Los tambores artesanales de Pablo que, desde Roca, recorren el país
El percusionista de Roca logró fusionar el oficio de carpintero que heredó de su padre con su pasión por la música para crear sus propios instrumentos de candombe.
Las tablas de madera paraíso se transforman en las manos de Pablo Limonao en un tambor de candombe. El proceso es completamente artesanal, donde combina la carpintería con la soldadura. El percusionista de Roca jamás pensó que el oficio de trabajar la madera que heredó de su padre sería fundamental para luego crear los instrumentos con los cuales disfruta de este género musical y también da clases.
“Soy luthier de instrumentos de percusión. Construyo, reparo y restauro instrumentos de percusión desde hace más de 7 años”, contó con orgullo.
Pablo integra varias agrupaciones musicales de la ciudad y también brinda dos talleres de este género.
Conseguir tambores de candombe era una compleja travesía para el músico de Roca ya que debía encargarlos a otros provincias y tardaban en llegar.
“Veníamos comprando instrumentos en Buenos Aires y Mendoza. Mi tambor, por ejemplo, que yo me pedí, tardó un año y vino todo desarmado”, contó.
Allí vio una posibilidad de usar el oficio que aprendió de su padre José Luis Limonao, un maestro carpintero que vino de Chile a Roca. La idea era que a la gente no le cueste tanto conseguir tambores, y aparte “no hay muchos luthieres en la Patagonia”, reflexionó.
Así fue como empezó a buscar la mejor madera para poder fabricar sus primeros tambores de candombe.
“Comencé con la madera álamo pero era muy blanda, muy difícil de tratar. Así que cambié a paraíso, que es una madera más fuerte, más linda y más fácil de manipular”, explicó.
El primer tambor que hizo se vendió muy rápido en Roca al igual que el segundo. El tercero se lo regaló a su compañera, Karina Romero, una reconocida artista plástica de la región que se especializa en el muralismo. “La cosa empezó a funcionar y empecé a hacer más”, dijo entusiasmado.
Los tambores de Pablo ahora se venden en distintos puntos del país como Chubut, Neuquén, La Pampa, Mendoza y Buenos Aires. “El tambor está creciendo a nivel patagónico y hay mucha gente que está empezando a tocarlo. Es genial, hay una necesidad de tambores”, señaló.
Cuando la demanda empezó a aumentar Pablo daba clases y decidió dejar la docencia para enfocarse de lleno en su emprendimiento.
“Fue difícil porque eran horas pagas, con aguinaldo y todo, pero me arriesgué para poder darle más vocación a esto”, contó.
Además de los tambores también fabrica, cajones peruanos, vibraslap que otro instrumento de percusión y el achico, que es un instrumento africano con herrajes.
En los últimos años la pasión por los tambores empezó a aumentar en la ciudad y nacieron muchos grupos de percusión.
“La gente empezó a aceptar esta propuesta de poder brindar un taller y surgieron muchos movimientos del tambor de candombe, ya es parte cultural de la ciudad”, remarcó.
Para el artesano es muy peculiar que un género que nació en Uruguay se haya adoptado tanto en Roca.
“El tambor de candombe viene de Uruguay. Antes se construían con barricas de vino o de azúcar, en la época de colonización”, explicó.
“Se trataba la madera de alguna forma, achicaba la boca y cuando se puso la lonja se armó su primer tambor”, relató.
Así surgieron los primeros tres tipos de tambores de candombe: el piano, el chico y el repique. El tambor piano es el más grave y es el que hace el ritmo. Después está el tambor chico, que emite un sonido más agudo y lleva el tiempo.
Finalmente está el repique que tiene la posibilidad de repiquetear, de solear, de hacer improvisaciones.
Cada uno de los tres lleva una base y cuando se juntan, se produce la melodía del candombe.
Luego de mostrar los distintos tambores, Pablo volvió a enfocarse en su taller para seguir fabricando.
La herencia que le dejó su padre fue clave en su nuevo proyecto. “Lo que aprendí con mi viejo, el oficio de la madera y la carpintería, puedo utilizarlo también en el otro placer que me da hacer música”, expresó emocionado.
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