Adopción desde Haití a Neuquén: el caso de Jean Paul que sienta un precedente en Argentina

Un fallo de la Cámara de Apelaciones resolvió que un niño de ocho años debe permanecer en Argentina a cargo de su "cuidadora especial".

“Jean Paul es un milagro”, dijo Lorena, una mujer misionera neuquina que movió cielo y tierra para poder adoptar a ese niño haitiano que hoy tiene ocho años. Ambos se convirtieron, después de años de lucha, en un emblema por los derechos de las infancias vulnerables y de niños migrantes, luego de lograr que un fallo de la Justicia argentina sentara un precedente nacional e internacional en cuanto a la protección de las infancias en extrema vulnerabilidad más allá de las fronteras geográficas.

Después de infinidad de viajes de Haití a Neuquén y de Neuquén a Haití, Lorena, la mamá de Jean Paul que desde un principio intentó tramitar la adopción definitiva del niño, consiguió que en un fallo de la Cámara de Apelaciones de Argentina se resolviera que el niño continúe viviendo en Argentina, “al cuidado de su tutora especial, con quien mantiene un vínculo socio afectivo desde los seis meses de vida”, dice la sentencia. La decisión se fundamenta en el interés superior del niño y en la grave crisis económica, institucional y humanitaria que atraviesa Haití, la cual imposibilita su retorno seguro y el avance de un proceso de adopción en ese país. Es que si debía regresar a su país de nacimiento estaba destinado a un orfanato, según contó a DIARIO RÍO NEGRO su madre.

Pero la historia comienza antes. Lorena Arias es docente y misionera de la fe católica. Viajó en una misión a Santo Domingo, República Dominicana, con un proyecto de arte para asistir a niños en situación de calle apuntando a que ellos pequeños puedan aprender un oficio y sean contenidos. “Pero mi meta siempre fue Haití y estaba con la mirada puesta ahí”, dijo Lorena.

Tiempo después su sueño se cumplió y llegó a esas tierras. A través de las misioneras de la caridad fue invitada a sumarse a una misión a Delmas, una pequeña comunidad situada en el distrito de Puerto Príncipe. Según contó Lorena, los voluntariados misiones son por unos seis meses aproximadamente, pero ella se quedó un año completo. Como si presintiera que algo la estaba esperando allí.

La realidad social, económica y política del lugar no era fácil y ella estaba tan acostumbrada. «Conocí miles de realidades muy tristes, sobre todo de infancias sometidas a una vulnerabilidad extrema. Estábamos para asistir y acompañar esa infancias y así fue como lo conocí a Jean Paul y comencé a cuidarlo», relató esta mamá de Neuquén.

Cuando lo conoció el pequeño no tenía nombre (uno de los derechos humanos fundamentales). «Las monjas que lo estaban cuidándolo le decían ratoncito». «Yo me enamoré de él desde el primer momento y quise adoptarlo. Pero en Haití no es tan fácil porque en principio no me lo permitían porque yo era soltera», agregó la docente neuquina. Ella insistió una y mil veces porque si de algo estaba segura es de que «quiero adoptarlo sí o sí». Y ese lema fue la que la llevó a buscar la manera de sortear todos los obstáculos que fueron muy difícil.

«Cuando vieron que estaba dispuesta a adoptarlo, el Estado de Haití resolvió llevarlo a una aldea para que esté con miembros de su familia y no lo volví a ver por mucho tiempo. Pero no me rendí». recordó la madre de Jean Paul.

Contó que durante dos semanas «se disfrazó de médica» y encaró como pudo una búsqueda intensa para saber cómo estaba el pequeño. «Lo busqué por todos lados, con el miedo de que en algún momento me agarrara la policía y me metiera presa, pero tenía que hacerlo», aseguró. Hasta que un día llegó una llamada a su teléfono, «atender fue un miedo terrible porque pensé que era la policía. Pero en realidad era un familiar de Jean Paul que quería un encuentro conmigo», continuó.

