Su papá atleta le donó un riñón y viajará a Salta a correr

“Si el de arriba y mi papá dijeron que me tengo que quedar, entonces hay que aprovechar”. Con una sonrisa que lo delata, Javier Monti (45) atraviesa una segunda vida impensada hasta hace un tiempo. Es que cuando fue diagnosticado con la Enfermedad de Berger y los médicos de Neuquén le bajaron las expectativas sobre su pronóstico, era difícil imaginarse en medio de un evento deportivo masivo. Sin embargo, Javier se sobrepuso a todo y hoy disfruta de cada momento con gratitud.

Para entender la historia de Javier es preciso retroceder poco más de 7 años en el calendario. Más precisamente, al momento en que su vida sufrió un quiebre. La Enfermedad de Berger, que afecta al riñón, apareció en su camino como un obstáculo que le fue cerrando puertas de a poco.

Consciente de que debía atacar el problema urgente, Javier se dirigió a Neuquén con la intención de gestionar un trasplante, con su padre como donante. Sin embargo, allí llegó el primer golpe. “Me dijeron que no había expectativas, porque mi padre era muy grande, en aquel momento tenía 57 años. Y me sorprendí porque él estaba intacto, había hecho deporte y se había cuidado toda su vida… así que tuvimos que ir a Buenos Aires”, rememora Javier.

Con sólo 37 años, el roquense dueño de una ferretería que atiende el mismo y padre de dos hijos, enfrentaba una situación delicada. Formaba parte de la lista de espera por un riñón, como las 7.782 personas que necesitan un órgano hoy para salvar su vida. Paso casi 7 años, entre diálisis diarias (primero en casa, luego mediante máquinas por sus defensas) y subibajas emocionales. Pero el destino premió tanto aguante y finalmente, el 6 de septiembre de 2016 en Buenos Aires se realizó el trasplante.

Su padre, maratonista de toda la vida, fue quien donó el riñón. “Debilitó su cuerpo con tal de ayudarme”, explica Javier hoy. Todo salió bien, pero hubo un plus. Es que la donación no fue sólo de órganos: también de vitalidad. Javier se recuperó de a poco y empezó a vincularse al deporte, ese que hacía ocasionalmente previo a la enfermedad pero que hoy asoma como su gran aliado.

“Yo hacía deporte en conjunto únicamente, nunca individual. De a poco me fui acercando a esta disciplina, primero trotando lentamente y ya después pensando en la maratón”, explica el protagonista de la historia. Fue allí que Javier encontró una motivación que generó una retroalimentación, porque en cada paso y en cada progreso, el roquense ve más claro su futuro.

Y si de motivaciones se trata, lo que ocurrió hace dos meses fue quizás un quiebre más en su vida. Es que llegó la invitación para formar parte de los Juegos Argentinos y Latinoamericanos de trasplantados en Salta, un evento que convocará más de 400 deportistas entre el martes y domingo próximo.

Entre risas y modestia, Javier afirma que “esto es un puntapié grande, una motivación para seguir haciendo deporte. Si me lo decían hace un par de años, no lo hubiera creído”.

Desde que se decidió a viajar hizo de todo. Su pareja, familia, amigos, conocidos y la fundación Celebra la Vida –de la que forma parte– lo ayudaron para juntar lo que necesitaba para costearlo. Hicieron varias tandas de empanadas –el último finde repartió 70 docenas–, organizaron eventos de folklore, zumba y también recibió el respaldo tanto del municipio como del gobierno provincial.

Y si bien va a vivir la experiencia, llega con un detrás de escena interesante: después de su trasplante, ya corrió la maratón nocturna de 5 kilómetros en Las Bardas, más la caminata de Roca. Y no sólo tiene los Juegos por delante: también planea competir en los 10 kilómetros de Las Grutas.

Javier se hace cargo de su presente. Admite que después de dos años, se siente preparado para exigirse. Cuenta que entrena con Ernesto Correa y que su lugar preferido para trotar es el Paseo del Bicentenario, donde “el aire es más puro”. No deja de resaltar que el balance entre deporte y dieta es fundamental, pero que además debe ir acompañado de un tópico clave: el equilibrio emocional. “No hablar, callar cosas… todo eso te lleva a descargar por otro lado, el cuerpo se manifiesta. A veces es el hígado, a veces el corazón, y en mi caso el riñón, afirma Monti, dejando en claro que “me enfermé yo sólo”.

Entre tantas responsabilidades que le llegaron con el tiempo, Javier también se encarga de darle difusión al tema de la donación, que no le llegó hasta que no lo tocó de cerca. “A veces pasa que después de los trasplantes la gente se olvida y es momento de tomar conciencia de la importancia de este tema, y que se sepa que no sólo un fallecido puede donar sino también los vivos”, explica. Al mismo tiempo advierte que “desde la ley Justina que se abrió bastante el panorama, hay más posibilidades”.

Su presente es otro. Hoy la vida le sonríe y él le sonríe a la vida, porque entiende que le dieron una chance más. Y piensa en aprovecharla, claro. “Si el de arriba y mi papá dijeron que me tengo que quedar, entonces hay que aprovechar”.

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“Es momento de tomar conciencia de la importancia de este tema, y que se sepa que no sólo un fallecido puede donar”.

Javier Monti, roquense trasplantado que viajará a juegos latinoamericanos.

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