a alrededor de 1,4 millones de trabajadoras, según la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad (ECETSS) publicada en 2020, y un 76,8% lo hace de manera informal, es decir, sus empleadores no realizan el aporte jubilatorio correspondiente.
«Es un trabajo que representa una de las principales ocupaciones de las mujeres asalariadas de nuestro país. De hecho, es el gremio de mujeres más grande en Argentina. Sin embargo, esa cantidad numérica se contradice con una gran invisibilización«, dijo a Télam la antropóloga social por la Universidad de Buenos Aires, Verónica Casas, quien se aboca a investigar en el Conicet temas vinculados a trabajo, género y cuidados.
Esa invisibilización está ligada a cuestiones de género, raza y clase que atraviesan a este rubro. El 99,3% de las empleadas en este ámbito son mujeres, según la ECETSS, y muchas hacen «malabares» para llegar a fin de mes.
En el caso de María del Carmen que, como tantas otras del ámbito, es jefa de Hogar. Tiene 54 años, cuatro hijos a cargo (dos de 16, un estudiante universitario de 23 y otro joven con discapacidad de 25) y desde los 15 años trabaja de forma remunerada en casas particulares.
Oriunda de la provincia de Jujuy, llegó a la ciudad de Buenos Aires hace 30 años, donde trabajó por un tiempo en una empresa de viajes hasta que en el 2004 despidieron a todas las trabajadoras y volvió a desempeñarse en el trabajo doméstico.
La cultura mira el trabajo doméstico
Actualmente trabaja en este rubro 12 horas semanales, de las cuales cuatro son registradas y el resto las trabaja de manera informal: «Prefiero que sea formal para poder tener en el futuro una jubilación, aunque sé que no es una jubilación digna porque es mínima», señaló a Télam al ser consultada sobre cuál es su preferencia.
«Son mujeres, pobres, de sectores populares, la mayoría marronas o de ascendencia indígena que buscan de algún modo aportar monetariamente a la economía familiar», afirmó a Télam Sandra Hoyos, licenciada en Política Social e investigadora de la Universidad Nacional General Sarmiento.
Hoyos es también activista en la organización que lucha contra el racismo, «Identidad Marrón», y es la primera generación universitaria dentro de su familia, donde las mujeres se han dedicado principalmente al trabajo doméstico, al igual que ella cuando era adolescente.
Para ella, «estas tareas que se desarrollan en el hogar permiten el desarrollo de la vida pero en su mayoría no tienen reconocimiento», e incluso muchas veces son considerados trabajo no calificados.
Tanto las empleadas de casas particulares como las mujeres que realizan tareas domésticas y de cuidado al interior de sus hogares de forma no remunerada se ven afectadas por esta invisibilización dado que «se asume a estas tareas como atributos naturales de las mujeres», agregó la economista feminista Mercedes D’Alessandro.
Esto desemboca, por un lado, en una falta de reconocimiento remunerado del trabajo cotidiano en el hogar y, por otro, en condiciones laborales desfavorables para las empleadas, teniendo en cuenta el alto índice de trabajo no registrado del rubro y los salarios que rondan o están por debajo del salario mínimo vital y móvil.
«Es el sector más informal y con peores salarios de la economía argentina», resumió D’Alessandro, quien anunció que esta semana culminará su labor al frente de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía.
Ley sobre trabajo doméstico
Las especialistas destacan, en tanto, la relevancia de la Ley N° 26.844 que rige «las relaciones laborales que se entablen con los empleados y empleadas por el trabajo que presten en las casas particulares o en el ámbito de la vida familiar».
Sancionada en 2013 bajo el gobierno de Cristina Fernández, la normativa reemplazó un decreto-ley dictado en 1956 durante la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu.
«Ese decreto-ley regulaba el trabajo solo en un universo muy reducido de trabajadoras porque tenían que trabajar más de cuatro días a la semana y más de 4 horas para un solo empleador. Con la ley se amplía este universo y con que se trabaje una hora en una casa ya puede estar registrada. Eso es uno de los principales logros», explicó la antropóloga Casas.
Además, señaló que se incluyeron «cuestiones básicas» como la licencia por maternidad, los seguros por riesgos en el trabajo dado que «son mujeres que ponen el cuerpo de distintas maneras y no contaban con un seguro por cualquier cuestión de salud que les suceda en el trabajo», y sumaron el cobro de aguinaldo y las vacaciones.
Asimismo, para dar respuesta a la alta tasa de trabajo no registrado nació el programa Registradas en septiembre de 2021, con el objetivo de «reducir la informalidad laboral en el sector de trabajadoras de casas particulares y promover su acceso y permanencia al empleo registrado».
Los reclamos pendientes
«Aún hay muchos pendientes», asegura Casas.
«El primer reclamo que tenemos es un aumento al 100% de nuestros salarios. Luego, un bono para todas las trabajadoras, además de que se abra la moratoria para una jubilación para todas las trabajadoras que hoy siguen sin trabajo desde la pandemia», afirmó María del Carmen, que también pertenece a la organización Trabajadoras de Casas Particulares en Lucha.
Y agregó: «Pedimos también asistencia de alimentos, como la Tarjeta Alimentar para todas, ya que muchas tenemos hijos mayores de 14 años. Y, por último, que se reconozca como trabajo insalubre dado que muchas quedan con enfermedades como artrosis, reumatismos, problema en las columnas, las cuales perjudican su calidad de vida».
Este jueves , a las 11, la Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares se reunirá en una sesión plenaria para analizar la evolución de las remuneraciones mínimas para trabajadoras de casas particulares.
Un tema muchas veces ausente en la agenda feminista
Estos reclamos no aparecen muchas veces dentro de la agenda feminista, concuerdan las especialistas.
«Es necesario dejarnos interpelar y ver por qué no hablamos y no están las trabajadoras de casas particulares en el movimiento. Qué es lo que sucede que los feminismos no pueden llegar o interpelar a este sector. Es necesario, también, pensar quiénes son las sujetas del feminismo y qué pasa con determinados sectores que reclaman por un techo de cristal… ¿y el piso de goma?«, cuestiona Sandra Hoyos.
Este colectivo de trabajadoras tiene dificultades para organizarse para reclamar por sus derechos dadas las características del oficio, al ser un trabajo solitario, que demanda muchas horas dispersas y, además, la gran mayoría son jefas de hogar.
Sin embargo, «la pandemia pudo poner sobre la mesa esas desigualdades históricas con mayor visibilidad y crudeza» y proliferaron, así, el surgimiento de organizaciones y acciones políticas para defender sus derechos.
«Es un desafío y una necesidad que el feminismo popular tome este reclamo y sea un tema en la agenda feminista», concluyó la antropóloga Casas.
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