Noemí Labrune y el legado de caminar en la vereda correcta de la vida
Imposible colectar en unas líneas lo que dejó una mujer que fue haciendo la huella del camino de los Derechos Humanos en la Argentina. Quienes fueron parte del trayecto reflexionan sobre su siembra, tras una vida de trabajo desde lo colectivo.
“Lo de Noe siempre fue el abordaje de las cosas imposibles: las posibles las puede hacer cualquiera, para la ADPH están las tareas imposibles”, parafraseó Sara Mansilla, cuando se le pidió una imagen de un vasto universo que podría ser parte del legado de Noemí Labrune.
Mansilla coincidió con varias de las personas entrevistadas en cuanto a que la excepcionalidad de la vida y dedicación de Labrune imposibilitaba comparaciones o parámetros.
Explicó que incluso, en el momento más complejo para encarar una acción como organismo, era quien encontraba una vía de acción. “En medio de tantos caminos, ella veía una huella que, siguiéndola, te llevaba al principal”, ejemplificó.
Desde la organización Jóvenes por la Memoria adelantaron que el mes que viene, en la casa Leticia Veraldi (de Cipolletti), se prepara una actividad especial con colegios secundarios para recordar la Noche de los Lápices, como se llamó al secuestro de estudiantes -durante la dictadura- que en sus escuelas se habían organizado para reclamar el boleto estudiantil.
Veraldi fue secuestrada en Cipolletti, en el camino de la escuela hacia la casa de los Labrune en 1977. La pareja resguardaba a Leticia en su casa porque en Buenos Aires sus compañeras y compañeros de militancia en las escuelas medias desaparecían.
“Tenemos como una sensación de orfandad en estos días, como que perdimos un faro. En las reuniones de Jóvenes hablamos de ella por su forma sencilla de expresarse a pesar de que se notaba que era muy estudiosa y que estaba del lado de las personas más vulneradas. Era firme y a su vez cotidiana y amorosa, y en cada oportunidad nos dio tarea: fuimos escuchando otra vez sus intervenciones y fue emocionante encontrar que siempre nos decía de qué manera involucrarse, preguntar, opinar y cada causa tenía su tarea”, destacó Sol Busso.
Agregó que los JxM “decidimos hacernos cargo de esas tareas y tomar la posta: seguir el trabajo en red, que se conozca esta tríada de Memoria, Verdad y Justicia con hechos concretos y no palabras vacías. Así es que ya estamos preparando el encuentro con los secundarios en la casa Leticia”, adelantó.
Mansilla recordó que, en plena pandemia, Labrune ideó la arista de exigir el gas como servicio esencial a las autoridades que le pedían a todas y todos permanecer en sus viviendas como modalidad de evitar contagios del covid 19.
“Si se pedía al gobierno que conectaran las garrafas o el servicio de gas, sería como más de lo mismo. Por eso, con el abogado Marcelo Medrano elaboraron una estrategia dirigida al Tribunal Superior de Justicia para que, en conjunto, los tres poderes, el Ejecutivo, Legislativo y Judicial declarasen el derecho esencial al gas para ver cómo lo resolvían: todos debían solucionar, tener esa obligación. El Estado debía resolverlo”, recordó.
Luchar por lo que es justo, aunque sea en minoría
David Lugones, exsecretario de Derechos Humanos de la municipalidad de Neuquén y delegado en la región de la misma cartera nacional después, destacó de Labrune su capacidad de no cejar en la convicción de lo que era justo reclamar, aún en los momentos en los que la postura era minoritaria.
“En el país vivimos distintos momentos en los cuales la lucha por la justicia, la igualdad, la paz la libertad, la solidaridad y lo colectivo no era el planteo mayoritario, por ejemplo, frente al modelo neoliberal. Y ese fue uno de sus legados: Noemí decía que no importaba que seamos minoría, es la convicción de seguir luchando por ese lugar más justo, igualitario y solidario. Es el lado para el que hay que ir para nosotros y las futuras generaciones”, recordó.
Agregó su capacidad de organizar con vitalidad “imparable e impetuosa” que a veces “era difícil de acompañar, porque siempre corría el dial un poco más, siempre corriendo la vara un paso más adelante en busca de una sociedad más justa”.
Consideró que podría ser ese uno de los legados, el de que “se puede resistir y hacer cosas aún en los peores momentos con la fuerza de la convicción y de lo colectivo para sumar, organizar, convencer”, destacó Lugones.
