Miguel, trabajador y maestro hojalatero: medio siglo creando obras desde Roca al país
Desde que era un nene, trabajó y enseñó el oficio a varios contemporáneos. En sus manos, la salida laboral se multiplicó y fue parte de gigantescas obras en Río Negro y Neuquén. Desde Roca se expandió a la Patagonia.
Hoy cumple más de medio siglo trabajando como zinguero. Miguel Tassogniero era solo un niño de chacra cuando el trabajo y la necesidad lo sorprendieron. La muerte de su padre a los 12 años cambió el rumbo de su vida por completo y no tuvo muchas opciones.
Nacido y criado en Roca, es artesano y obrero de la hojalata. Hace 55 años fabrica elementos arquitectónicos y de construcción con chapas galvanizadas, caños, canaletas, cenefas, tanques, trabajos con chapas de color a la vista y todo el universo que deriva de este antiguo oficio que no pasa de moda.
“Cuando falleció mi papá yo tenía 12 años y me vine a vivir con mi padrino a la ciudad. Iba a la escuela y al mediodía lo ayudaba a él que era hojalatero. Fui aprendiendo el oficio con él”, contó Miguel a Diario RIO NEGRO. A los 21 años alcanzó tal nivel de capacitación y conocimiento, que logró independizarse. Instaló su propio taller y arrancó su camino como cuentapropista.
A horas del Día del Trabajador de 1978, Miguel abrió las puertas de su taller, hace exactamente 46 años, un 30 de abril. El lugar aún está abierto a metros de la actual terminal de ómnibus de Roca sobre calle Italia. Originalmente se llamó “Hojalatería El Valle” y ahora lleva de nombre su apellido. En ese mismo taller, Miguel formó a más de doce hojalateros, algunos de los cuales ya llevan más de 15 años en el oficio.
“Trabajé en grandes obras como galpones, supermercados, que llevan canaletas internas que no se ven desde afuera. Entre todas esas obras que hemos hecho, he creado una pequeña empresa”.
Miguel Tassogniero, hojalatero de Roca
A sus 67 años, es uno de los máximos exponentes de la región y realizó obras de todos los tamaños y funcionalidades, inclusive su última obra de gran envergadura fue el “Alto Comahue Shopping” en la ciudad de Neuquén, que le llevó seis meses.
En la década del 80 fue su primera gran salida de la ciudad, donde debutó con el techo del reactor nuclear del Centro Atómico Bariloche, confeccionado con una chapa especial. “De ahí no paré más, anduve afuera y he recorrido prácticamente todo el país”, contó.
Su hojalatería está presente en obras de sucursales de «La Anónima» en Comodoro Rivadavia, San Martín de Los Andes, Bariloche, Neuquén, Rincón de los Sauces, La Pampa, Buenos Aires. Trabajó muchos años para la empresa constructora de Roca, Mochila y varias otras compañías de referencia.
Trabajó para las obras de Expofrut, Salentein Fruit, importantes desarrollos en toda la zona. “Hemos hecho muchas terminaciones en planes de vivienda”, agregó. Miguel fue parte de los trabajadores que con su técnica, fabricaron los techos de las aduanas de la zona cordillerana y formó parte de la obra del Banco Nación de San Martín de los Andes.
¿El oficio lo eligió a él o él eligió el oficio?. Ante esa pregunta existencial, Miguel dijo que la hojalatería lo eligió a él, sin dudar. “Yo no tenía muchas opciones, tenía que trabajar, tenía que vivir. Y el trabajo me gustó, lo hice siempre con muchas ganas, con gusto, nunca estuve disconforme a pesar de malos tiempos, buenos tiempos, el clima. Lo hice con mucho amor y así pude criar una familia”, dijo emocionado.
Efecto multiplicador: para los propios y para muchas familias
Miguel se jubiló, pero a sus 67 años no deja de trabajar. Al pasar la raya y pensar en todos estos años se muestra muy satisfecho porque su oficio le permitió tener una familia y vivir económicamente cómodo. Junto a su esposa, con quien llevan más de 45 años en pareja, pudieron criar a sus cuatro hijos y darles la posibilidad de estudiar en la universidad. Tiene seis nietos y se enorgullece de contar que entre sus hijos tiene una psicóloga, una médica, un músico y un estudiante universitario.
Es que Miguel Tassogniero no es solo un trabajador que, como muchos, se gana la vida sobre la base de su esfuerzo y dedicación, sino que durante décadas fue multiplicador de trabajo y de independencia. Le enseñó el oficio y fue maestro de muchos de los actuales zingueros del Alto Valle que luego se abrieron paso con sus propios emprendimientos. Desde los años 90, fue artífice indispensable y motor para que cuatro empresas del rubro pudieran abrir sus puertas, principalmente en Roca.
“Hay otros un poco más pequeños que están trabajando por su cuenta. Han aprendido conmigo y ahí están, defendiendo su vida con el oficio. Les va bien, les va muy bien a todos. El trabajo es redituable. Si uno le pone empeño, sirve”
aseguró el hojalatero, quien formó a una docena como él.
Es raro pensar en algún zinguero que no haya pisado el taller de Miguel. Les dio alas para volar y una cartera enorme de clientes. “Yo les paso los contactos y van trabajando”, contó aunque siempre ayuda y supervisa.
Luego de la descomunal obra del shopping, hace algunos años, decidió bajar el ritmo de trabajo porque el sacrificio era demasiado. Ahora, se dedica a obras medianas, preferentemente de particulares las cuales hace con la misma pasión que el primer día.
Como jubilado autónomo el sueldo no le alcanza por eso debe seguir trabajando. “Estoy bien de salud, bien físicamente, puedo seguir andando, así que será hasta que el cuerpo diga basta porque este es un trabajo físico», aseguró.
«No sé estar desocupado, no sé estar parado, no es mi forma de vivir si no estoy haciendo algo, así es que seguiré hasta que se pueda”
Miguel Tassogniero, hojalatero de Roca
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