La epidemia de soledad se extiende: 10 acciones para combatirla con el remedio de la conexión social

Un comunicado del cirujano general de Estados Unidos acaba de alertar sobre el impacto devastador de la epidemia de soledad en su país, aunque el problema es prácticamente global. Además de una agenda de salud pública orientada a minimizar sus efectos, hay acciones que podemos hacer a nivel individual, como reducir las distracciones del celular, practicar la gratitud y participar en grupos comunitarios.

La soledad y el aislamiento están extendiéndose al ritmo de un brote epidémico.

Las tecnologías digitales llegaron para facilitarnos muchas tareas tan indispensables como tediosas. Para “ir” al supermercado, “viajar” al trabajo, “visitar” al médico o hacer trámites ya no hace falta salir de casa, solo basta con tener conexión a internet. Sin embargo, este nuevo mundo que hemos construido no ha llegado sin efectos adversos: la soledad y el aislamiento están extendiéndose al ritmo de un brote epidémico.

De hecho, un comunicado de salud nacional emitido por el cirujano general de Estados Unidos, Vivek Murthy, acaba de alertar sobre el impacto devastador de la epidemia de soledad en su país.

“Incluso antes del inicio de la pandemia de COVID-19, aproximadamente la mitad de los adultos estadounidenses declararon experimentar niveles mensurables de soledad. La desconexión afecta fundamentalmente a nuestra salud mental, física y social. De hecho, la soledad y el aislamiento aumentan el riesgo de que las personas desarrollen problemas de salud mental a lo largo de su vida, y la falta de conexión puede aumentar el riesgo de muerte prematura hasta niveles comparables a fumar a diario”, dice el aviso firmado por Murthy.

El documento publicado por el ente estadounidense detalla que las consecuencias para la salud de una conexión social deficiente o insuficiente incluyen:

– Un 29 % más de riesgo de enfermedad cardíaca.
– Un 32 % más de riesgo de accidente cerebrovascular.
– Un 50 % más de riesgo de desarrollar demencia para los adultos mayores.
– Un 60 % más de riesgo de muerte prematura.
– El riesgo de desarrollar depresión entre las personas que reportan sentirse solas es más del doble en comparación a quienes rara vez o nunca se sienten solas.
– La soledad y el aislamiento social en la infancia aumentan el riesgo de depresión y ansiedad de forma inmediata y en el futuro.

Así todo, si bien la epidemia de soledad y aislamiento está muy extendida y tiene profundas consecuencias, “hay una medicina que se esconde a simple vista: la conexión social”, señala el documento. La evidencia muestra que una mayor conexión puede ayudar a reducir el riesgo de afecciones de salud graves, como enfermedades cardíacas, derrames cerebrales, demencia, depresión, entre otras.

Por ello, el informe divulgado por el principal vocero en asuntos de salud pública del Gobierno de los Estados Unidos instó a “fortalecer la infraestructura social, promulgar políticas públicas a favor de la conexión, movilizar el sector de la salud, reformar los entornos digitales para evaluar críticamente nuestra relación con la tecnología, establecer una agenda de investigación más sólida sobre el tema y cultivar una cultura de conexión”. A nivel individual, el documento también recomienda:

– Invertir tiempo en cultivar relaciones mediante el compromiso constante, frecuente y de alta calidad con los demás. Dedicar tiempo cada día a acercarse a un amigo o familiar.

– Minimizar las distracciones durante las conversaciones para aumentar la calidad del tiempo con los demás. Por ejemplo, no mirar el teléfono durante las comidas con amigos o las conversaciones en familia.

– Buscar oportunidades para servir y apoyar a los demás, ya sea ayudando a la familia, compañeros de trabajo, amigos o desconocidos de la comunidad o participando en servicios comunitarios.

– Ser receptivo, comprensivo y practicar la gratitud. A medida que practicamos estos comportamientos, los demás son más propensos a correspondernos, fortaleciendo nuestros vínculos sociales, mejorando la satisfacción en las relaciones y construyendo capital social.

– Relacionarse activamente con personas de experiencias diferentes para ampliar nuestra comprensión de los demás y las relaciones con ellos.

Participar en grupos sociales y comunitarios como organizaciones deportivas, religiosas, de aficiones, profesionales o de servicio a la comunidad para lograr pertenencia, significado y propósito.

– Reducir las prácticas que conducen a sentimientos desconexión de los demás. Entre ellas se incluyen el uso nocivo y excesivo de las redes sociales y el tiempo desproporcionado frente a pantallas.

Buscar ayuda en momentos de soledad o aislamiento acudiendo a un familiar, un amigo, un consejero o un profesional sanitario.

Hablar abiertamente con el médico sobre cambios sociales significativos, ya que esto puede ayudar al profesional a comprender los posibles efectos sobre la salud y orientarlo a la hora de ofrecer recomendaciones para mitigar los riesgos.

– Dedicar tiempo al compromiso cívico. Por ejemplo, participar de forma positiva y constructiva en reuniones políticas, reuniones de escolares, de consorcio, etcétera.

– Reflejar los valores fundamentales de la conexión en la forma de ser con los demás, en las conversaciones y a través de acciones. Las preguntas que podemos hacernos son: ¿cómo podría la amabilidad cambiar esta situación? ¿Cómo sería tratar a los demás con respeto? ¿Cómo puedo ser útil? ¿Cómo puedo reflejar mi preocupación y compromiso con los demás?


Este contenido fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica como parte del programa «Periodismo Humano», una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN.



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