Maternidad y la vuelta al trabajo: los desafíos y decisiones en un contexto que demanda cada vez más

Los padres y madres ahora suelen tener menos ayuda del entorno que en generaciones anteriores y corren riesgo de quedarse algo solos en esa etapa crucial.

Es central también revisar las exigencias y autoexigencias: hijos, casa, cuerpo, pareja, amigas, todo perfecto no se puede.

La sociedad cambia a gran velocidad y, en la actualidad, las mujeres llegan a la maternidad con un largo recorrido laboral y responsabilidades que les hacen plantearse rápidamente la vuelta al trabajo, contexto en el cual deben tomarse múltiples decisiones de crianza, de educación formal e informal y de alimentación.

Ante la gran cantidad de información que llega sin filtro por muchos canales, las mujeres pueden llegar a sentirse muy exigidas por la sociedad y Maritchu Seitún, psicóloga especializada en orientación a padres, dio su opinión al respecto.

«Se espera de ellas que tengan parto natural, que den de mamar durante muchos meses, que los tengan mucho a upa y, a la vez, que vuelvan al trabajo, que bajen rápido de peso y recuperen su cuerpo y su estado físico anterior, de modo que no se note que tuvieron un bebé, que estén informadas de temas políticos y de actualidad, y que no descuiden a su pareja”, señaló.

En paralelo, la ‘madre internalizada’, la que Maritchu define como la representante interna de las madres de generaciones anteriores (madres, abuelas, bisabuelas, tatarabuelas), les reclama que estén más presentes en la vida de sus hijos, las hace sentir culpables por tener y disfrutar una vida que incluye a sus hijos, pero que no gira por entero a su alrededor.

Todo el tiempo deben ir tomando decisiones, algunas más trascendentales y otras más pequeñas, cotidianas. Cada una está condicionada por múltiples aspectos, lo que a menudo estigmatiza y agobia fundamentalmente a la madre, que la mayoría de las veces, junto con su pareja, hacen lo mejor que pueden y lo que consideran más adecuado para el desarrollo de su hijo.

Desde el nacimiento, se toman decisiones como a qué pediatra se lo llevará, si se le permitirá al entorno alzarlo, calmarlo, si se le permitirá llorar o no, cómo se lo alimentará, si es a demanda o con horarios fijos, si es posible y suficiente con lactancia materna (teniendo en cuenta que la tasa de lactancia exclusiva a los 6 meses creció un 50% en la última década y de la cual existe consenso de que es la mejor opción) o si deberán explorarse alternativas con el pediatra.

Así, muchas decisiones van desafiando las estructuras de maternidad y/o paternidad que en la pareja ambos miembros traen heredadas, en contraste con las que van construyendo y mediadas por la mirada de la sociedad, la de parejas amigas, la información que ofrecen los medios de comunicación y redes sociales, el pediatra oficial y el pediatra amigo, entre otras fuentes.

Sobre este aspecto, Seitún aclaró que, para cada determinación sobre la crianza, la alimentación y la educación formal e informal, “ambos tienen el derecho, pero también la responsabilidad, de buscar y acceder libremente a información relevante y transparente sobre cada una de las alternativas disponibles y a hacer una elección en función de su preferencia y realidad familiar”.

En el caso de la alimentación, es necesario garantizar información objetiva para tomar decisiones, priorizando siempre la lactancia humana, pero sin desaprobar o juzgar a quienes no la pueden llevar a cabo, no logran sostenerla en el tiempo, no la eligen o no es una opción por el modelo de familia que formaron.

Para lograr sostener la lactancia, ayuda completar el periodo de licencia en lugar de acortarlo, e inclusive -dentro de lo posible- hacer progresivo el retorno al trabajo. Además, es deseable que en su lugar de trabajo cuente con espacios adecuados para extracción y conservación de leche materna (lactarios) y apoyo del entorno y la familia.

La mamá perfecta versus la mamá posible


Son muchos los años de crianza, por lo que la madre, fundamentalmente, también tiene que estar atenta a sus propias necesidades, de modo de poder permanecer no solo viva, sino sana, de buen humor, con energía y ganas de estar o de volver a casa, con capacidad de disfrutar de la vida.

La crianza implica poner el cuerpo: no solo a través de la lactancia, sino también por la deuda de sueño tras noches en vela, a veces con llantos que cuesta comprender. Es central también revisar las exigencias y autoexigencias: hijos, casa, cuerpo, pareja, amigas, todo perfecto no se puede.

Por suerte, según afirmó Seitún, no todo lo nuevo complica, “ya que cada vez son mayores la presencia y compromiso de la pareja en la atención y cuidado del bebé desde que nace y a medida que crece».

«Vamos hacia una crianza en equipo, con parejas que no ‘ayudan’ a las mamás, sino que son socios igualitarios en la crianza. Pero, probablemente, lleve más de una generación consolidar ese cambio de mirada, tan valioso para todos los integrantes de la familia”, expresó.

Por otro lado, los padres y madres ahora suelen tener menos ayuda del entorno que en generaciones anteriores y corren riesgo de quedarse algo solos en esa etapa crucial. “El posparto, el puerperio, los cambios hormonales de la mamá, los primeros meses no son fáciles. Más allá de la felicidad de haber tenido un hijo, aparecen miedos, inseguridades, incertidumbres, frustraciones, agobio y situaciones nuevas a resolver a cada paso, que no se resuelven, sino que algunas se acentúan cuando se debe volver a trabajar”, reconoció Seitún.

Una separación saludable


Estableciendo progresivamente una relación de apego saludable, se forja un vínculo que le permite al bebé, de a poco, ir separándose y diferenciándose. A medida que esto ocurre, el hijo internaliza la seguridad de que cuenta con su mamá, aunque esté en el cuarto de al lado, aunque empiece a recibir mamadera en lugar de ser amamantado, aunque lo siente en el piso a jugar junto a ella, en lugar de tenerlo pegado, ofreciéndole así el espacio para reconocerse como persona separada.

Esa separación no puede empezar de golpe, debe ser gradual: empieza en el parto con el corte del cordón y continúa en aquellos actos, algunos concretos y otros simbólicos, con los que la mamá va mostrándole, de a poco, sin apurarlo ni abrumarlo, que -más allá de ellos dos- hay personas y relaciones, lugares y cosas a incorporar a su vida para enriquecerla.

Dentro de esa maravillosa danza de apego, llega el momento temido, y a la vez deseado, en que la mamá tiene que volver a trabajar y Seitún dijo:

«Las situaciones de separación pueden generar angustia y dolor en el bebé, pero, en el contexto de una relación normal y afectiva, no dejarán cicatrices”.

Con información Noticias Argentinas.


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