Aseguró que, frente un embate, corresponde “unirse para no retroceder”, en alusión a la actual coyuntura política en la que se pregona dar marcha atrás con los derechos logrados. “Aún en las situaciones en las que se pasa a ser minoría, tener la convicción y la fuerza mirando a las futuras generaciones. Eso se notó en su despedida, con una gran presencia de jóvenes a los que había alentado hacia nuevos desafíos”, reflexionó.
Hubo coincidencia en que por el modo de llevar adelante los diversos proyectos parecía que iba a durar para siempre, aunque fuera irracional el postulado.
“Tenía esa capacidad de ver a mediano y largo plazo, una mirada estratégica en la lucha por los derechos humanos. Para concretar en forma colectiva cosas inmediatas y que, al mismo tiempo, tuvieron consecuencias hasta intergeneracionales y que encuadran el modo en que los problemas estarán pensados en el futuro”, dijo Juan Pablo Bohoslavsky, editor del libro “Noemí Labrune y la lucha por los Derechos Humanos” .
Hubo aspectos menos conocidos de Labrune, como que en abril fue incorporada a la lof Newen Mapu en la ceremonia poywevn, dijo Jorge Nahuel, de hacer recíproco el cariño recibido durante años y en distintas formas “desde los derechos individuales a los comunitarios”.
“Ella defendía su identidad pero no se privaba de enriquecerse con todos los demás pensamientos y colaboró mucho con la tarea educativa que encararon las nuevas generaciones”, reveló Nahuel.
Una mujer que buscó ser invisible en la estrategia colectiva
“No es por vos, es por la causa”, respondió un tanto huraña, alguna vez, cuando se le agradeció las gestiones para procurar entrevistas con sobrevivientes del terrorismo de Estado, un año después de la desaparición en democracia de Jorge Julio López, cuando los miedos del pasado se colaban en la previa a las testimoniales de los juicios por delitos de lesa humanidad que iniciaban en Neuquén.
Labrune hizo del intento de invisibilidad una marca, no quería homenajes y evitaba cuanto podía los reconocimientos. “No soy yo, es el proyecto”, aseguraba y se corría del centro de la escena. En el libro colectivo, donde quedó la impronta de su trayectoria a partir de quienes fueron parte de cada uno de los procesos, sacó los párrafos en los que se destacaba su actuación.
“Mi figura estaba inflacionada, lo tenía que tachar. Son cosas más importantes y a su vez diferentes una de otra y de las personas”, justificó al ser consultada por Diario RÍO NEGRO.
Valentía y coherencia cuando estaba en juego la vida
“Cuando estaba en juego la vida, la solidaridad con los perseguidos, los detenidos, los familiares, ella y otros pusieron el cuerpo y nos protegieron, nos cuidaron, nos dieron la contención”, destacó David Lugones al hablar de la valentía y convicción durante la dictadura por hacer lo correcto aún a pesar de que se ponía en juego la propia vida, sostuvo.
Noemí Labrune y Augusto Conte sistematizaron con datos y testimonios el andamiaje en el que se basó la represión ilegal que luego se denominó terrorismo de Estado, escribió la investigadora del CELS, Guadualupe Basualdo en el libro “Noemí Labrune y el camino de los Derechos Humanos”.
Esa metodología de documentación y denuncia permitió estructurar ante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) la violación sistemática de los derechos humanos durante la dictadura, las desapariciones, torturas, la apropiación de bebés, los enterramientos y centros clandestinos y luego sostener el andamiaje de la acusación legal en los juicios de lesa humanidad, describió Basualdo en el capítulo de la creación del CELS.
“Fue la convicción la que llevó toda esa valentía para ir jugándose la vida armando el rompecabezas del terrorismo de Estado, comparable con las Madres, con las Abuelas, con Jaime De Nevares”, agregó Lugones, sobreviviente a los 19 años, de los centros clandestinos de la última dictadura.
Agregó que más allá de que Leticia fue secuestrada y desaparecida en Cipolletti cuando estaba viviendo en casa de los Labrune “ella y Christian ya habían intervenido como APDH y con el obispo por los desaparecidos y sus familiares que los buscaban, por convicción democrática, como ciudadana que debía defender la vida y junto con la vida, la igualdad y la justicia”, destacó Lugones.
Por eso consideró que “dentro del legado inmenso, la defensa de la vida y de los derechos humanos, con humildad y convicción aún a su propio riesgo, es uno de los aspectos que destaco”, sostuvo.
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