A los 71, Marta cumple su sueño: de Buenos Aires a Bariloche en busca de una nueva vida
Cuando Marta Barbosa conoció Bariloche en 1988, se propuso radicarse en la ciudad una vez que se jubilara. Dejó Montegrande atrás, a sus cuatro hijos ya grandes y empezó de cero.
Allá por 1988 cuando Marta Barbosa se instaló por solo dos meses en Bariloche, junto a su esposo y sus tres hijos, se prometió que algún día volvería a vivir en la ciudad lacustre. Al cumplir 60, logró jubilarse en la empresa donde trabajaba y decidió cumplir su sueño. Hoy con 71 años, no se arrepiente: «Agarré una valija y me lancé a la aventura».
«En el 2014, dejé de trabajar para una prepaga en Buenos Aires y mis cuatro hijos ya eran grandes. De modo que agarré una valija grande donde metí las cosas más importantes para mí y me lancé a la aventura«, sintetiza esta mujer que nació en Montegrande, provincia de Buenos Aires.
Todo comenzó a fines de la década del 80, cuando el esposo de Barbosa debió instalarse un tiemo en Bariloche para administrar el hotel El Trébol. «Se vino él primero y a los dos meses, agarré a mis tres chicos con una frazada, me tomé el tren que, en ese momento tardaba tres días en llegar, y me vine. Fue amor a primera vista«, reconoce.
Cuando la familia debió emprender el regreso porque ya habían designado un nuevo administrador en el hotel, el disgusto fue tal que Marta -que cursaba su cuarto mes de embarazo- perdió a su bebé.
«En ese momento, nos juramos con mi esposo que falleció que volveríamos cuando fuéramos viejitos. En enero del 2014 ya estaba viviendo acá sola. Recuerdo esos primeros años que me revolcaba feliz en la nieve. Era todo un sueño, como meterme en un cuento», admite.
El desembarco en Bariloche se simplificó a partir de una publicación en Facebook en la que Marta contaba su intención de radicarse en Bariloche. Una mujer desconocida ofreció «prestarle» una pieza hasta tanto consiguiera alquiler. En 15 días, Marta había conseguido un monoambiente céntrico que, en ese momento, recuerda, salía 1.500 pesos por mes.
«En seguida, pensé que mi jubilación no iba a alcanzar para pagar el alquiler así que como hacía artesanías (collares, pulseras y llaveros), empecé a buscar dónde ofrecerlas. El problema es que los artesanos son muy celosos así que me costó bastante», recuerda.
Por alguna que otra sugerencia, Marta empezó a ofrecer sus artesanías en Colonia Suiza dos veces a la semana, hasta que los mismos puesteros le dijeron que ya no podría hacerlo. Como no encontraba un sitio disponible, se instaló frente a la Catedral de Bariloche. Las ventas, reconoce, nunca faltaron.
«Me acuerdo mis primeros meses en Bariloche: había días que no tenía para comprar dos huevos hasta que conseguí que me pagaran la zona austral con la jubilación«, acota.
Desde un primer momento en Bariloche, los trabajos variaron. La mujer cuidó casas y también a adultos mayores (recuerda al inmigrante suizo Jorge Ardüser, uno de los empresarios turísticos pioneros, como así también a Eduardo Garrafa, el exintendente de Bariloche destituido por el último golpe militar). Ahora reparte volantes promocionando a los artesanos del Salón Cultural de Usos Múltiples (Scum).
«Siempre me las fui rebuscando. Haciendo de todo un poco. Hoy sigo haciendo eso: si hay que limpiar una casa, lo hago. Y lo más importante: conocí mucha gente amorosa», valora.
Se enorgullece de haber empezado de cero con 60 años. Y afirma una y otra vez que Bariloche es su lugar en el mundo. «Tengo dos hijos en Córdoba y dos en Buenos Aires que quieren que vuelva porque dicen que ya estoy grande. Yo no me voy a ir de este lugar. Vivo en Costa del Sol donde todos los días, puedo mirar el lago Nahuel Huapi por una pequeña ventanita. Son pequeñas cosas que me hacen feliz», concluye.
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