Hernán Machado es odontólogo reconocido en el mundo y devuelve sonrisas en el norte de Neuquén
Vive en Andacollo y desde allá atiende a personas con discapacidad. Escribió el libro "la exclusión es un dolor de muelas".
Fue durante la visita a la casa de un niño llamado Valentín en Los Miches, un pueblo del norte de Neuquén, cuando este odontólogo se encontró con un desafío inesperado que cambiaría su forma de ejercer la medicina.
La enfermera le había pedido atender en casa a dos hermanitos para evitar exponerlos a la sala de espera llena de personas con cuadros gripales, pero omitió mencionar que Valentín, de apenas dos años, era ciego. Se trató de una experiencia que impulsó al doctor hacia la atención de la salud más humanizada.
Hernán Machado nació en Cazón, un pueblito de Buenos Aires de solo 200 habitantes. Su acercamiento con la medicina ocurrió cuando era un adolescente. «Fui a atenerme con mi odontólogo. Las personas que estaban esperando conmigo se quejaron y el médico dijo -acá nadie me ayuda, ¿quién me va a ayudar?- no sé por qué, pero levanté la mano«, relató el médico.
Machado estudió luego en la Universidad de la Plata y el amor lo trajo a Neuquén, a Andacollo, donde formó una familia y dedicó sus años al hospital Antonio Gorni de la localidad.
Lo que incentivó al doctor a incursionar en una nueva manera de ejercer la medicina en el 2008 fue «un caso fortuito», describió. Conocer de casualidad a Valentín, un niño ciego, le cambió su perspectiva.
«Cuando llegué a su casa me enteré de que era ciego y me di cuenta de que la carrera no me había preparado para esto«, contó. Machado atendió en un primer momento a su hermano mayor, mientras el pequeño jugaba en el living de la casa.
«Yo me senté en el piso para atender al hermano de Valentin, mientras que él estaba jugando a un juego de encastre con un dominio increible», relató. «Saqué el cepillo de dientes que viene envuelto en un plastico, hizo un ruido cracteristico y le llamó la atención«, continuó.
Mientras el odontologo cepillaba la boca del mayor, Valentín se acercó gateando. «Me extendió la mano pidiendome algo y le di un cepillo de dientes. Se lo acercó al odio, le paso la manó por las cerdas y escuchó el sonido. Después lo aproximó a su nariz y sintió el olor», realtó. «Yo me puse a cepillar la boca al hermano y él hizo lo mismo».
«Esa experiencia me abrió la cabeza, me hizo preguntarme cuanto tardaría yo para lograr esto en un consultorio con un niño de dos años, incluso si viera, es muy dificil», expresó. Se dio cuenta que «el nivel de estrés con el que viven las personas con alguna discapacidad en su casa es mucho más bajo que en consultorio».
El doctor puso manos a la obra y comenzó a investigar, quería saber cuántas personas con discapacidad había en la zona. «Yo sabía que estadísticamente el 15% de la población tenía una discapacidad, pero pasaban las semanas, los meses y yo no veía a nadie en el consultorio», contó.
Inicio un relevamiento fuera de su horario de trabajo. «Nosotros damos cobertura a diez localidades pequeñas, es un área muy extensa y me dí cuenta que las personas estaban muy diseminadas«, expuso.
En su andar, Machado comenzó con una tarea especial. Fuera de su horario recurría a los domicilios de las personas con discapacidad. «Me presentaba y les decía -soy odontólogo y vengo a ver a alguien que necesite que lo revisen- quería hacerles saber que podían contar conmigo» expresó.
El odontólogo llegaba y hacía un cepillado dental, explicándole la importancia de la higiene. «Después hice pequeños arreglos y una cosa fue llevando a la otra y terminé logrando que el hospital me dé una jornada a la semana con personas con discapacidad», indicó.
Durante sus visitas atendió a adultos, mayores y niños, de distintas edades y género, sin embargo, descubrió que todos sus pacientes tenían algo en común. Su primera atención odontológica la recibieron por parte del doctor Mechado.
«Entendí que a veces se cree que la atención bucal no es de vital importancia, entonces no los iban a llevar al consultorio», reflexionó el odontólogo. «Ahí fue que me planteé hacer un programa de atención a personas con discapacidad. Tomar un rol activo. Si el paciente no va a venir a mí, yo voy a ir a dónde esté«, explicó.
Así comenzó la aventura del odontólogo solidario de Neuquén. Al programa había que ponerle un eje y él dijo: «yo veía que las personas que estaban en sus casas no tenían nada para hacer, no eran tenidos en cuenta tampoco por las instituciones, fue cuando decidí trabajar con las capacidades latentes«, comentó.
El doctor agarró su maletín y llegó el Centro de Formación Profesional. Había llegado para darles una charla motivacional y pedirles que sus pacientes se conviertan en sus alumnos. «La verdad es que salí un poco del terreno de la odontología», contó entre risas.
