Mónica llegó de Brasil a Bariloche para montar su taller de ideas e ilustraciones

Mónica Bussman trabajó muchos años como librera, pero desde chica estuvo vinculada al mundo de la imagen. La historia de la artista que ilustra libros, naipes y productos.

Desde muy pequeña, en su ciudad Puerto Alegre, trataba de ilustrar todo lo que veía. Sentía que cada salida al bosque debía dejarla plasmada en una página a través de la escritura y el dibujo. En su mundo, siempre existió un diálogo entre la palabra escrita y la imagen.

Me gusta esa dualidad entre dos lenguajes, dos idiomas, como el portugués y el castellano. Era como dejar esa impronta para mostrar. Así armaba historias y dejaba un registro escrito y dibujado. Como cuando alguien caía a tu casa y abrís el álbum de fotos, en este caso, mostraba mi librito de historias”, indicó Mónica Bussman, una ilustradora brasileña que se radicó en Bariloche en 2006.

Estudió Letras y Artes Visuales en Brasil. En la ciudad patagónica, trabajó 15 años en la Librería Cultura hasta que, un año atrás, decidió abocarse por completo a la ilustración.

Es una apasionada del proceso del dibujo y aclaró que siempre está la base literaria. De esos espacios se nutre. “Siempre estoy en contacto con los libros. Es de donde parto; el material que uso para investigar. Muchos autores me piden algunas ilustraciones para sus libros”, indicó Bussman.

Mónica no suele dibujar antes. Después del proceso de investigación, hay un despliegue y con papel y tijera que, reconoció, son partes de la edición. “Me gusta ese proceso más analógico. Me interesa dejar grabado el gesto”, planteó.

Y agregó: “En mi proceso de ilustración, lo que más me resultó es el proceso más primitivo y lúdico. Todo lo que hago es trabajar a partir del papel y la tijera. A partir de ahí, se da la magia. Me encuentro de vuelta con esa forma más analógica de trabajar”.

Quiero que la persona, del otro lado, tenga un momento de contemplación con mis ilustraciones, como sucede en la naturaleza. Que se produzca ese momento de epifanía”.

Mónica Bussman, ilustradora.

Desde ese lugar, fue creando un universo de ilustraciones para libros a través del pedido de determinados autores, naipes, oráculos, láminas e infinidad de productos, como alfombras, tapices, cuadernos, libretas. “Esa versatilidad está plasmada en distintos cuerpos, en distintos soportes”, dijo.
Mónica aseguró que siempre soñó con dedicarse a la ilustración. Si bien siguió el camino de educación formal universitaria, en todo momento “trataba de salir por la tangente y buscar algún grupo donde pudiera crear y ser un poco más libre«. «Me nutro de espacios formales, pero voy buscando ese modo creativo por otro lado. Lo que me inspira y me alimenta», indicó.

Llegó de Brasil en 2006. Foto: Marcelo Martínez

Mónica hace mucho hincapié en los detalles en la creación de cada imagen. Deben ser sutiles, simples y fuertes, a través del color y las formas.

Brasil por Bariloche

La decisión de radicarse en Bariloche surgió hace 18 años. La montaña y la naturaleza formaron parte de la lista de prioridades. Había soñado con vivir en un bosque que se pusiera de color rojo en otoño. Pero el desafío, aseguró, fue explorar otras facetas internas ya que se encontraba «en un proceso de construcción».

En su camino como ilustradora, reconoció que los collages de su libro «¿Será un sueño?» le abrió muchas puertas y aun al día de hoy, muchas maestras jardineras siguen invitándola a dar charlas en los jardines. También participó de las ilustraciones de Mürkantun, un mazo de 50 cartas en lengua mapuche. Constantemente, dijo, le llegan trabajos a los que definió como inspiradores.

¿Cómo nace la inspiración? Mónica prefirió referirse a un trabajo casi «arqueológico». Por un lado, se refirió a un trabajo de investigación y de abundante lectura sobre un tema tras una primera charla con los clientes para evaluar sus necesidades. O bien buscar alguna película o documental. Luego de recopilar la información, la mujer se toma un momento para caminar en la montaña. «De ahí se me viene una chispa y pienso que capaz es por ahí. Es como conectar con esa brújula aunque, a veces, me equivoco y hay que volver. Es un proceso de deambular consciente tan importante como nutritivo».

Luego, llega el momento de recortar papeles y colores. Porque recalcó que, por lo general, se deja guiar por los colores. Su intención es comunicar con colores y formas.

«El proceso creativo lo vivo con mucho entusiasmo. Tengo esas ansias de aprender, investigar y conocer aunque, después, entro en una meseta. La geografía está muy ligada a este proceso: es como cuando uno arranca un sendero y pasan horas de caminata hasta que uno se empieza a preguntar cuánto falta y cómo es ésto», especificó. Dijo que sobre el final del proceso, «llega el miedo de pensar que no se llega con las fechas, o si el destinatario estará conforme». Porque la mirada del otro siempre está presente sino, admitió, «no tendría sentido«.

Yo entiendo de dónde vino esa construcción detrás del proceso creativo, pero la otra persona quizás no lo pueda ver. ¿Lo estaré comunicando bien? Lo lindo en todo esto es que cada uno tiene un bagaje distinto, hace una lectura distinta y se va a fijar en detalles que quizás uno no”, afirmó.


Desde hace tres años, Mónica realiza reseñas de libros una vez por mes que sube a Instagram.


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