La huerta como una forma de cultivar una mejor comunidad
En la provincia hay miles de familias que se dedican a trabajar sitios de siembra y cosecha. Los participantes cuentan sus experiencias y el apego que genera sentirse parte.
Trabajar en la tierra en huertas protegidas o en espacios del hogar es una labor que hacen más de 9.000 familias. Son espacios impulsados por el Proda para ofrecer alimentos orgánicos, espacios de socialización, acompañamiento técnico, y hasta un ingreso económico.
“Es una experiencia hermosa. Es comunitario y se hace un grupo muy lindo”, manifestó Loana Macedo, emprendedora de la huerta Terrazas del Neuquén.
“Siempre me gustaron las plantas, y pasé caminando, vi el cartel, y justo ese día arrancaba una reunión con la ingeniera en la huerta. Fui, me dieron un bancal y mirá la producción”, dijo mientras señala sus plantines expuestos en la globa de agricultura familiar que se instaló por tres días en calle Olascoaga.
Vendía plantines de caléndulas a 25 pesos, florales a 30 ó 40 pesos, cactus a 50 pesos, y tomates a 20 pesos.
Empezó su actividad en la huerta con tomates, ají, morrones y “después con florales como caléndulas que son repelentes naturales”.
El ingeniero agrónomo Ignacio Pastawski acompaña el trabajo en las huertas protegidas del Centro de Salud Sarmiento I y la del hospital de Centenario, que se iniciaron hace seis años atrás.
“Se trabaja con pacientes y con gente de la comunidad de forma integrada”, apuntó
De ese espacio destacó que cuando “cada uno llega a la huerta están todos en la misma situación, y se trabaja en forma horizontal, no hay un vínculo vertical entre el paciente y el profesional de la salud”.
“El trabajo en la tierra genera un atractivo muy grande y pacientes que se sumaron hace cinco años atrás siguen hasta el día de hoy. Y lo toman ya como una rutina encontrarse con los profesionales en un espacio donde se comparte, y no solo es el hecho de producir en la tierra, sembrar, cosechar, sino que tiene que ver con compartir y comer juntos, y eso lo hace mucho más integral”, expuso .
Dijo que hay un staff de 15 personas que asisten regularmente entre ambos espacios y otros que van de manera rotativa.
“Hay un caso muy fuerte de una persona (Miguel) que tuvo problemas con diabetes. Le tuvieron que amputar la pierna. Siguió yendo. Después tuvieron que amputarle la otra pierna. Va a la huerta y hace las actividades. Va en silla de ruedas y hace toda la parte de almácigos”, destacó.
Hace cinco años que va y “es un eje fundamental y todos dependen que él haga las bandejas de speedling para que funcione bien la huerta”.
Pablo Betesh, tiene un bancal en la huerta El Hornero, en barrio Don Bosco II.
Destacó que como son huertas comunitarias se socializa y “se intercambian semillas y saberes”.
Es traductor de francés e inglés. Lo acompañan en las labores en la huerta una amiga y su hijo Valentín de 20 años que estudia agronomía .
“Son plantas que están libres de cualquier tipo de agroquímicos. Uno las cosecha a las tardecitas que es el mejor horario, y las come en la noche, y eso es una enorme ventaja”, contó.
Después está la diferencia económica”, remarcó Pablo.
“La huerta requiere un cuidado diario, en esta época del año todavía más. Una hora y media o dos mínimo por día”, comentó.
“Nosotros trabajamos sobre todo plantas medicinales”, precisó.
“Se generan lazos muy fuertes. Hay pacientes psiquiátricos, familiares, nutricionales, y otros”.
Ignacio Pastawski acompaña las dos huertas protegidas de Centenario.
Agricultura familiar
Asistencia técnica, espacio e insumos para arrancar
“Tiene que ver con que las familias neuquinas comiencen a alimentarse de otra manera con el no uso de agroquímicos. Con dignificar el trabajo, donde los chicos ven a sus padres trabajando. además que estos agricultores urbanos que hace poco tiempo tenían poco que ver con el contacto con la tierra, hoy no solo se están alimentando de otra manera sino que están comercializando sus productos”, señaló Ariel Zabert, director del Proda en Neuquén.
“Si tienen destreza o conocimiento es secundario. Les vamos a enseñar, dar los insumos básicos que tiene que ver con la semilla, con el espacio físico, o algún elemento vinculado al compostaje”, marcó y enfatizó que lo fundamental es que “tengan ganas de trabajar la tierra”. Explicó que la asistencia técnica que brinda el Proda “siempre es grupal”. Por este motivo “se diseñan estos espacios para que la gente se congregue una o dos veces por semana, produzca el conocimiento y si además lo quiere hacer en su casa lo haga”. Las metodologías van cambiando según la necesidad de cada zona. “Por ejemplo Guañacos, tiene 35 invernaderos, y ahí se encontró un nicho de gente que quiere trabajar la tierra y tiene que hacerlo en espacios protegidos por el aspecto climático”. Insistió que una de las claves del programa es que se los acompañé y asiste técnicamente. Cuando comienzan entregan un kit básico de semillas orgánicas con 15 especies para una temporada, y otras 15 especies para el otro momento del año. Entre las especies hay algunas “no convencionales” diferentes a las tradicionales y “que se dan bien en la Patagonia Norte”. Ejemplificó que se comenzó con el kale, un superalimento.
El año pasado apareció el kale o el Akusai, después hay especies de tomate perita color azul o amarillo, acelgas tricolor, alcaucil e hinojo entre las nuevas.
Datos
- “Se generan lazos muy fuertes. Hay pacientes psiquiátricos, familiares, nutricionales, y otros”.
- 9.000
- familias llevan adelante alguna producción de agricultura urbana, a través del Programa de Desarrollo Agroalimentario.
- El año pasado apareció el kale o el Akusai, después hay especies de tomate perita color azul o amarillo, acelgas tricolor, alcaucil e hinojo entre las nuevas.
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