Salud humanizada y la rehabilitación basada en la comunidad
Machado buscó más pacientes e incorporó aquellos de alto riesgo médico, cuidados paliativos y con consumo problemático. A su equipo se sumó una enfermera y un docente. «La unidad mínima de atención mía no es el paciente, sino la familia. Aprendí a dejar, dentro de la atención, un tiempo de escucha activa que puede ser para el cuidador que muchas veces es para el cuidador y otras para la persona que es cuidada», detalló.
Uno de los casos que más destaca es uno en el que participó toda la comunidad. «Era una persona adulta no socializada que tenía un cuidado extremo de una persona mayor», contó.
«Me invité a la casa a tomar mates con la mamá, que casi no me dejaba pasar, le pregunté si alguna vez le habían revisado la boca a mi paciente y me dijo que no«, indicó. Ese día, la persona recibió por primera vez una atención odontológica.
La segunda vez acudió con la enfermera y habló sobre el «cuaderno de los deseos». «Son unos minutos que tengo con el paciente mano a mano donde le pregunto -qué te gustaría ser, hacer o haber sido– y fue en este momento que esa persona me dijo tocar la guitarra«, relató.
Fue un gran trabajo entre los profesionales y la familia para poder insertar al paciente en el mundo. «Conseguimos un profesor de guitarra que fue a su casa varias veces y después nos pusimos manos a la obra para que aprenda en la escuela, como lo hacían los demás estudiantes», afirmó. «A fin de año cantó en frente del público».
Los años pasaron y el odontólogo siguió atendiendo a pacientes del norte neuquino. En el 2015 el municipio de Los Miches le donó un equipo portátil. Explicó que «es una maleta de viaje que tiene adentro todo lo que vos necesitás para atender«. «Eso me permitió dar la misma atención en el domicilio que en un consultorio».
El odontólogo contó que el pilar fundamental es «la autonomía del paciente», un enfoque desde la «rehabilitación basada en la comunidad». «Como todos los profesionales de salud estoy formado desde el modelo médico, pero yo me guío por el modelo social de la discapacidad«, comentó.
Considera «que la discapacidad no es algo inherente a la persona». «No es que tenés tu discapacidad y llevas a todos lados con vos, sino que el modelo social te dice que tu discapacidad se va a poner en manifiesto según las barreras que tengas en frente».
Machado manifestó: «haciendo esto siento mucha paz«. Manifestó que es «una forma de devolverle a la facultad un poco de lo que me dio». Señaló que antes creía que «era importante tener muchos pacientes en domicilio. Ahora me di cuenta que lo importante es que yo ingrese al domicilio y que los pueda atender después en el consultorio», reflexionó.
Hernán Machado, el odontólogo que es un ejemplo en el mundo
«Yo realmente quería que se hablara de la discapacidad y creo que lo conseguí«, dijo con felicidad. Hoy es mucha más la gente que está trabajando, se han empoderado a las personas con discapacidad, se creó un Consejo Regional de Discapacidad en el norte neuquino y en la provincia, además de una subsecretaría de discapacidad que antes no había», enumeró.
Escribió un libro que se llama «la exclusión es un dolor de muelas». «Lo lindo y curioso es que se clasificó en Sociología, por la forma de abordaje», remarcó.
Machado no es solo un ejemplo en Neuquén, sino que es reconocido en Argentina y en el resto del mundo. «Ya son cerca de 60 congresos y conferencias, y más de 25 internacionales», comentó.
Dio charlas en Chile, Paraguay y España. Sin embargo, recuerda los primeros viajes en el país. «La primera vez me invitaron a La Pampa. Era cerca pero no teníamos la plata porque era fin de mes y vendimos hasta el colchón, literalmente«, narró.
En 2019 la Asociación Peruana de Odontología para Personas con Discapacidad lo nombró miembro honorario de su asociación. En 2021 Alapa, la Alianza Argentina de Pacientes, le otorgó el premio a la honra al juramento hipocrático «por la forma de atender».
Colaboró con el Ministerio de Salud con la rehabilitación basada en la comunidad. Desde el 2015 forma parte de AIOPE que tiene llegada a 14 países y a muchas universidades de Latinoamérica. En el 2022 le dio un premio por los aportes realizado a la odontología en América Latina.
«El año pasado, por ejemplo, hicimos una acción comunitaria en Guatemala y el año que viene tenemos prevista una en dos favelas de Río Janeiro», contó. «Para que no queden dudas, todos los costos de los viajes al exterior fueron asumidos por mí o por quien me invita, para la actividad en Brasil todavía no tengo los fondos», comunicó.
Agregó que escribió otro libro que tiene «prácticamente finalizado». «El problema es que no tengo auspiciante y lo único que necesito es registrarlo para liberarlo, porque la idea no es ganar plata con él, sino que llega a todos lados».
También está formando una red de odontólogos que trabajan con discapacidad, desde el sector público y privado. Así es que todos los años, Machado vuelve al lugar que le dio todo, Facultad de Odontología de la Plata. Allí da una charla a los estudiantes de último año con el objetivo de motivarlos y que se dediquen a la atención de personas con discapacidad.
«La idea es seguir formándome y seguir capacitando», expresó. «Quiero continuar trabajando en esto que realmente me apasiona, me da paz, tranquilidad y no sé bien por qué, pero las cosas me salen bien».
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