¿Por qué nos gustan las películas de terror y las casas embrujadas?
Dos investigadores se interesaron en explorar por qué este tipo de atracciones hacen sentir bien a muchas personas y encontraron una sorprendente similitud al efecto que genera el mindfulness en el cerebro.
¿Qué tienen de cautivante las películas, los libros, las atracciones y los juegos de terror? La investigadora en sociología Margee Kerr ha buscado la respuesta a esta pregunta durante varios años, ya que “simplemente por diversión” no le resultaba convincente. De hecho, tras estudiar el tema encontró que la clave es que estas actividades generan un efecto similar al de la atención plena en el cerebro: «apagan» los pensamientos por un momento, lo que nos hace sentir mejor inmediatamente después.
“Se trata de algo más que el ‘subidón natural’ o la descarga de adrenalina que muchos describen; y de hecho, cuando estás asustado, el cuerpo aumenta no sólo la adrenalina sino también una multitud de químicos que aseguran que el cuerpo esté alimentado y listo para responder. Esta respuesta de ‘lucha o huida’ a la amenaza ha ayudado a mantener vivos a los humanos durante milenios”, introduce la investigadora en un artículo de PsyPost.
La socióloga se unió al neurocientífico Greg Siegle, ambos de la Universidad de Pittsburgh, y juntos instalaron un laboratorio móvil en el sótano de una atracción, a las afueras de esa ciudad del estado de Pensilvania. No era show convencional: incluía 35 minutos en los que los visitantes veían personajes inquietantes y efectos especiales, y hasta eran tocados e inmovilizados por los actores.
Antes de ingresar, cada uno de los 262 participantes completó una encuesta sobre sus expectativas y cómo se sentían. También respondieron una encuesta cuando la experiencia finalizó. Además, los investigadores registraron la actividad de las ondas cerebrales de 100 voluntarios mientras realizaban diversas tareas cognitivas y emocionales, antes y después de la atracción.
“Los visitantes informaron un estado de ánimo significativamente mejor y se sintieron menos ansiosos y cansados inmediatamente después de su viaje a través de la atracción encantada. Cuanto más aterradora, mejor: sentirse feliz después estaba relacionado con calificar la experiencia como muy intensa y aterradora. Este grupo de voluntarios también informó haber sentido que habían desafiado sus miedos personales y aprendido sobre sí mismos”, señaló Kerr.
De esta manera, encontraron que aquellas actividades terroríficas, siempre y cuando se desarrollen en un ambiente controlado, logran «apagar» el cerebro (hasta cierto punto), un efecto comparable al que genera el mindfulness (la focalización de la atención en el momento presente, en lo que está sucediendo aquí y ahora, aceptándolo sin más, sin intentar cambiar, ni juzgar nada. Su significado es plena consciencia).
De todas maneras, los científicos aclararon que, aunque la respuesta de lucha o huida es universal, cada individuo es distinto, por lo que algunos disfrutan y otros sufren las emociones y los escalofríos.
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