De Río Negro a Colombia: Sandra y su «Forcita viajera» hicieron realidad un sueño rodante
Salió de Allen en noviembre y logró su destino hace pocos días. Manejó miles de kilómetros, a veces en condiciones adversas. Viajar sola tiene riesgos pero el miedo no la detuvo.
Más de 80 días manejó miles y miles de kilómetros, visitó pueblos remotos y conoció gente que se volvió amiga. Son las 4 de la tarde en Bucamaranga, dos horas menos que en Argentina y está «bastante caluroso». Sandra habla por teléfono, repasa el viaje y revive el momento en que su sueño se hizo realidad. En noviembre del 2024 había salido de su casa en Allen, en su «Forcita viajera», y en enero de 2025 llegó a Colombia.
Sandra Victoria Kopprio, “con K y dos P”, allense de toda la vida, tiene 54 años y dos hijas de 18 y 24 años. Es gestora del automotor y también piloto privado de avión. A lo largo de su vida siempre se le ocurrieron “cosas locas” y ese fue el motor de esta “locura linda”.
Su compañera de ruta es la “Forcita viajera”, una camioneta Ford F100 con camper arriba y totalmente equipada como una pequeña casa. Sandra, que “se da maña con todo”, le hizo la instalación de luz, gas, agua y hasta le puso paneles solares para ser autosustentable. No es una improvisada, hizo cursos de carpintería, soldadura y electricidad del automotor. Cuando tuvo todo listo salió. Si había tantos rodanteros por el mundo por qué no iba a hacerlo ella.

Desde el principio sabía que viajar sola tenía sus riesgos pero el miedo no la paralizó. “Hay que animarse, no soy ni joven ni vieja y creo que me las banco, estoy en la edad justa. Si no lo hago ahora me voy a arrepentir”, decía durante los preparativos del viaje. Y no se equivocó.
«El día que llegué a la frontera tenía una emoción tremenda, no sabía si reír o si llorar, qué hacer. Decía llegué, al final llegué, cumplí mi objetivo. Todo el mundo me escribía, recibía mensajes todo el tiempo. Estoy más que contenta, más que feliz», cuenta.

«Salí el 1 de noviembre de Allen y llegué a la frontera con Colombia el 22 de enero, estuve 83 días de viaje. Después hasta Bucamaranga fueron 6 días más. Venía por el eje cafetero, por Popayán, paseando y haciendo un poco de recorrido. La verdad es que estoy muy emocionada. Primero, porque no pensé que me las iba a aguantar, que iba a llegar a destino, todavía me falta llegar a Cartagena que era mi destino final. Ya haber llegado hasta acá es un montón», admite.
El viaje desde la Patagonia por Brasil, Perú y Ecuador
En principio, el plan era ir hasta Ushuaia y desde el sur subir hasta el norte pero en Comodoro Rivadavia el viento patagónico la obligó a pegar la vuelta para empezar a subir. Lo bueno es que ahí se unió a unos amigos colombianos que andaban en su camper con quienes terminó compartiendo la travesía. «Veníamos viajando juntos, la pasé bárbaro porque no venía solita del todo en la ruta. Sola sí adentro de la camioneta, manejando muchas horas, cocinando para mí sola, lavando mi ropa pero nos íbamos encontrando en el camino, haciendo paradas, compartiendo cosas o visitando los mismos lugares. No me sentía tan sola», reconoce.

Sandra cruzó a Brasil por Uruguayana, Paso de los Libres, bajó a las playas del Atlántico, fue a Pelotas, a Río Grande, en una embarcación cruzó a San José Do Norte, por la ruta 101 ascendió hasta San Pablo y luego fue por toda la costa hasta Río de Janeiro. Ahí pasó la Navidad después siguió hasta Anapolis, pasó Año Nuevo, después Goiânia ahí y así tranquila y su ritmo fue cruzando el extenso territorio brasileño, sus selvas y sus desiertos también.
No era el plan original pero es el camino, a veces hay que improvisar, buscar otras rutas alternativas y así lo expresa: «La idea mía era seguir hasta Belén, tomar una embarcación por la selva amazónica y salir en Venezuela pero estaba tan mal la situación nos dijeron ‘ni se les ocurra entrar a Venezuela porque van a entrar pero no van a salir’ (por la crisis política, económica y social que se desarrolla durante el gobierno de Nicolás Maduro). Habían tenido problemas varios rodanteros, les habían robado, les habían sacado sus cosas, inclusive el vehículo. Yo dije ni me arriesgo, empiezo a cortar desde Río de Janeiro a Perú, así que atravecé toda la selva amazónica por tierra hasta Perú».

Lo más «heavy»
El momento «más duro» fue después de cruzar la amazonia brasileña, cuando empezó a subir la montaña para cruzar al Pacífico, por la Cordillera de los Andes, a 5.800 m.s.n.m: «Era curva, contracurva, subidas bajadas, caminos angostos, camiones que se te cruzaban, que aparecían de golpe, te apunabas, me parecía que me quedaba sin frenos porque era subir, subir, subir después bajar y bajar y bajar. Era interminable, todo cordillera, un frío, con nieve al pie de la camioneta, tuve todos los climas».
«En las subidas se me perdía el horizonte, yo veía el cielo nada más, no veía ruta, no veía nada. Había momentos que decía no sigo más pero no podés volver atrás. Salió todo bien, aprendí a llevar la camioneta para que no se me dispare. Una cosa es viajar recto y otra cosa, a esa altura, con montaña de un lado y precipicio del otro.
Los amigos del camino y la vuelta a casa
«Encontré muchísima gente. Mis amigos colombianos son de LAMA, una asociación de moteros, y tenían contacto en Perú, Ecuador, Brasil entonces cuando acampaban siempre alquien se acercaba: «no estuve sola, prácticamente siempre acompañada y con buena onda y buena gente. A todo el mundo le llamaba la atención ver a una mujer sola manejando semejante camioneta», se sorprende.

Ahora el regreso será distinto porque el matrimonio de amigos se queda en Colombia «a no ser que me encuentre con alguna otra gente el camino, porque hay muchos rodanteros en las rutas», aclara. «Entrar a las ciudades grandes con la camioneta realmente era un lío, las motos que se te cruzan, los autos, los taxis, era bastante complicado para estacionar también. Voy a tratar de obviar las ciudades grandes, prefiero ir por las ciudades chicas donde además «te ofrecen todo».
“Una no tiene que pensar que es un día más. Al contrario, es un día menos que te queda, si no te perdés el tren, entonces hay que arriesgarse y hacerlo. Después te arreglás, gastás menos que si te quedas en tu casa. Es mágico y hermoso», concluyó.
En pocos días se reencontrará con sus dos hijas. Juntas irán hasta Cartagena de Indias, recorrerán lugares hermosas y pintorescos y después comenzará el regreso. «Están re ansiosas las chicas, ellas vuelven en avión y yo sigo sola», aclara como si hiciera falta.

Más de 80 días manejó miles y miles de kilómetros, visitó pueblos remotos y conoció gente que se volvió amiga. Son las 4 de la tarde en Bucamaranga, dos horas menos que en Argentina y está "bastante caluroso". Sandra habla por teléfono, repasa el viaje y revive el momento en que su sueño se hizo realidad. En noviembre del 2024 había salido de su casa en Allen, en su "Forcita viajera", y en enero de 2025 llegó a Colombia.
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