La historia del médico de Jujuy que llegó a Río Negro en remisse buscando una oportunidad

Recién recibido, Jorge necesitaba un trabajo y una obra social luego de ser diagnosticado con cáncer. Así emprendió una aventura hacia Roca, para hacer una residencia en plena pandemia. El joven, quien se bancó la carrera como músico callejero, se recibió en junio.

Ese joven artista que supo conquistar en las peatonales de La Rioja, es hoy un médico cálido y humano en Río Negro, aferrado a sus pacientes, dedicado con minuciosa pasión al diagnóstico por imágenes de las enfermedades más comunes y complejas.  

En estos cortos pero intensos 35 años, la vida de Jorge Antonio David Flores no fue más que un conjunto de sucesos que increíblemente lo situaron en estas latitudes, a 2006 kilómetros de su casa. Si tuviera que desafiar al destino, ni el mismo se hubiera pensado tan lejos y tan agradecido, a pesar de las adversidades.  

Nació en San Salvador de Jujuy, en una familia carente de figura paterna. Con el sacrificio y el trabajo de su madre, él y sus dos hermanos pudieron crecer con oportunidades y llegar a la universidad. Conoció la música de niño, el folclore que a los 12 años le regaló a su primer amor, la guitarra.  

La muerte inexplicable de su abuelo lo llevó a estudiar la carrera de medicina motivado por conocer los porqués de la salud y el cuerpo humano. Inició su carrera de grado en la Universidad Nacional de La Rioja y a los 30 años, en el 2019, se recibió de médico. Jorge costeó gran parte de su carrera con el dinero que le aportó la gente en la calle y en los bares, siendo un artista callejero. 

«Mientras estudiaba medicina me bancaba económicamente, laburando en las peatonales. Toco la guitarra y canto. Ponía la cajita y le gente me colaboraba. Por eso yo ayudo mucho a los chicos que están haciendo música en la calle”, contó a Diario RIO NEGRO.  

La pandemia, un antes y un después en su vida


La llegada de la pandemia de covid-19 en 2020, le deparaba los más grandes desafíos que atravesó y aún atraviesa. En abril de ese año, tras unos chequeos de rutina y una lesión, le diagnosticaron cáncer de piel, una enfermedad contra la que aún lucha a diario.  

Al poco tiempo de enterarse de su situación de salud, recién recibido de médico y en plena emergencia sanitaria; Jorge recibió un llamado que le cambiaría la historia: fue convocado para ingresar a la residencia en el sanatorio Juan XXIII de Roca. El médico que había quedado en segundo puesto en el concurso dejó su lugar vacante por no poder ocupar el cargo y era Jorge el que seguía en el orden de mérito, quien había quedado tercero de 16.  

Aceptó sin dudarlo a pesar de estar realizándose estudios y tratamientos oncológicos en La Rioja. En mayo se sometió a una cirugía y en junio tenía que empezar la residencia. Desde la institución rionegrina iniciaron con modalidad virtual, pero llegó un momento en el que tenía que estar presente. Sin dinero, sin medios de transporte y en pleno Aislamiento Social Obligatorio (ASPO), Jorge no tenía forma de llegar a Río Negro desde Jujuy.  

“No dudé ni un minuto, dije que sí porque todas las operaciones que yo me tenía que hacer estaban siendo costosas, no tenía obra social, me tenían que hacer resonancias, tomografías y en ese momento las pagaba mi tío que tenía buen ingreso económico (…) El me ayudó, pero me daba cargo de conciencia”, recordó Jorge sobre aquellos tiempos tan difíciles. «Tenía miedo de que me rechacen por el tema de mi salud”, reconoció. 

Una odisea en taxi: 2006 kilómetros


El ingenio se apoderó de él y se le ocurrió la insólita idea de viajar en un remisse, ya que los colectivos y aviones de larga distancia estaban fuera de servicio. Se lo planteó al sanatorio y aceptaron. Le dieron un permiso para circular como personal de salud y allí empezó la aventura que costó 50.000 pesos en aquel momento: atravesó seis provincias con un chofer desconocido en un auto, 36 horas de viaje con lo puesto y una mochila cargada de anhelos.  

Recuerda como toda su familia estaba preocupada el día que partía a la Patagonia. Lo llevaron hasta el límite con Salta, donde abordaría el remisse que lo traería a Río Negro. 

Así fue como por necesidad de un trabajo y una obra social para atender su salud -y sin oportunidades en el norte- Jorge emprendió un largo e incierto viaje en julio de 2020 hacia “el sur”, un territorio totalmente desconocido para él. Solo sabía que en Roca lo esperaban con los brazos abiertos para empezar a trabajar y formarse.  

Atravesó muchos controles en el camino, 10 días de cuarentena al llegar y alistarse para empezar a trabajar. Una colega lo recibió en su departamento.

En estos cuatro años de residencia, además de trabajar y formarse incansablemente, Jorge viajó a Bariloche, a Córdoba y pasó por distintos especialistas para abordar su propia enfermedad

“Todavía no podemos solucionar el problema”, contó pero se está ocupando de su salud, ya que el cáncer está en una región compleja. Hoy Jorge cuida su salud mientras cuida la de los demás con una especial empatía por los pacientes oncológicos, a quienes también acompaña desde lo humano.  

Nuevos horizontes


Ahora, tras recibirse de médico especialista en Diagnóstico por Imágenes en el sanatorio Juan XXIII de Roca, busca nuevos horizontes en Río Negro o Neuquén, en cualquier ámbito que lo posicione siempre cerca de los pacientes. 

«Mi idea siempre fue reforzar un poco el sistema de salud en Jujuy con la experiencia que uno va adquiriendo. Tuve la suerte de rotar en el Hospital Garrahan (…) en el Centro Oncológico Integral (COI) en Neuquén», contó y próximamente se prepara para una última rotación en Córdoba hasta el 2 de agosto. 

Seis residentes egresados  


Jorge finalizó su residencia en el Sanatorio Juan XXIII con un emotivo acto en Roca, el día 7 de junio, junto a otros seis médicos de distintas especialidades.

Sonia Ampuero y él, terminaron la residencia de Diagnostico por Imágenes, Génesis Molina, la de Clínica Médica, Nair Baracat y Gianfranco Bosque de Cardiología y Janka Latosinski, de la especialidad Cirugía. 


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