La historia del científico sirio que desembarcó en Bariloche y tras la caída del dictador Asaad, evalúa volver
Hisham Abdul Hai llegó al Instituto Balseiro en 2011 para hacer un posgrado, pero la guerra civil de su país lo llevó a quedarse. Hoy trabaja en Invap.
Durante el fin de semana pasado, durmió apenas cuatro horas. Seguía las noticias minuto a minuto, a través de Telegram y del canal de noticias Al Jazeera. La comunicación con su hermana, desde Damasco, era permanente. Primero sintió temor por su familia, pero a la vez lo invadió la esperanza de saber que una etapa de pánico y violencia podía llegar a su fin. Cuando confirmaron la caída del presidente de la República Árabe Siria, Bashar al Assad, Hisham, emocionado, supo que era el momento de festejar.
Este sirio llegó a Bariloche en febrero del 2011 para hacer su posgrado en el Instituto Balseiro. Un mes después, su país se vería envuelto en un escenario de violencia y crudeza que lo hicieron desistir de regresar. Su propia familia le sugirió que no lo hiciera porque el riesgo era cada vez mayor.
La guerra civil en Siria comenzó después de que el régimen de Al Assad reprimiera violentamente las protestas pacíficas que estallaron en el país durante la Primavera Árabe en 2011.
«Desde los 60, hay un solo partido político y desde los 70 hasta ahora, tuvimos dos presidentes que provienen de una sola familia: el padre que ya falleció y su hijo. Cuando arrancó la primavera árabe, la gente empezó a protestar para pedir más derechos, más libertades. Nadie sabe qué significa la palabra democracia en Siria. Al gobierno no le gustó y respondió usando armas, el ejército y sus aliados rusos y iraníes», comenta Hisham Abdul Hai.
A fines de 2019, recalca, «la guerra se acabó, los bombardeos se terminaron. La mayoría de los opositores, los llamados rebeldes, fueron llevados al norte. Hubo cuatro millones de desplazados, gente muy pobre que quería un cambio, pero llegó a un acuerdo a cambio de alto el fuego. El régimen pensó que no iban a hacer nada, pero uno nunca se olvida de su país».
La primera semana de noviembre, «el gobierno, con su aliados rusos, volvió a bombardear la zona donde estaban los rebeldes que, esta vez, decidieron responder. Nadie puede entender la velocidad de la respuesta: en dos o tres días recuperaron el 30% del país. El 8 de diciembre, cuando anunciaron que Assad había huido del país ya no pude dormir«.
Hisham hace hincapié en que Assad perdió el apoyo de Rusia e Irán. «Rusia estaba centrada en el conflicto con Ucrania e Irán, en Israel. La familia quedó sola. Los rebeldes no entraron preparados ni organizados. Eran muchos grupos separados, pero con un solo objetivo».
Cuando los rebeldes se fueron acercando a Damasco, señala, en un primer momento sintió miedo por su familia. Les pidió a sus padres y hermanos que permanecieran en sus casas porque podría desatarse un conflicto armado. Y que se mantuvieran informados. Finalmente llegaron a la capital de Siria y Hisham supo que «todo había terminado y que al presidente le quedaban apenas unas pocas horas».
A las 12 de la noche, cuando anunciaron la noticia de que Asaad había huido, estaba despierto siguiendo todo. Al día de hoy, pienso que es un sueño y no quiero despertarme»,
Hisham Abdul Hai, sirio de 38 años.
Una beca que permitió salir del país
Hisham obtuvo una beca por dos años para hacer un posgrado en el Instituto Balseiro porque el director de la Comisión Atómica de Siria era muy allegado al entonces director del organismo de Bariloche. De Argentina, solo conocía el mate y la ciudad de Buenos Aires.
«Justo ese año, había un grupo de chicos de Arabia Saudita haciendo un curso en inglés; de modo que no era necesario que supiera español. En ese momento, mi idea era terminar mis estudios y volver a mi país», comenta este ingeniero mecánico nuclear que hoy tiene 38 años.
Sin embargo, a fines de 2012, la situación empeoró en Siria. De modo que la idea de volver se diluyó por completo. «Mi familia me dijo que me quedara. Siria era cada vez más peligroso por los bombardeos y los secuestros», relata. Recordó que, en junio de 2012, su hermano de 16 años fue secuestrado por un grupo armado al regreso del colegio. «No sabemos si fue el gobierno, pero mi hermano no apareció más. Agarraban a cualquiera que anduviera por la calle con la idea de generar miedo. Yo soy de Damasco que tiene 50 mil habitantes. En 2014 fue 100% destruido. No quedó nada», menciona.
Cuando terminó su posgrado, Hisham consiguió trabajo en el área de seguridad nuclear en Invap. Nunca estudió español aunque lo habla a la perfección. Asegura que lo aprendió hablando con la gente, solo tomó algunos cursos on line. En estos años, viajó por distintos rincones del país, aprendió a esquiar y es fanático del trekking. Toma mate, pero asegura que lo hace desde que vivía en Siria.
«Siria es el país que más importa mate. Es uno de los únicos países, por fuera de Latinoamérica, que toma mate. En mi familia, nadie lo tomaba, pero cuando mi hermano más chico hizo el servicio militar, se juntaba con chicos de otras ciudades que tomaban mate. Así empecé a compartir mate con él», cuenta.
Argentina, admite, le pareció un país diverso, donde «es muy fácil hacer amistades». También cree que la cultura argentina es muy similar a la siria en relación a «los vínculos familiares y la forma de hablar». «La cultura argentina es la versión occidental de la cultura siria«, resume.
La decisión de regresar
Según el Observatorio de Derechos Humanos, hay alrededor de 500 mil muertos y desaparecidos en Siria y 10 millones de refugiados y desplazados. «Estuvimos 60 años bajo el control de una sola familia. El padre estuvo desde 1971 y murió en 2000. Su hijo estuvo desde ese año hasta el 8 de diciembre», plantea.
Con la caída de Assad, Hisham evalúa regresar a su país, pero es cauto. Se propuso esperar a marzo para comprar los pasajes hasta saber si las autoridades avanzarán en la nueva Constitución y en la convocatoria a elecciones.
«Dejar 10 años de trayectoria en un lugar no es fácil. Tengo muchas cosas para evaluar. Claro que extraño. Extraño mi familia, mis seres queridos, Damasco, las calles y su arquitectura. También el aire, la sierra, la comida. Todos mis amigos se fueron a otros países. No quedó nadie«, explica.
Y vuelve a referirse a Damasco con un dejo de nostalgia: «Es la ciudad más antigua del mundo. Tiene arquitectura de todas las épocas de la humanidad. Ruinas de los romanos, persas, hay una mezquita de hace 800 años. Uno siempre tiene mucho amor por su ciudad. Antes de esta guerra era un destino turístico, pero la gente dejó de ir. Seguramente, ahora vuelva a serlo«.
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