Regina 100 años: los comienzos de la ciudad en fotos inéditas de Diario RÍO NEGRO

La historia de Villa Regina, a través del sacrificio y el esfuerzo de sus primeros pobladores. Los que hicieron grande a esta comunidad y la posicionan en el mundo.

Los primeros pobladores de Villa Regina, fotografiados por el lente de Diario RÍO NEGRO en 1972.

En 1895, en pleno auge de la expansión del ferrocarril hacia el suroeste de Buenos Aires, el gobierno nacional cedió 15,000 hectáreas de terreno con la condición de permitir el paso de la línea férrea. Esta cesión marcaría el primer paso hacia la transformación de un área despoblada en una próspera comunidad agrícola.

Registro histórico de la visita de inspectores del Banco Hipotecario Nacional a las tierras en producción en 1928. El financiamiento de bancas privadas y organismos intermedios fue fundamental para impulsar el desarrollo frutícola.

La irrigación de estas vastas tierras áridas era un desafío considerable. En 1898, el gobierno argentino encomendó al ingeniero hidráulico César Cipolletti la creación del proyecto de aprovechamiento de las aguas de los ríos Neuquén, Limay, Negro y Colorado.

Fotos: Archivo de Diario RÍO NEGRO | Edith Cabrera.

Cipolletti, conocido por sus notables contribuciones a la ingeniería hidráulica, presentó un plan ambicioso que propuso la construcción de canales para irrigar las tierras, un proyecto que tomó forma en 1907. Su compromiso por atraer inversión extranjera lo llevó incluso a exponer sus ideas en Roma, donde buscó captar el interés de inversores italianos.

Tras la muerte de Cipolletti, en 1923, el ingeniero Felipe Bonoli, uno de sus colaboradores, adquirió 5,000 hectáreas de la finca de Zorilla en nombre de la Compañía Italo-Argentina de Colonización (C.I.A.C.), una empresa que fusionaba capitales públicos y privados. Este acto sentó las bases de lo que pronto se convertiría en la colonia y ciudad de Villa Regina.

Inauguración del canal terciario, en el mes de enero de 1929. La obra del canal principal de riego transformó la matriz productiva de la región Comahue y permitió que hoy, nuestra zona sea una de las mayores productoras de peras y manzanas del mundo.

El capital inicial de la compañía, de 1,4 millones de dólares, fue destinado a la compra de tierras, que luego se ofrecieron en arrendamiento a familias de colonos. Los primeros habitantes fueron principalmente inmigrantes italianos provenientes de regiones como Friuli Venezia Giulia, a quienes se les prometió la oportunidad de construir un futuro próspero. Cuando la llegada de italianos disminuyó, la C.I.A.C. amplió su convocatoria a compatriotas ya radicados en Argentina y a inmigrantes de otras nacionalidades, como polacos y checoslovacos.

Más de 400 familias fueron seleccionadas en Italia y emprendieron un largo viaje hacia Argentina con la esperanza de establecerse en un nuevo hogar y convertirse en propietarios de chacras productivas. El 7 de noviembre de 1924, se fundó oficialmente la colonia bajo el nombre de Regina de Alvear, un tributo a la esposa del entonces presidente argentino Marcelo T. de Alvear.

A los colonos se les entregaron las tierras con un depósito inicial equivalente al 10% del valor total, y la transacción incluía la entrega de chacras aradas, cercadas y provistas de una casa con un porche, baño y pozo. Las condiciones se estipulaban en un contrato que establecía el pago de una hipoteca anual hasta completar la propiedad.

El ambicioso plan de la C.I.A.C. contemplaba el cultivo de alfalfa, la implantación de viñedos y la plantación de frutales. La visión era transformar el paisaje árido en un vergel, rodeado por largas filas de álamos que flanquearían canales y caminos, salpicado de chacras y pequeñas industrias dedicadas a la producción y procesamiento agrícola, incluyendo bodegas para la elaboración de vino.

En el medio de la aridez patagónica, los primeros pobladores se enfrentaban todos los días con fuertes temporales de viento que borraban el trabajo realizado durante el día. Costó muchos años transformar la tierra y que sea fertil y productiva como lo es hoy.

Sin embargo, los primeros años de la colonia trajeron desafíos imprevistos. Problemas sanitarios como la propagación de la malaria, la salinidad del suelo que dificultaba el cultivo, y la falta de una red eficaz de comercialización de productos, erosionaron las esperanzas de los colonos. La crisis económica de 1929 empeoró aún más la situación, llevando a muchos agricultores a enfrentar una grave precariedad y la posibilidad de perder todo lo que habían invertido.

La compañía, presionada por la situación financiera, optó por hipotecar las chacras y ceder los créditos a las entidades financieras. Los bancos, encabezados por la Banca di Roma y la Banca Commerciale Italiana, iniciaron un proceso de recuperación de deudas que implicó desalojos y subastas de tierras. Las altas tasas de interés de las hipotecas y la crisis global empujaron a muchas familias al borde de la ruina, forzándolas a vender lo poco que les quedaba.

En medio de la desesperación, los colonos apelaron al gobierno italiano, solicitando la intervención en 1934. Sin embargo, sus peticiones fueron ignoradas, y la compañía continuó ejecutando hipotecas y vendiendo las chacras en subastas. La presión social fue en aumento, y pronto las protestas amenazaron con escalar a disturbios. La iglesia argentina, a través del obispo salesiano Nicolás Esandi, tomó un papel activo en la defensa de los colonos. Esandi intercedió ante las autoridades gubernamentales y buscó mediar con la compañía para evitar un estallido social que pudiera derivar en violencia.

En diciembre de 1950, después de más de dos décadas de lucha, se entregaron los títulos de propiedad a los colonos, marcando el fin de una era de incertidumbre y sacrificio. Las chacras que alguna vez simbolizaron una promesa rota de prosperidad se convirtieron en la base de un floreciente sector agroindustrial, que llevó el nombre de Villa Regina a distintas partes del mundo.

Así, la historia de Villa Regina es mucho más que la fundación de una colonia; es un testimonio de la perseverancia y la capacidad de los inmigrantes para forjar una vida mejor, enfrentando adversidades y luchando por sus derechos. Hoy, las chacras de la región siguen siendo un símbolo de trabajo arduo y de la determinación que permitió convertir un sueño en realidad, con la posibilidad de seguir afianzando futuro.

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