Aquel 25 de mayo de 1900 en que Neuquén fue estafada con seis farolas

En la incipiente capital del Territorio instalar el sistema de alumbrado de calles no fue fácil. Una empresa de Buenos Aires le vendió lámparas que nunca funcionaron como prometieron.

Cualquiera podría pensar que crear la red de alumbrado en una ciudad es tan sencillo como decir “hágase la luz”. Sin embargo, para la reciente capital del Territorio del Neuquén, por el 1900, como tantas otras cosas, no fue tarea fácil.

Quien se puso al hombro tamaña empresa fue el entonces presidente del Concejo Municipal, Abel Chaneton. Tenía un plan: inaugurar el primer sistema de alumbrado de la capital el 25 de mayo de 1911, pero el fracaso fue rotundo.

Se le compraron a una empresa de Buenos Aires, farolas a nafta de marca “Falucho”, “que se prendían en medio minuto, se apagaban solas a la hora que se deseaba y la carga de combustible permitiría alimentar las lámparas por quince días seguidos”, según consta en los archivos históricos de la ciudad.

El municipio acordó con la firma pagar el costo total de seis generadores de iluminación, en tres cuotas, al recibir la red ya en funcionamiento y las otras dos a abonar en 4 y 8 meses. Además, correría con los costos salariales del técnico que realizaría la obra.

Esa noche del 25 de mayo, todos los vecinos de la ciudad salieron a la calle para verlas iluminadas, pero la oscuridad seguía dominado el lugar.

Se prendieron los focos, “pero solo funcionó regularmente uno. Los demás se apagaron antes de las 10 de la noche, manifestando el operario que al día siguiente los arreglaría porque estaban descompuestos.

«No es cierto que los focos se prenden en medio minuto y con el reloj en la mano se ha comprobado que no hay ni un foco que se prenda en menos de cinco minutos y eso con el encendedor que trae el operario, que sin él se necesitan por lo menos de 10 a 15 minutos. Tampoco funcionan los sistemas de apagado y los depósitos de combustible tienen reserva solo para una noche”, escribió Chaneton en un carta furiosa que envió a los dueños de la empresa de Buenos Aires y que fue publicada por la página web Mas Neuquén.

El presidente del Concejo Municipal se desligó del compromiso contractual con la proveedora y dio por cerrado el tema. “Les hago saber que ni como transacción acepto los focos ni en forma de regalo porque no sirven”, agregó en su misiva.

Pero lejos de amedrentarse por el fracaso, Chaneton fue por un segundo intento, está vez con una firma para la adquisición de 15 focos de mil bujías. No se sabe qué fue lo que pasó en las negociaciones pero lo cierto es que por segunda vez el proyecto del alumbrado no se pudo concretar.

La ciudad tuvo que esperar varios años antes de poder ver iluminadas sus calles.

Algunas publicaciones históricas que dan cuenta de un dato que no es menor: los vientos huracanados, habituales en esa época, eran un enemigo permanente de las lámparas a combustible.


Cualquiera podría pensar que crear la red de alumbrado en una ciudad es tan sencillo como decir “hágase la luz”. Sin embargo, para la reciente capital del Territorio del Neuquén, por el 1900, como tantas otras cosas, no fue tarea fácil.

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