Soy lo que soy

¿Recuerdan esa famosa canción interpretada por Sandra Mihanovich?
Ella lo cantaba a voz fuerte y elocuente, cuando la democracia despertaba de un largo letargo. Los derechos humanos se desperezaban, incluso, aquellos que escandalizaban en ese momento, elegir la sexualidad.


Hoy escucho nuevamente esa canción y suena diferente. Por supuesto, desde mi mirada, mi escucha, mi proceso.


Recuerdo que los más grandes se avergonzaban con ese tema. A mi me sonaba muy lindo. Comprendí desde mi adolescencia un concepto básico: entender dónde podía cantarla sin sentirme juzgada, o etiquetada.


Hoy los chicos dirían, “¿cuál es el problema que piensen que sos homosexual? ¿Qué piensen lo que quieran, cuál es el problema?” Hoy acuerdo, pero no nací en la generación que dice eso. Lo hice en la que los militares soplaban las nucas de los que hablaban. Entre amenazas de bombas en los colegios y con un asesino borracho, que desde la Casa Rosada mandó a miles de adolescentes a morir de hambre y de amor a su patria.


Hoy miro estos adolescentes y me gusta esa desfachatez para responder. También me intriga su proceso.
Los adultos estamos llenos de prejuicios y de mandatos. Muchos nos fuimos despojando en el camino, como quien necesita hacer más liviano su andar. Otros, se quedaron condenados a viejos esquemas y sostienen la queja y el enojo como un estandarte del buen vivir.


Nada está bien o mal si la elección es consciente. Y en esto radica la columna de hoy.

¿Cuánto de protagonistas somos de nuestra vida?


¿Qué hacemos por elección o por convicción?


Reconozco que tengo que ir al supermercado, aunque no me guste. Pero elijo ser madre y en alguna cláusula oculta de letras chicas, estaba.


Mi pregunta va un poco más allá ¿Cuántas relaciones sostenemos por elección, ¿cuántas por miedo al cambio, al fracaso, a la comodidad? Incluso hasta por ineptitud de hacer otra cosa.


¿Qué perdimos por temor a sentirnos expuestos, al qué dirán? ¿Cuántas cosas hacemos sin elegir solo por ser parte de algo? ¿Cuántas cosas compramos sin darnos cuenta que respondemos al consumo masivo?
¿Qué soñamos para nuestra vida? ¿Lo hicimos alguna vez? ¿Eso de proyectar y realizarlo?


Cuando era niña soñaba con los vestidos largos y vivir en un castillo. Cuando crecí me di cuenta que sólo es una ilusión. Los vestidos largos son incómodos y no me dejarían tirarme en el piso para jugar y menos para revolcarme en el pasto con mi perro. Adiós castillo y vestidos largos. ¡Ah! Me olvidaba. Adiós y super adiós a ese príncipe azul estructurado que si lo bajás del caballo no sabe cómo enfrentar a la reina. Besitos y buen viaje.


Entonces…volviendo al hoy. Con un mundo donde las etiquetas se caen y sólo les queda bien a los vinos…¿Qué hacemos de nuestra vida?


Una realidad es que nos vamos a morir. Seremos cenizas o alimentos de gusano. Punto. Lo tenía que decir.


El proceso hasta ese momento es sólo nuestra relación con nosotros mismos y con nuestro entorno.
¿Cuál es? ¿Cómo es? ¿Cómo puedo moldearlo para que se convierta en un castillo interno lleno de posibilidades, de colores con matices, de luces que prenden y apagan a nuestro placer o necesidad?
¿Cómo me muevo en mi entorno?


Soy lo que soy y lo que decido ser. Sería un nuevo tema de hoy.

Laura Collavini

Psicopedagoca

laucollavini@gmail.com


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