La Patagonia me mata: el misterio de la tranquera que se abre y se cierra sola en Comallo

La tarea que fastidia en los campos es tener que bajarse del vehículo para abrir y cerrar tranqueras. Pero, en un campo en cercanías de Comallo, en la Línea Sur de Río Negro, hay una muy especial... demasiado especial.

Quién transita los campos de la región sur sabe que debe proceder a abrir y cerrar las tranqueras que separan establecimientos y cuadros. Tarea por demás fatigosa y para el neófito que no conoce su funcionamiento es tarea harto difícil, dado los diferentes cierres de las mismas, más problemática una que otra y que provoca las risas y las burlas de los que son del lugar.


Pero, en cercanías de la localidad de Comallo, hablando de tranqueras, sucede un hecho por demás misterioso y que mete miedo. El amigo Valdis Drebnieks en su ameno libro “Cuentos y anécdotas” ambienta este sucedido bajo el título de “Tranquereando” Dice Valdis que:

“El taxista rural de nombre Marciali, debía llevar un pasajero a una población rural, alejado del pueblo.
Aquella noche de luna llena, luego de buscarlo en la estación del Tren patagónico de Comallo, recorrieron unos 35 kilómetros de camino vecinal entre los cerros hasta llegar al lugar.


Habiendo dejado al hombre en su casa, comenzó el viaje de regreso entre los cañadones y mallines del sinuoso camino, teniendo que abrir y volver a cerrar una docena de tranqueras (es que al viajar solo ya tenía que detener la camioneta para efectuar esta tarea que es costumbre y compromiso de quienes transitan por esos lugares) y cansado de bajar y subir a cada rato del automotor, otra tranquera de pronto se le aparece enfrente, diciendo Marciali para sí mismo: -¡Hay mamacita otra más!- pensando en su madre, una mujer sabia y originaria de esta tierra que tenía poderes y conocimiento de curandera, respetada y querida por quienes la conocieron.


En ese preciso momento vio y escuchó el ruido de cómo caían las gruesas cadenas que sujetaban la tranquera, abriéndose la misma a su vista, por lo que dijo solo un: -¡Ah bueno, gracias! en su pensamiento, tras lo cual después de cruzar, estaciona la camioneta dejándola en marcha unos instantes, bajó de la misma y al dirigirse para cerrar la tranquera, se sorprendió viéndola que ya estaba cerrada con la cadena puesta sobre el poste.


Continuando su viaje pensaba en el increíble suceso que había vivido, hasta que llegó a su casa.
El protagonista relató con buena onda, que lo descripto era lo único realmente fantástico que pudo experimentar en los más de 40 años de taxista y fletero en esa zona de la querida Línea Sur rionegrina”.
Como consejo para los puebleros que viajan a las zonas rurales por caminos vecinales: jamás sentarse al lado de la puerta del acompañante porque le tocará indefectiblemente abrir y cerrar las tranqueras del camino.


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