La magia del tándem: por qué pedalear de a dos es un método poderoso para el desarrollo de personas con discapacidad

A través de distintos programas, la Asociación Civil Empujando Límites promueve el uso compartido de esta bicicleta entre quienes tienen una discapacidad intelectual o sensorial y quien no. La iniciativa es de Juan Zemborain, quien logró conectarse con su hijo Santiago, que tiene autismo, gracias a las tándem. “Hacen pedalear a quien no puede hacerlo solo y permiten pasar momentos únicos más allá de las diferencias”, dice sobre su historia, que inspiró casos similares en otras partes del país.

Yo me autopercibía ‘chancleta’, porque no servía para ningún deporte”, cuenta con humor Ángel Rocha. “Recién ahora, a mis 34 años, vengo a descubrir el tándem y creo que por fin podré decir con orgullo que soy un abogado deportista”, agrega. Ángel es ciego de nacimiento, en el colegio detestaba educación física, probó maratón y otros deportes adaptados pero nada lo entusiasmaba. De chico, en el patio de su casa, andaba en bici con cuatro mini ruedas y eso sí le gustaba.

Hace poco, al salir de su trabajo en el Registro Ccivil de Las Heras, provincia de Buenos Aires, unos amigos le hablaron de la Asociación Civil Empujando Límites. “Me contaron la historia de sus fundadores: Juan Zemborain y su hijo Santiago, con autismo, y de cómo el tándem les había cambiado la vida. Después me enteré de que Empujando Límites había donado una de esas bicicletas dobles al Team de Cicloturismo Las Heras Bikes para que personas con discapacidad la usen gratuitamente. Fui, lo probé con un guía voluntario. No me quería bajar”.

Un tándem es una bicicleta con asiento y pedales dobles, que permiten a dos personas manejarla. Una persona hace de conductor, con el comando del manubrio, frenos (algunas tienen cambios), y un tripulante trasero acompaña de manera sincronizada con el pedaleo. Se arma un equipo en el que ambos integrantes comparten salidas y experiencias sumamente enriquecedoras para los dos. Este tipo de vehículos es ideal para que personas con discapacidad visual o de otro tipo puedan practicar ciclismo adaptado.

Una bicicleta de a dos tiene el poder de hacer pedalear a quien no puede hacerlo solo y también tiene la magia necesaria para que dos personas puedan pasar momentos únicos, haciendo deporte sin importar las diferencias entre ambas”, explica Zemborain, quien encontró en el ciclismo adaptado su propia receta para ser feliz junto a su hijo y quiso compartirla con otras familias con personas con discapacidad que, como le pasó a él antes del tándem, no encuentran caminos para disfrutar y conectar con sus hijos. 

Así, en el año 2020, nació Empujando Límites con una misión clara: fomentar la actividad física a través del uso del tándem como un elemento de inclusión social, recreativa, deportiva, terapéutica y de rehabilitación para las personas con algún tipo de discapacidad y sus familias. 

Juan y Santi en un alto en el camino durante la travesía del cruce de los Andes. (Imagen: gentileza Empujando Límites. Intervenido por Marisol Echarri)

La asociación promueve diversos programas. Entre ellos, el Programa de Inclusión, que consiste, por un lado, en clínicas de iniciación de tándem. Son encuentros en algún vial o lugar apto y seguro para ciclismo. Los voluntarios asesoran, enseñan o acompañan para que las personas con discapacidad vivan la experiencia de pedalear. Ya se han hecho seis clínicas, con un promedio por encuentro de unas 25 personas con discapacidad más sus familias. 

A su vez, a través del Programa Embajadores buscan llegar a cada pueblo y rincón del país, mediante gente con vocación de compartir, difundir la actividad y el espíritu de Empujando Límites en su propia comunidad. “Buscamos generar una comunidad de superación, en donde una familia motive a la otra a empujar sus propios límites. Detrás de un tándem siempre hay una historia conmovedora de transformación personal y familiar”, explica Zemborainy cuenta, por ejemplo, que recibió un mensaje de una mamá de Tucumán con dos hijos con autismo. Se inspiraron con su historia y consiguieron armar un tándem propio soldando dos bicicletas. “De ese tipo de historias tenemos muchísimas. Por eso es imposible medir el impacto real de nuestras iniciativas”, explica. 

