Tanque Monier: agüita fresca para el tren de Neuquén
Fue construido en el Parque Central, en 1902 por Ferrocarriles Sud para abastecer a las locomotoras a vapor. Forma parte del patrimonio histórico de la capital de Neuquén.
Se encuentra al costado del museo Gregorio Álvarez. (FOTO: Archivo Histórico Municipal)
Hoy pasa casi desapercibido, pero en otras épocas fue vital para el desarrollo de las actividades económicas del a incipiente capital del territorio del Neuquén. Estamos hablando del tanque Monier, una mole de hormigón que junto al actual museo Gregorio Álvarez del Parque Central, forma parte del patrimonio histórico de la ciudad.
Fue construido en 1902 por Ferrocarriles Sud, en el lote G, fracción AC, de 7.687 metros cuadrados. La finalidad era contar con un reservorio de agua propio para abastecer a las locomotoras a vapor.
Con una altura de 8 metros y un ancho de circunferencia de 7 metros, el tanque permanece intacto en el Parque Central, al costado del anfiteatro Gato Negro, que antiguamente funcionó como lugar de maniobras para girar de posición las locomotoras.
La ordenanza 9.634 lo declaró patrimonio histórico de la ciudad, al considerar las construcciones del ferrocarril como el origen del centro histórico urbano.
La arquitecta y artista plástica neuquina, Liliana Montes Lefort, realizó en 1998, un relevamiento de los sitios históricos de la capital, entre ellos el tanque Monier. Lo describió como “un cilindro de hormigón, que posee en su parte inferior externa arcadas de medio punto con falsas pilastras, construidas en ladrillo.
Una cornisa de poco relieve divide el cilindro en parte inferior y superior. Su estructura está resuelta por una columna central maciza de hormigón y viga de hierro, cubierta octogonal de chapa de zinc acanalada. Remata el conjunto un pararrayos de hierro”.
El circuito histórico se completa con el museo Gregorio Álvarez. Esas construcciones estuvieron a punto de desaparecer en la década del 80, cuando el Estado pretendía instalar allí un desarrollo inmobiliario de grandes dimensiones. Pero un grupo de artistas plásticos, vecinos e historiadores lograron torcer esa voluntad.
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