Luciana tiene una misión: con paciencia y amor, mejorar la vida de los niños en la ruralidad de Neuquén

En el Día de la Psicopedagogía esta profesional cuenta el trabajo que hace en tierras alejadas de las grandes ciudades. "La carencia de cultura produce discapacidad", asegura. Un desafío de paciencia y amor constante.

*Por Carlos Urquiza, especial para Diario RÍO NEGRO

Cada 17 de septiembre se celebra el Día del Psicopedagogo. Se debe a la muerte de Jean Piaget (1980), un prestigioso psicólogo y filósofo suizo cuyo gran aporte al estudio del pensamiento y del lenguaje dio origen a la epistemología genética, o sea, la disciplina que estudia los mecanismos y procesos mediante los cuales se pasa de los estados de menor conocimiento a los estados de conocimiento más avanzado.

Es por el legado de Piaget que se considera a los psicopedagogos y psicopedagogas como quienes actúan en los gabinetes, las escuelas, en salud o empresas, entre otros ámbitos, abordando las dificultades de aprendizaje y contribuyen a mejorar la calidad de vida de personas de todas las edades, trabajando de manera integral en la identificación de obstáculos cognitivos, emocionales y sociales, y brindando herramientas para superarlos.

Luciana Micaela Tesoriero, una psicopedagoga que ejerce su profesión en la ruralidad de la cordillera neuquina, en el circuito Lonco Luan, Villa Pehuenia, Moquehue y Ñorquinco. A través de su relato, descubrimos los desafíos de trabajar en los contextos rurales complejos, donde los obstáculos sociales, culturales y geográficos a veces son tan imponentes como las montañas que la rodean.

Tesoriero habla de la «deprivación socio-cultural», que es la falta de estímulos y recursos necesarios para el desarrollo integral de los individuos, especialmente en contextos de vulnerabilidad social. Un fenómeno multicausal que afecta el desarrollo de las sociedades, hasta la importancia de la coordinación entre escuela, equipo de apoyo y familia.

La entrevistada nació en Villa Giardino, Córdoba, y decidió estudiar psicopedagogía luego de que su hijo mayor, en ese momento con 6 años, fuera diagnosticado con dislexia. «Decidí estudiar para entender qué era la dislexia y cómo podía ayudarlo», recuerda. Este fue el inicio de un camino que la llevaría a formarse como psicopedagoga en la provincia de Córdoba y arribar a Villa Pehuenia en el año 2018. Actualmente, ejerce como Equipo de Apoyo en el Anexo de Educación Especial de la Escuela Primaria N°90, en el Departamento de Aluminé, Neuquén.

Luciana trabaja alejada de las grandes ciudades. Foto: Carlos Urquiza

El rol de Luciana, y de las y los psicopedagogos en general, es esencial para sumar a la equidad en el acceso a la educación y la salud. Identifican dificultades de aprendizaje, adaptan las estrategias pedagógicas y trabajan en la promoción del bienestar emocional de los estudiantes, con un enfoque centrado en el desarrollo integral de las personas. Además, en entornos rurales como el de Luciana, el trabajo de los psicopedagogos adquiere un valor aún mayor, ya que la distancia y el aislamiento imponen barreras adicionales.

«Acá estamos aislados del mundo», señala Luciana, mencionando la «deprivación socio-cultural» como una de las mayores limitaciones de la zona.

Luciana trabaja en conjunto con maestras de apoyo a la inclusión (M.A.I.), quienes brindan acompañamiento a estudiantes con discapacidad. Junto a ellas, evalúa, interviene y realiza un seguimiento personalizado, siempre teniendo en cuenta el contexto particular de cada niño y sus familias. Este trabajo en equipo es fundamental en la ruralidad, donde las oportunidades y recursos son limitados.

“Es importante que trabajemos en conjunto: la escuela, el equipo de educación especial y la familia», para el desarrollo de los estudiantes con discapacidad, explica. «Si la familia no acompaña al estudiante, no sale adelante», enfatizó. Luciana relata cómo su labor no se limita al ámbito escolar, sino que incluye visitas domiciliarias, las cuales considera fundamentales para guiar y “acompasar” a las familias en el proceso educativo, especialmente en el desafiante contexto rural donde ella trabaja.

El apoyo estatal resulta clave para su labor. A diferencia de otras provincias, en Neuquén las M.A.I. están presentes de manera gratuita, ofreciendo a los niños con discapacidad una oportunidad invaluable para su desarrollo.

Luciana destaca la diferencia que esto puede hacer en la vida de los estudiantes: «A veces la única posibilidad de avanzar que tienen es gracias al acompañamiento especializado», afirma.
Sin embargo, la ruralidad impone desafíos que van más allá de lo profesional. Las largas distancias, la falta de recursos y la limitación en el acceso a servicios especializados dificultan el trabajo, pero Luciana ha aprendido a valorar cada pequeño avance como una gran victoria.

«El trabajo psicopedagógico en la ruralidad es un trabajo de mucha paciencia, de mucho esmero», asegura. Luciana, después de años de trabajo en la montaña, siente que su experiencia la ha transformado tanto como ella ha ayudado a transformar las vidas de sus estudiantes. «Acá vino una Luciana y ahora soy otra Luciana», reflexiona. Cada logro, por pequeño que sea, se siente como una recompensa invaluable, una muestra de que su trabajo tiene un impacto profundo en aquellos que más lo necesitan.

La ruralidad del norte de Neuquén presenta grandes desafíos. Foto: Carlos Urquiza

Este 17 de septiembre, la historia de Luciana nos recuerda que ser psicopedagogo no es solo una profesión; es una misión de vida. En lugares como la ruralidad neuquina, donde las distancias y las dificultades económicas pueden hacer que la esperanza parezca escasa, los psicopedagogos y psicopedagogas como Luciana, junto a los maestros y maestras, son una llama que busca iluminar el camino hacia un futuro mejor para sus estudiantes.

Para ella, la psicopedagogía es su vida, una vida llena de retos, pero también de satisfacciones. «Me dio muchas cosas hermosas y me sigue dando. También me ha dado lágrimas y me va a seguir dando lágrimas. Lágrimas que valen la pena», concluye.

Sabemos que en nuestra región hay muchos más profesionales que, como Luciana, trabajan incansablemente por la inclusión, el aprendizaje y el bienestar, demostrando que la vocación no tiene límites, ni geográficos ni emocionales.

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