Preocupados por el hambre, dos nenes de 7 y 16 años buscaron una salida en Cipolletti

Son hermanos e incentivaron una olla popular por la falta de comida en su barrio. Fue luego de ver un video en las redes. Cocinaron para 100 personas en un dispositivo comunitario.  

En el Mes de las Infancias, a muchos niños y niñas de la región más que juguetes, les falta comida. Juanito lo sabe. Él va a segundo grado en la escuela del barrio Anahí Mapu de Cipolletti. Tiene 7 años y lo que más le gusta hacer es jugar y hacer la tarea, pero hubo algo que You Tube le quedó grabado en la mente. Su hermano Benjamín de 16 años, lo ayudó a entender.  

En el video había nenes como ellos, pero en situación de calle. Por un lado eran asistidos con bandejas de comida, mientras que otros, derrochaban alimentos. Para los chicos, fue un impacto. Quizás por las carencias que ellos mismos viven o la mera identificación; se les ocurrió replicar el buen gesto en su barrio.  

Ellos viven en el Anahí Mapu y son parte de los usuarios de la Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario (CAAC) de la ONG «Ni Un Pibe Menos por La Droga» en el barrio 4 de agosto, a través de su mamá, quien trabaja en el merendero de ese dispositivo.  

“Me pareció lindo que a la gente en busca de comida le repartamos con bandejita y pan”, contó Benja, de 16 años, protagonista de un miércoles distinto, en el que la “casita” se llenó. Desde las 8:30 empezaron a cocinar un guiso y a las 12:30 del mediodía ya estaban entregando las viandas a los vecinos.

Desde la CAAC decidieron hacer realidad la idea de los nenes y lanzar una jornada que apele a la denuncia, pero también a la solidaridad abriendo aún más las puertas de su habitual comedor con una “olla popular” ayer 14 de agosto: terminaron cocinando para 100 personas.  

Benjamín, entregando viandas a familias. Foto: Florencia Salto.

“La salida es colectiva”, se repiten quienes trabajan en los barrios cada vez que sienten la satisfacción de haber vaciado por completo una olla y haber llenado un centenar de panzas vacías

Acá hay niños que vienen que no comen en su casa», contó Celeste, hermana mayor de los chicos, con su bebé de cinco meses en brazos. “La situación del barrio es complicada porque hay mucha gente que pasa hambre y frío”, contó la joven. 

Benja y Juanito, con una de las cocineras. Foto: Florencia Salto.
Manos a la obra con el pan para la olla popular. Foto: Florencia Salto.

Hasta la propia Unicef Argentina reveló la alarmante situación el martes pasado: cada día, 1 millón de niños, niñas y adolescentes menores de 18 años se van a dormir sin cenar en el país; 1,5 millones se saltean alguna comida a lo largo del día y 10 millones comen menos carne y lácteos que el año pasado por falta de recursos.

Ante este panorama, con datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, Unicef lanzó la campaña “El hambre no tiene final feliz” que tiene como objetivo alertar sobre la pobreza a la que se enfrentan los más chicos argentinos desde hace décadas.  

Dato

1 millón
de niños, niñas y adolescentes menores de 18 años se van a dormir sin cenar en el país, según Unicef.

“No llegó un solo paquete de fideos” 


La olla popular se organizó a pulmón y con los alimentos que pudieron autogestionarse o conseguir donados. Desde la organización, denunciaron la falta de asistencia del Estado en todos sus niveles, que restringe la ayuda alimentaria a comedores y merenderos desde diciembre en un contexto de escalada de precios.  

En plena entrega de un guiso a pulmón. Foto: Florencia Salto.

“El hambre es un crimen (…) la ministra Sandra Pettovelo del Ministerio de Capital Humano no ha entregado ni un solo paquete de fideos a comedores y merenderos a pesar de la orden de la justicia. Tenemos el agravante de que el gobierno provincial de Weretilneck y el municipal, tampoco entregan alimentos”, aseguró Belén Villegas, coordinadora del dispositivo dependiente de Sedronar. 

Un lugar para la prevención y construir futuro 


La “casita” como le llaman al dispositivo CAAC funciona desde 2021, primero en el barrio 2 de febrero y este año se mudaron al 4 de agosto, a pocas cuadras de la primera sede, en Calle A Los Gorriones 1749 lote 7.  

“Los pibes vienen para desayunar, almorzar y merendar. Hay otra salida, la esquina no es un destino y peleamos por mejores condiciones de vida”, aseguró Belén, la referente del espacio. Tienen como objetivo central realizar prevención, atención y acompañamiento de personas en situación de consumo con un equipo terapéutico y de profesionales.  

Ropero comunitario en el barrio. Foto: Florencia Salto.

Especialmente para niños, cuentan con Apoyo Escolar y el Taller de Infancias que funciona hace tres años. “Hemos podido ver crecer a un montón de pibes y pibas que con el paso del tiempo han empezado a cumplir otro rol, de referencia para esos pequeños jóvenes que nos conocen desde que arrancamos», resaltó la coordinadora.  

Además, trabajan con talleres, capacitaciones de oficio, como el Taller de Peluquería, Cocina para Emprender. “Muchas mujeres vienen a capacitarse con el objetivo de poder cambiar su realidad, poder llevar comida a su casa y también vienen siendo espacios de contención”, contó Belén.  

Usuarias y operadoras en el roperito. Foto: Florencia Salto.

Pronto, empezarán con el Taller de Tejido como una forma de armar redes entre mujeres, que son las primeras que se acercan para consultar ya sea situaciones difíciles de vida o la violencia de género.  

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