Para obtener números fehacientes han diseñado Experiencias, el sistema de Empujando Límites para registrar cada salida en tándem de la Argentina con personas con discapacidad.  Al finalizar cada clínica o después de haber pedaleado en algún tándem vinculado a la asociación, quienes hayan participado deben contar la experiencia con el recorrido, duración, sacarse una foto y subirla a la web a través de un link que provee la asociación.

Además, participan en carreras de ciclismo con el fin de abrir nuevas puertas, ganar visibilidad y que las personas con discapacidad puedan participar en todas las disciplinas (MTB, ruta, triatlón). También ofrecen el Programa Terapéutico, para que cada vez más profesionales de la salud aprendan a utilizar la bicicleta doble con sus pacientes estimulando diversos aspectos que van desde lo físico, la postura, la coordinación, la autoestima, la tolerancia a la frustración o lo emocional.

El equipo de colaboradores de Empujando Límites durante una de las clínicas pospandemia. Andar en bicicleta fue una de las primeras actividades al aire libre permitidas. Fue una fiesta para personas con y sin discapacidad. (Imagen: Empujando Límites. Intervenido por Marisol Echarri)

La asociación se financia a través de donaciones de fundaciones, empresas y los pushers, que son las personas que donan todos los meses con su tarjeta de crédito.

Todas las actividades se llevan a cabo gracias a voluntarios, amantes del ciclismo y comprometidos con la causa. Entre los voluntarios de la última clínica realizada en el vial costero de Vicente López (en la zona norte del conurbano bonaerense) estaba Daniel Zuber, activista por la inclusión de personas con discapacidad y fundador de la ONG Buceo Sin Barreras. “A través del deporte abrimos un universo de inclusión que no está contemplado en otros ámbitos. Con un tándem, por ejemplo, permitimos que personas que no sabían que podían realizar la actividad encuentren un espacio para compartir con hijos, amigos o familiares con discapacidad y eso es transformador. Para nosotros, es compartir felicidad”, dice Daniel.


Una historia que trascendió fronteras


Juan Zemborain es papá de Anita y Santiago. Con el diagnóstico de autismo de su hijo menor, sintió que  la oscuridad lo invadía. “Mis sueños de jugar, divertirme y viajar con él se desmoronaron, así como mi futuro profesional como arquitecto y tantas otras cosas que venía proyectando. Como todo el mundo, quería tener éxito. En cambio, me vi corriendo detrás de Santi sin poder comunicarnos, sin saber qué hacer”, recuerda. 

Verlo pedalear en un triciclo y luego en una bici con rueditas fue como una lucecita en medio del túnel, un indicio de que había algo que a Santi le gustaba, le hacía bien y que tal vez, en un futuro, podrían disfrutar juntos. El problema fue que Santi no podía o no quería frenar su pedaleo, lo que representaba un gran peligro. A sus 12 años, el descubrimiento del tándem fue un antes y un después. Empujando los límites, siempre un poquito más en cada salida, padre e hijo se lanzaron a entrenar, primero en vacaciones en las playas de Chapadmalal. Después se probaron en otros terrenos: las sierras de Olavarría, el norte argentino (Humahuaca, Purmamarca, los valles Calchaquíes), el sur (Bariloche, Esquel, El Bolsón). Al mismo tiempo adquirían nuevas prácticas y habilidades, como armar una carpa, buscar los lugares para dormir, cocinar a la intemperie, etc. Fueron pasos necesarios para hacer realidad una promesa “delirante” que Juan le había hecho a Santi cuando buscaba motivos para salir adelante: cruzarían juntos y en tándem la Cordillera de los Andes a sus 15 años. En marzo de 2019, partieron desde San Martín de los Andes dispuestos a cumplir su travesía con Anita, tres camarógrafos, un sonidista y un dron. Fueron ocho días pasando frío, calor, días lindos y de lluvia, durmiendo en carpa, refugios, hosterías y cabañas para llegar al océano Pacífico, dos días antes de que Santi cumpliera 16 años.

