Los abrazos, el sostén de la familia de Facundo Castillo
Analía, Esteban y Emiliano recibieron muchas muestras de cariño tras conocerse el veredicto de culpabilidad de Ramiro Gutiérrez. En muchos pasajes del juicio también fue un gesto cotidiano.
Hacía falta descuidarse pocos segundos en las habladurías jurídicas de los letrados para verlos abrazados nuevamente. Así atravesaron gran parte del juicio Analía y Esteban, mamá y papá de Facundo Castillo. Emiliano, el hermano, también formó parte de esa gesta que no sólo demostró amor, sino también sostén. Para no caerse, para poder escuchar una vez más cómo atropellaron a Facundo y lo arrastraron, literalmente, hasta la muerte.
Otros brazos contribuyeron a contener esos cuerpos atravesados por el dolor: tanto en la sala 6 de los tribunales cipoleños, donde aconteció el debate, como afuera donde cada día se juntaba más gente para acompañar a la familia del joven neuquino. El lunes había más de 70 personas, la mayoría con la cara de Facundo sublimada en sus remeras y una frase en la espalda: «Que no se quede mi pueblo dormido».
El acompañamiento fue incondicional e inédito en Cipolletti para un juicio penal. Tuvieron que cortar todos los días el tránsito porque sobre la calle Urquiza, en las puertas de los tribunales, se montó una carpa para seguir el juicio en el que un jurado popular culpó a Ramiro Gutiérrez por el homicidio de Facundo Castillo.
Fueron siete jornadas extensas, con cerca de 40 testigos y un litigio que por el momento fue hostil, especialmente en el afán de la defensa de lograr un resultado satisfactorio para su cliente.
La familia de Facundo mostró nobles gestos de humanidad durante todo el debate. Incluso tras conocerse el fallo el primero en salir fue Emiliano, querellante en la causa, y pidió que no haya festejos: «No abrazamos, pero sin festejos», dijo ante la mirada de Facundo impresas en remeras de personas que sólo podía llorar.
El inicio del debate oral y público puso a prueba a esa madre y a ese padre quienes tuvieron que escuchar de boca de los defensores el nombre de su hijo, no sólo bajo el eufemismo “angelito” para decir que era una persona que merecía respeto aunque la noche del accidente, supuestamente y según la defensa, estaba borracho en el suelo.
Durante el juicio, los brazos del entorno de Facundo también aparecían cada tanto en los hombros de Analía y Esteban cuando su nombre revoloteaba la sala, o cuando se repetía el hecho una y otra vez.
El martes fue el día más duro, por eso decidieron no entrar. Era el turno del perito forense que dio detalles sobre la muerte del joven, los traumatismos, las escoriaciones, las fotografías, las interminables preguntas: un enjambre jurídico que solo debería ser discutido por los abogados. La familia no presenció esa declaración.
Por esas horas, también fue el momento más difícil del proceso penal. Tras el alegato de apertura del defensor Vila Llanos que puso en muchas bocas la duda del hecho, se sumaron otros testigos que abonaban la teoría de la defensa. Pero especialmente Emiliano, abogado de oficio, se mostraba con mucha tranquilidad como sabiendo lo que iba a pasar.
La declaración de los testigos de la fiscalía que presenciaron el hecho se presume clave en la deliberación del jurado popular, que morirá en secreto entre sus miembros.
El veredicto de culpabilidad fue el momento más emotivo. Esteban no pudo contener la emoción, esta vez no hubo brazos para atrapar tantas sensaciones. Salió como pudo de la sala acompañado de Emiliano. Varios minutos después se lo vio nuevamente entero recibiendo el cariño de muchas personas que lo esperaban afuera.
Analía fue la última en abandonar la sala judicial. Agradeció entre lágrimas el apoyo y se perdió entre tantos brazos que la fueron a buscar. La madre de Facundo miró hacia arriba muchas veces durante el juicio para no dejar escapar sus lágrimas. Está vez las dejó salir, lloró como tantas veces antes y como lo hará tantas después: es que sí, le mataron a su hijo de 29 años.
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