El encuentro se concretó. La familia tutora del niño había resuelto que fuera ella quien lo cuidara de ahí en adelante. Y allí empezó un nuevo derrotero donde la burocracia haitiana estuvo presente y las dificultades no fueron escasas. «A través de Acción Social de Haití logré empezar a tramitar la tenencia y ver cómo podía hacer para adoptarlo. Nos fuimos a vivir a una casa que a través de las misiones de la caridad pudimos conseguir», dijo Lorena.

Finalmente, con autorización de la justicia de Haití, en 2018 madre e hijo se trasladaron a Neuquén y un año después, Lorena inició los trámites de adopción en Haití, «cumpliendo con todos los requisitos que se me exigieron, pero dificultándose la resolución del caso por el estado de guerra interna». Ella tenía una guarda judicial del menor que establecía un período límite de permanencia del niño en Argentina, vencido el cual Jean Paul tenía que regresar a su país de origen, con un único destino: un orfanato.

A esta instancia, Lorena recurrió a la justicia de Neuquén en busca de ayuda y de allí salió este fallo de la Cámara de Apelaciones que se convirtió en un precedente importante en materia de derechos de las infancias y protección de niños migrantes en situación de extrema vulnerabilidad.


Qué dice el fallo


La Justicia resolvió que el niño haitiano de 8 años «podrá continuar viviendo en Argentina bajo el cuidado de su tutora especial, con quien mantiene un vínculo socio afectivo desde los seis meses de vida». La decisión se fundamentó en el interés superior del niño y en la grave crisis económica, institucional y humanitaria que atraviesa Haití, «la cual imposibilita su retorno seguro y el avance de su proceso de adopción en ese país».

En este proceso fue clave el rol de la Defensora Pública Civil, Verónica Berzano, quien se puso al hombro y al alma el caso de Jean Paul y Lorena. Fue contundente al dejar constancia de que el regreso del pequeño a su país natal, «resultaría contraria a los principios de protección integral de la infancia, exponiéndolo a una situación de extrema vulnerabilidad».

Paralelamente, el Registro Único de Adopción de Neuquén, dispuso la inscripción definitiva de Lorena como «pretensa adoptante» del niño, constatando que «posee capacidades parentales y las condiciones fundamentales para continuar al cuidado del niño y su consecuente adopción. Existe un vínculo parental entre madre e hijo».

La resolución reconoció la importancia del lazo socio afectivo y el impacto que una separación podría tener en su desarrollo emocional, afectivo y social del niño. La Cámara enfatizó la «necesidad de garantizar estabilidad y continuidad en su entorno, priorizando su bienestar sobre cualquier formalidad jurídica que pudiera perjudicarlo».

La sentencia le otorgó además a Lorena una representación legal suficiente para actuar en nombre del niño y velar por sus derechos en el ámbito administrativo y judicial, lo que le permitirá gestionar su documentación argentina, su ingreso a la educación formal y a servicios de salud.


Quien es Jean Paul, según su mamá


Quien puede definir a Jean Paul es su madre. «Es un milagro», fue lo primero que mencionó. Es que todo en su vida fue un milagro. A días de haber nacido, encontrándose en un hogar de caridad, tuvo un infarto. Los médicos lo dieron por muerto. «Estuvo muerto cinco minutos», dijo Lorena. Una enfermera monja no quiso aceptarlo, le colocó una máscara de oxígeno a los pocos minutos el pequeño comenzó nuevamente a respirar, según relató su mamá.

El otro milagro es que esa madre y ese hijo se hayan encontrado en la vida y lograr esa conexión primera. Hoy a sus 8 años, Lorena define a Jean Paul como «un niño alegre, inquieto, curioso pasional. Todo lo que hace lo hace con pasión. Aprende muy rápido, le gusta ser compañero de sus compañeros y es líder», dijo.

El próximo 13 de mayo, Jean Paul cumple años. Una de sus pasiones es el fútbol. Todas las semanas entrena a full en un club de la ciudad de Neuquén. El junto a su madre tienen un sueño: «que el día de su cumpleaños pueda recibir un mensaje de Lio Messi», parece un montón pero a veces los milagros suceden y de eso Jean Paul sabe y mucho.



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