Kristensen y las increíbles historias de dinamarqueses en el Alto Valle

Kristen Kristensen, quien llegó al Alto Valle a mediados de los años 20, fue testigo de tres aventuras increíbles de daneses en la región, luego recuperadas por unos de sus hijos para esta nota publicada originalmente en el suplemento Rural del 13 de diciembre de 2003.

¿Qué pensamientos habrán habitado la mente de Kristen mientras navegaba el bravo mar del Norte? ¿Qué motivos lo habrán impulsado a dejar su Dinamarca natal rumbo a la lejana Patagonia, una tierra inhóspita hasta para los argentinos?


Kristen Nielsen Kristensen era un joven danés nacido en Sonder Tranders, un pueblo de pescadores al norte de la península. Al igual que su padre y que el resto de los habitantes del lugar. Kristen pasaba sus días navegando. Sin embargo, algo lo impulsó a abandonar aquel puerto natal.


Kristen llegó a la Argentina en 1923, con 23 años. Su viaje desde Europa lo llevó primero a Estados Unidos, pero él decidió seguir viaje hacia el sur. Extraño periplo para un danés, ya que los inmigrantes de ese país solían radicarse en Canadá.


Edgardo, uno de sus hijos, especula con que fue alguna enfermedad pulmonar que afectaba a Kristen lo que lo llevó a no optar por aquel clima húmedo y poco soleado. Por la razón que fuere, en 1924, Kristen llegó a Cipolletti.


Una vez aquí, se instaló como mediero en una chacra de la colonia Curri Lamuel -que en el idioma del pueblo mapuche significa tierras negras- al noroeste de Cipolletti. El establecimiento era propiedad de Thor Andersen, ingeniero que años después construiría la obra hídrica Salto Andersen.


Kristen trabajaba la alfalfa: era un gran productor de semillas. Luego, vendrían los frutales, algo se repitió en cada europeo que llegaba al Valle. Pero, a diferencia del resto de los europeos que llegaron al Valle, la historia de Kristen tuvo detalles nada comunes.


La historia de los primeros productores llegados de Europa no parece estar muy ligada a la inmigración danesa. Sin embargo, Edgardo afirma que hubo muchos daneses que trabajaron la tierra del Alto Valle, empezando por su propio padre Kristen. Entre los tantos que hubo sobresalen tres historias muy singulares.

El aviador

Cualquier danés llegado al país sabía de Kristen por lo que de un modo u otro terminaba acercándose a su chacra del norte cipoleño. Entre ellos, lo visitó a principios de los ‘40 Edmundo Jespersen, profesor de educación física y aviador. Edmundo hizo algunos trabajos en la chacra de los Kristensen . Edgardo lo recuerda como un tipo muy alegre que solía hacer piruetas dignas de un buen gimnasta.


Pero Edmundo decidió interrumpir su tranquilo pasar cipoleño para alistarse como voluntario en el ejército inglés. Eran tiempos de la Segunda Guerra Mundial.


Por las noches, Kristen y su familia solían reunirse alrededor de una radio para sintonizar la BBC y seguir las peripecias de su amigo por los aires de la guerra. Con los años, Edmundo Jespersen, aquel extrovertido danés que visitó la chacra cipoleña y que fue aviador de guerra, se convertiría, en Copenhage, en el jefe del principal aeropuerto de Dinamarca.

El obispo

Teodoro Shur llegó a Catriel en los años ‘20. Según dicen, tenía muy buen ojo para emparejar la tierra, una labor fundamental en aquellos años. Y a eso se dedicó: caballo y pala de buey.


Shur tenía la idea de poner en producción una chacra con viñedos. Pero algo pasó. Además de ser bueno emparejando terrenos, Teodoro era un gran lector. Por las noches, mientras la paisanada empinaban ginebras, el danés leía al existencialista Kierkegaard. Y sobrevino un arrebato místico. Largó todo y se volvió a Dinamarca: su destino era la religión.


Tras un tiempo en su país, Shur viajó a Italia para formarse como cura. Para ello, debió renunciar a su religión luterana popular y convertirse al catolicismo. Suhr fue designado, a fines de la década del ‘30, obispo de la Iglesia Católica de Dinamarca, nada menos.


Aquel danés emparejador de tierras en Catriel fue el primer cura católico de Dinamarca desde la Reforma luterana del siglo XVI. En 1987, Carlos Kristensen , hijo de Kristen y hermano de Edgardo, viajó a Dinamarca para visitar familiares y sin quererlo fue testigo de los 50 años de Teodoro Shur como obispo católico de Dinamarca.

El conde

El conde Knuth de Dinamarca tenía una importante plantación de manzanas en tierras cercanas a su castillo. Para perfeccionar sus conocimientos decidió, en 1951, viajara a la Argentina. Así fue que llegó a la chacra de los Kristensen, donde se hospedó el tiempo en que estuvo en Cipolletti.


Aquí, aprendió cómo se trabajaba la fruta en todo su proceso de producción. Para ello, Knuth trabajó a la par de la peonada en la chacra de Kristen y en la cooperativa Agricultores Unidos. El conde montaba una bicicleta y se movía por todo Cipolletti viendo con mucha atención cómo se trabajaba la manzana. Cuando Kristen presentaba a Knuth como conde de Dinamarca todos se reían de la “ocurrencia”.


Actualmente, el castillo del conde Knuth es un impresionante paseo turístico que recrea la vida medieval. Quizás, en algún rincón de la majestuosa construcción haya algo del paso de aquel conde por las chacras cipoleñas.


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