La casa de Felipe Sapag, anécdotas que son parte de la historia de Neuquén
Una construcción de dos plantas que fue construida entre 1965 y que es parte de la historia de quien fue cinco veces gobernador de la provincia.
Si a cualquier neuquino se le pregunta por la casona de calle Belgrano de la ciudad de Neuquén, sin dar dirección precisa, no dudará en afirmar: “La casa de Don Felipe”, o “la casa de la familia Sapag. Es que la construcción con su fachada de piedra se distingue a lo lejos, incluso en tiempos donde los edificios altos en esa zona son predominantes.
Se construyó en 1965, dos años después que Felipe Sapag asumiera su primer mandato como gobernador de la provincia de Neuquén. La familia debió trasladarse a la capital y ahí comenzó la historia de la casa familiar que está plagada de anécdotas.
Recién llegados de Cutral Co se alojaron un tiempo en el hotel Confluencia. Luego ocuparon la residencia del gobernador que funcionaba en Casa de Gobierno. Era el sector que hoy ocupa el despacho del mandatario actual y de los que ya pasaron por ese cargo, justo debajo de la torre del único reloj que funciona en la ciudad.
Después de un viaje largo a Misiones para visitar a la familia de doña Chela, esposa de Felipe, alquilaron dos viviendas hasta que finalmente, iniciados los años 70, la familia se “afincó” en la casona de Belgrano al 500. En las dos plantas de la construcción de 370 metros cuadrados con otros 500 metros de jardines se empezó a formar la historia.
Puertas adentro, la rutina familiar era común, pero no tanto. Porque por supuesto, Don Felipe tenía su escritorio donde pasaba horas evaluando medidas gubernamentales, tomando decisiones y organizando reuniones de trabajo y políticas. Todo se mezclaba todos los días. Ministros, diputados, funcionarios y la familia.
Antes de continuar no podemos dejar de mencionar que fue allí, en esa casa donde llegó la peor noticia. Un 30 de junio de 1977, Ricardo «Caito», el tercer hijo de Sapag, había sido asesinado por la dictadura cívico militar de Argentina, en Florencio Varela, Buenos Aires. En la casona estaba Don Felipe porque doña Chela estaba en Misiones, en casa de su familia. El recuerdo vino desde la voz de la segunda hija, Silvia Sapag, que ya no vivía ahí porque se había casado y formado una nueva familia. Tiempo después, mismo destino tuvo el más pequeño del «clan», Enrique. Esa historia es ya conocida y no nos vamos a detener ahí. Volvamos a la casona de piedra. Y de piedra vamos a hablar.
El padre de Don Felipe, Canaan Sapag, era constructor y picapedrero en el Líbano, lugar de origen de la familia. «Mi papá y todos sus hermanos como queriendo seguir la tradición, construyeron sus casas con piedras», aseguró Silvia Sapag y agregó que su padre pidió construir su casa como él la pensaba.
Allí pasaron la vida y sus últimos días el excinco veces gobernador de Neuquén, su esposa Chela y luego el mayor de los hermanos Luis. Pero más atrás en el tiempo, esa casa que hasta parecía una fortaleza tiene recuerdos que son más gratos.
«Mi papá era un apasionado de la política. Pasaba horas pensando qué se podía hacer, cómo hacerlo, de reuniones permanentes, a veces en Casa de Gobierno, pero también en casa», recordó Silvia. La «oficina» de calle Belgrano era un constante ir y venir de gente. Y algo pasó allí.
«Un día llegue a casa y mi papá estaba sentado en su escritorio mirando un pergamino y rodeado de mucha gente. El miraba con mucha atención y todos se preguntaban qué estaría pensando. Hasta que dijo ‘Si me habrán puteado por esto’. Y una de las personas le respondió: ‘usted se lo merecía'», contó la hija del exgobernador. Lo que don Felipe estaba mirando era el proyecto de trasladar la universidad provincial de Neuquén desde Challacó a la capital, donde comenzó a funcionar en el edificio que hoy ocupa la escuela 201 y que en 1972 se nacionalizó y se convirtió en la Universidad Nacional del Comahue. «Con el paso del tiempo se lo agradecieron», agregó.
Caminatas y una pileta
Son históricas las caminatas que realizaba don Felipe por las calles de Neuquén, hasta la Plaza de las Banderas. Pero se iniciaron en esa casa de calle Belgrano. Era un hombre metódico en el cuidado de su Salud.
Durante sus cinco mandatos no descuidó la actividad física y el patio trasero de la casona fueron su lugar de «entrenamiento». En el jardín había una pileta y el exgobernador se tomaba su tiempo para caminar alrededor todos los días, mientras Chela encaraba las rutinas de la casa.
«Un día con mi hermano Luis pensamos que podía ser peligroso porque papá podía tropezarse, caerse y golpearse con el borde de la pileta y decimos taparla. Quedó más lindo el jardín y seguro. Tenía muchos árboles y era un lugar donde pasábamos tiempo en familia o mi papá se sentada a la sombra porque era un lugar muy fresco incluso en verano y leía un libro», recordó Silvia. Algún que otro político también lo visitó y disfruto de eso.
El día que la casona fue Casa de Gobierno
Por allá por 1998 o 1999, el despacho del gobernador de Neuquén se trasladó a la casa familiar. El mandatario tenía un problema de salud que lo obligaba a reacomodar sus rutinas. Y si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahona.
Durante 10 o 15 días, Felipe Sapag gobernó desde su casa de «piedras y turbias corrientes». La rutina no se vio tan alterada. Sus asesores y funcionarios llegaban puntualmente a la casa con carpetas para la pronta firma. El teléfono fijo de la casa era un sonido constante. Su secretario particular estaba al pie del cañón.
La casa familiar se convirtió así en una oficina pública pero la familia ya estaba acostumbrada a esos menesteres. Llegaban ministros, diputados, partidario políticos. Y había reuniones a puertas cerradas porque se trataban cuestiones de estado. Todo eso pasaba puertas adentro de la casona de calle Belgrano que hoy está alquilada a un colegio privado.
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