La historia se viralizó. Los Zemborain aparecieron en casi todos los medios nacionales. Y entonces fueron por más: se propusieron mostrarle al mundo del ciclismo en general, pero también a la sociedad, lo que una persona con discapacidad puede lograr cuando cuenta con los apoyos y las herramientas necesarias. La cosa se dio así: durante la pandemia recibieron un llamado de España en el que los organizadores del concurso Where is the limit? (¿Dónde está el límite?) les proponían postularse con algún desafío deportivo. Concursaron para hacer el Camino de Santiago de Compostela. Fueron los únicos no españoles en presentarse y ganaron. Recorrieron 800 km en 13 días y con un ritmo de 70 km diarios, llegaron a Santiago de Compostela. “Yo que pensé que la condición de discapacidad de mi hijo me había robado mis sueños, resultó que él me los devolvió todos, de una manera distinta y sin duda mucho mejor. Gracias a mi hijo aprendí a viajar de otra manera: más despacio, en bici, sin vidrios en el medio. Lo que vivimos ahora no estaba ni en mis mejores sueños de hace 20 años. Me cambió física, emocional y espiritualmente” —cuenta Juan y concluye con su fórmula mágica de la felicidad—: Yo hago lo que me hace feliz a mí, que es lo que lo hace feliz a él y juntos armamos un gran equipo”.  

El abogado Angel Rocha, ciego de nacimiento, viajó desde Las Heras (provincia de Buenos Aires) junto a su guía para participar de la 6.a clínica de Empujando Límites, en el vial costero de Vicente López. (Imagen: gentileza de Daniel Zuber. Intervenido por Marisol Echarri)

El bien de uno es el bien de todos


Si algo caracteriza a los Zemborain es la perseverancia. Más allá de los logros del equipo que integran padre-hijo, el gran sueño de la asociación es que en cada pueblo y ciudad de la Argentina haya uno o más tándems a disposición de personas con discapacidad y sus familias. Gracias a donaciones de dos grandes fundaciones de ciclismo ya han conseguido 30 para entregar a centros de día y terapéuticos, familias, bicicleterías ubicadas en lugares estratégicos y grupos de cicloturismo, entre otros, dispuestos a compartirlos y a promover su uso como herramienta de inclusión, terapéutica, deportiva y recreativa. 

“Donamos en La Rioja, Mendoza, Córdoba, Neuquén, Río Negro, Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires bajo la figura de ‘donación con cargo’; esto significa que tienen que usar las bicicletas dobles asumiendo ciertos compromisos, como llevar el casco, que sean para disfrute, mantenerlo en condiciones, para compartirlo y promover su uso”, cuenta Zemborain. 

Uno de estos tándems tuvo como destinatario a la agrupación de personas ciegas Tándem Norte, que desde hace unos años se reúnen todos los sábados por la mañana en el vial costero de Vicente López para generar integración social mediante el deporte y mejorar la calidad de vida de todos los intervinientes (guías, guiados, voluntarios y acompañantes) en un entorno saludable y en un marco de esparcimiento al aire libre. “Descubrimos que esta actividad nos brinda tanto a ciegos como al resto de las personas una oportunidad de desarrollo personal, fomenta la construcción de vínculos sociales y abre la posibilidad de incluir y compartir experiencias diferentes”, cuenta Sandra Dajnowski, coordinadora de la agrupación. 

Esta gran movida en torno a una bicicleta comenzó hace 19 años con un papá desesperado buscando caminos para mejorar la calidad de vida de su hijo. La historia que se fue construyendo al andar, por senderos inesperados, y es cada vez más expansiva e inspiradora. “El tándem fue la herramienta para que Santi pudiera conectar conmigo y con el entorno, lo fortaleció en su autoestima, la gente lo alienta, lo reconoce, lo felicita. Estos avances no hubieran sido posibles si se quedaba encerrado, haciendo terapias. Hoy es un gigante de 1,86 con 78 kilos, es un referente para muchas familias —reflexiona Juan— Y en cuanto a mí, yo era un gordito que iba atrás de él, muerto de miedo. Siempre admiré a madres y padres de chicos con discapacidad que armaban organizaciones sociales para luchar por los derechos de sus hijos. ¿Cómo lo hacían, me preguntaba, si yo no podía ni conmigo mismo? Y sin darme cuenta entré en la misma. Cuando hay cosas que te hacen bien y las compartís, hacés el bien a los demás”. 


Este contenido fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica como parte del programa ‘Periodismo Humano’, una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN



Certificado según norma CWA 17493
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Certificado según norma CWA 17493 <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios