Qué es la Anomalía Magnética del Atlántico Sur que descubrió la NASA y afecta a Argentina
Una grieta invisible en la defensa del planeta: por qué los científicos siguen de cerca esta extraña debilidad del campo magnético sobre Sudamérica.

En la extensión gigante que cubre parte del Atlántico Sur y Sudamérica, un fenómeno inquietante capta desde hace décadas la atención de geofísicos y expertos en clima espacial: la Anomalía Magnética del Atlántico Sur (AMAS). A simple vista, en el suelo argentino todo parece estar en orden. Pero a cientos de kilómetros sobre nuestras cabezas, algo no lo está.
Se trata de una zona en la que el escudo magnético natural de la Tierra, ese campo invisible que nos protege de la radiación cósmica, se debilita de manera notoria.
Este descenso en la intensidad magnética fue identificado por primera vez en la década de 1950, y desde entonces las agencias espaciales, entre ellas la NASA, lo monitorean con preocupación. La razón es simple: allí, los satélites y otros instrumentos en órbita están mucho más expuestos a los embates del espacio.
Según un reciente informe conjunto del National Centers for Environmental Information (NCEI) y el British Geological Survey (BGS), durante 2023 la AMAS no solo redujo aún más su intensidad, sino que además se desplazó unos 20 kilómetros hacia el oeste. Argentina, Brasil y otras naciones del cono sur están dentro de la zona afectada.
Un problema sobre nuestras cabezas, no bajo nuestros pies
La AMAS no genera efectos directos en la salud de las personas, ni altera la vida cotidiana en la superficie, no se siente ni se ve. No hay síntomas físicos ni señales visibles que indiquen su presencia. Pero en el espacio, donde operan satélites, telescopios y estaciones espaciales, es un verdadero campo minado magnético.

En esa zona, los instrumentos electrónicos de los satélites son más vulnerables a la radiación solar y cósmica. Esto puede generar fallas temporales o daños permanentes. Algunas misiones espaciales incluso han tenido que apagar sus sistemas cuando sobrevolaban la anomalía para evitar cortocircuitos.
Además, interfiere en la propagación de las ondas de radio. Esto puede complicar las comunicaciones satelitales, las transmisiones por GPS y, en casos extremos, afectar infraestructuras globales como las telecomunicaciones o la navegación aérea.
Un rompecabezas geofísico sin resolver
Pero ¿por qué ocurre esta anomalía justo aquí? Las respuestas, por ahora, son parciales. Los estudios más recientes apuntan a movimientos irregulares en el núcleo externo de la Tierra, una capa de metales líquidos que genera el campo magnético global, como la causa probable. Este flujo, lejos de ser uniforme, presenta remolinos y desplazamientos que alteran la intensidad del campo en distintas regiones.
Uno de los hallazgos más intrigantes de los últimos años es que la AMAS no solo se ha intensificado, sino que podría estar dividiéndose en dos áreas separadas. Este “desdoblamiento” plantea nuevos desafíos: podría generar más irregularidades, hacer que la región afectada se expanda o incluso desencadenar otras anomalías similares en el futuro.
Lo cierto es que este fenómeno sigue siendo, en gran medida, un misterio. Y aunque no represente una amenaza inmediata para la población, su impacto en la infraestructura espacial global lo convierte en un asunto prioritario para la ciencia y la tecnología.
En Argentina, la autoridad responsable de las investigaciones y políticas espaciales es la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), la agencia estatal que colabora con organismos internacionales y lleva adelante misiones científicas de observación de la Tierra.
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