Luis Nowak, el futbolista que terminó siendo científico del Conicet en Neuquén
Hoy es su pasión, pero conoció la matemática por un hecho fortuito. Alerta sobre el recorte presupuestario.
Un hombre baja de su auto, en pleno playón de estacionamiento de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo). Lleva anteojos y ropa oscura, remera y jeans azul petróleo. De su hombro izquierdo cuelga un maletín de cuero.
Ahora entra a la Facultad de Economía y Administración. Camina distendido por el pasillo. Su tranquilidad contrasta con los nervios de los alumnos que esperan rendir los últimos exámenes del cuatrimestre. Sube las escaleras y entra al aula donde un pizarrón repleto de fórmulas lo espera.
Este hombre se llama Luis Nowak, un apasionado de los números; un licenciado, profesor y doctor en matemática. Da clases en la Universidad del Comahue (UNCo) y trabaja en el Conicet. Es una pieza clave para la producción del conocimiento desde la Patagonia. Ahora lo dice con soltura: “me encanta la matemática”, pero ese descubrimiento fue producto de un hecho fortuito.
Con 17 años, pasó de jugar en el Club Independiente de Neuquén a vivir en La Plata. Se fue allá para poder jugar en el Club Gimnasia y Esgrima. Sí, quería ser jugador de fútbol profesional. “Mi mamá me había dicho que podía jugar al fútbol siempre y cuando estudiara”, cuenta, “y la gente del club me puso condiciones para estudiar: que tenía que ser una carrera de noche para poder entrenar”. Ahí fue que Luis se encontró con las matemáticas, una carrera que se dictaba por la noche. Se anotó, entró y probó.
Pero, la carrera de este delantero, que empezó jugando por la derecha pero que se desarrolló por la izquierda, terminó temprano. “Me volví”, dice, “justamente porque me di cuenta que lo del fútbol no era para mí, la vida del chico que va desde el interior a un club no es simple”.
Con el bolso a cuestas, volvió a sus pagos y decidió retomar el estudio de los números. La clave para su futuro fue el encuentro con una persona que le iluminó un nuevo horizonte: “Mi idea al principio era ser profesor de matemática de escuela secundaria, hasta que en un momento vino Raquel Crescimbeni, una reconocida profesora y me mostró que la matemática era mucho más de lo que me imaginaba. Me mostró el mundo como yo hoy conozco. Desde ahí me enamoré, me apasioné por la matemática”.
Esta profesora de la universidad le mostró a Luis que la matemática también puede ser creatividad. “Me despertó esa inquietud de la investigación en matemática, de preguntarse, preguntarse, preguntarse. Y de buscar caminos, puertas, senderos y meterse a un mundo desconocido pero nuevo y fascinante”.
Luis es uno de los tantos científicos que tiene el Conicet. Su trabajo se desarrolla en el Instituto de Investigación en Tecnologías y Ciencias de la Ingeniería (IITCI) en Neuquén, Patagonia.
Su trabajo, para cualquier mortal parece abstracto, pero no lo es. “Esencialmente nuestro trabajo se centra en análisis armónico, estudiamos objetos matemáticos que son las funciones, su relación, buscamos nociones de similitud o de distancia”. Este conocimiento está relacionado directamente con machine learning y la Inteligencia Artificial. “Detrás de la Inteligencia Artificial”, explica, “hay mucha computación y mucha matemática”. Por eso, el trabajo de Luis es un engranaje esencial a la hora de pensar el desarrollo de la Inteligencia Artificial.
El Conicet es conocido por el trabajo que hacen sus investigadores. Por ejemplo, el que hace Luis. Según un informe publicado por el Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Investigación (CIICTI) el Conicet sufre el peor retroceso de los últimos veinte años.
Según este estudio, el Conicet tuvo una pérdida de 1055 trabajadores durante el Gobierno de Javier Milei. El número incluye a 598 investigadores e investigadoras de carrera, 457 becarios y becarias y personal administrativo.
Y para el 2025, según el proyecto de ley de presupuesto de esta gestión, el Conicet recibirá un 41% menos de fondos en comparación a 2024.
Luis tiene claro el panorama: “Los que estamos en la Patagonia, con mucho esfuerzo, intentando de hacer algún aporte a la ciencia, esta situación golpea doblemente porque en general la ciencia y su desarrollo está centralizado en la zona central del país. Los lugares más alejados quedamos relegados del financiamiento”.
Luis recorre la provincia explicando qué es y cómo funciona la Inteligencia Artificial. Cómo puede mejorar la calidad de vida de las personas y cómo la matemática está de fondo. Hace un experimento que a muchos deja con la boca abierta: logra entrenar a una inteligencia artificial sin pilas, sin electricidad, sin cables, con solo vasitos de plástico, papelitos y cartas.
“El desarrollo de la ciencia básica no es importante solamente porque nos gusta estar con los teoremas, sino que es importante para toda la sociedad”. Y para ser claro, pone un ejemplo: “el sustento teórico que tiene el tomógrafo es el Teorema de Radon que fue descubierto en 1917. Es decir, una teoría que surgió cuando no existía la tecnología para hacer un tomógrafo. Pero, años después con ese conocimiento se pudo inventar”.
Detrás tiene un pizarrón lleno de fórmulas. Delante, concentrado dice sus últimas palabras: “Yo creo que apostar por la ciencia básica es central por toda la ciencia en general, si hay que dar un debate, lo damos. Pero las cosas se arreglan con mayor presupuesto, con mayor inversión, ese es el camino”.
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