Historias de la Patagonia: Casa Elosegui, mucho más que un ramos generales en Cipolletti

Tita Elosegui, la voz de una historia familiar que dejó huella en Cipolletti, en esta nota publicada originalmente en el suplemento Rural del dos de agosto de 2003.

Eran los comienzos del siglo cuando Antonio Elosegui decidió emigrar a la Argentina. Partió desde tierras vascas entusiasmado por los muchos coterráneos que ya había en el país. Llegó con algo de capital y en compañía de su esposa. Se instalaron en el pueblo de Jacinto Aráoz, La Pampa. Allí, se ubicaba una gran colonia vasca.


Antonio se dedicó al trabajo rural con el que pudo ampliar aquel capital con el que había partido y también, por entonces, su familia se agrandó. En el campo pampeano nacieron sus primeros hijos: Antonio, Hilario y José. Los tres fueron bahienses, pues el padre había decidido que nacieron en esa ciudad del sur bonaerense por la comodidad de sus hospitales.


Luego de varios años establecidas en Jacinto Aráoz, los Elosegui decidieron volver a tierra vasca. Allí nacería Zacarías, el menor de la familia y único vasco entre los hermanos. De él se trata esta historia.
Carmen Ester Ubaldini Garro era una joven bahiense que vivía en Tres Arroyos y ejercía la docencia. Tenía un hermano radicad o en Cipolletti que trabajaba para los Toschi. Un día de 1945 Carmen Ester decidió visitarlo. Quedó enamorada del lugar. A fines de 1947, volvió, pero esta vez se enamoraría de un hombre: Zacarías.


Formalizaron la relación a comienzos de 1948 y a fines de ese año se casaron. Desde ese momento y para siempre, Carmen Ester será para todos Tita Elosegui. De ella también se trata esta historia y de ella es la voz que la contará.


Tita recuerda con mucho afecto aquel Cipolletti de la década del ‘40 que vio por primera vez: “Cuando yo vine me quedé enamorada de Cipolletti porque era distinto a todos los demás pueblos que conocía. Yo venía de Tres Arroyos, en la provincia de Buenos Aires, pero había nacido en Bahía Blanca. Veía esto tan verde, tan lindo: las calles eran muy anchas, parecían todas avenidas, eran enripiadas. Había álamos y acequias. En Buenos Aires las ciudades daban la sensación de ser muy antiguas; en cambio, Cipolletti era otra cosa. Tenía un empuje diferente. Siempre me decía ‘¡qué lindo sería vivir en Cipolletti!’”.


Zacarías Elosegui había sido el último de los hermanos en dejar tierras vascas. Aquí lo esperaban sus tres hermanos mayores, quienes se habían instalado en Cipolletti para formar una sociedad comercial llamada “Escala y Elosegui”, un gran almacén de ramos generales ubicado estratégicamente en España y Fernández Oro: es que enfrente estaba la estación de trenes. En 1921 pasaría a llamarse simplemente Casa Elosegui.


¿Por qué los hermanos Elosegui, que habían nacido en Bahía Blanca, pero vivían en la pampeana Jacinto Aráoz y que habían regresado a tierra vasca, decidieron retornar a la Argentina? Fue por una propuesta de Augusto Mengelle, propietario de “La Mayorina”.


Al poco se les sumó Zacarías, el menor de los hermanos Elosegui, luego de pasar un tiempo recorriendo la cordillera, e inmediatamente comenzó a trabajar en el negocio familiar. Casa Elosegui amplió su rubro de ventas al incorporar automóviles, máquinas agrícolas, materiales para la construcción y ropa.


También fue, desde un principio agente oficial de los productos YPF. Incluso, había una bomba de combustible a manija ubicada sobre la vereda del local, desde donde los chacareros cargaban nafta. Casi todos los productores de la zona tenían cuenta corriente anual en el negocio, que cancelaban con la cosecha del año siguiente.


Casa Elosegui también funcionaba como banco: los chacareros depositaban su dinero en el negocio y los hermanos Elosegui se encargaban de llevarlo a la sucursal bancaria más cercana, que quedaba en Neuquén. Para esto, durante mucho tiempo, tuvieron que cruzar el río en balsa. Aun cuando ya estaban instalados los bancos de Río Negro y Neuquén, los chacareros siguieron depositando “en lo de Elosegui”.

La prosperidad económica les permitió adquirir cuatro chacras en los alrededores de la ciudad: una en Cuatro Esquinas, otra sobre el río Neuquén camino a Cinco Saltos, una más en Colonia Elvira y otra cerca de Fernández Oro.


Tita desanda el camino de la vida de su marido Zacarías y el de la suya junto a él: “Nos casamos en el 48, en Bahía Blanca. Volvimos y nos ubicamos en loque hoy es el barrio Santa Clara. Alquilamos uno de los chalets conocidos como ‘de los ingleses’ porque pertenecían al ferrocarril. Ahí estuvimos doce años hasta que nos mudamos a esta casa. Aquí estoy desde hace cuarenta y tres años”, decía Tita en aquel cálido encuentro con Río Negro, en agosto de 2003.


Casa Elosegui reunía a toda la ciudad, a quienes iban de compras y a quienes iban por simple amistad con la familia. Su influencia en las actividades de la ciudad fue muy importante. En 1940, promovieron la creación de la cooperativa frutícola para empaque y comercialización “Valle de Oro”. Entre otras, participaron las familias Elosegui, Scianca, Badillo, Ferragut, Ibar y Azcona.


A comienzos de los ‘50, Zacarías decidió cambiarle la cara a Casa Elosegui y reconstruyó el edificio. Además, comenzó un nuevo emprendimiento: la estación de servicio ubicada en la esquina de enfrente, inaugurada en 1952.


Tita y Zacarías tuvieron tres hijos a quienes todos conocían como “los tres vasquitos” porque andaban siempre con bombachas de campo y boinas blancas. Con los años aquellos tres vasquitos le dieron a Tita y Zacarías cuatro nietos: “Entre mis hijos y mis nietos me obligan a ser feliz”, resumía Tita, ente risas, al final de aquel encuentro.


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