Guardiana de semillas: con 85 años Carmelina aún cuida su huerta en Covunco Abajo

El INTA desde Zapala la destacó por su labor a pesar de la edad avanzada y por los saberes que continúa aplicando. Sus semillas son únicas y su amor por la tierra, inagotable.

Es raro ver, en un puesto o paraje en pleno campo, en el interior neuquino, la típica escena de quien sale de compras, bolsa de los mandados en mano, para conseguir lo necesario y preparar el almuerzo. Si de algo se trata la rutina por esos sitios distantes y agrestes, es de la anticipación, de la capacidad de conservar y de almacenar. Cuidando la duración de la garrafa, conseguir la leña primero si se quiere tener agua caliente o fuego, aprovechar la carne de algún animalito criado por la familia, lo mismo que los huevos y abastecerse de una buena variedad de verduras, para que no falten nutrientes que ayuden a reponer la energía gastada desde temprano. El pan casero o las tortas fritas son trámites aparte y ya descansan bajo el repasador desde antes del desayuno.

En ese itinerario se crió Carmelina Leiva, viuda de Arratia, y también así crió a sus 13 hijos. Aún hoy, con 85 años, sigue vinculada a la huerta de su casa, en Covunco Abajo, como aprendió de su entorno. Lejos de la vida de las amas de casa del “pueblo”, las que compran en la verdulería, ella cosecha lo que sus propias manos sembraron, siguiendo la sabiduría de las temporadas y adaptándose al clima que la acompaña mes a mes. Después de separar la fracción necesaria para su hogar, lo demás lo llevó desde siempre a la feria, para venderlo y juntar su recompensa, actividad que sostuvo por casi 40 años.

Foto: Gentileza.

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Desde la Agencia de Extensión Rural Zapala del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), definieron a Carmelina y a sus vecinas como “Guardiana de Semillas”, por ser “portadoras de un tesoro dormido, resiliente y adaptado al cambio climático”. Alejandra Gallardo, ingeniera agrónoma y técnica extensionista de la agencia, dialogó con RÍO NEGRO para comentar su mirada sobre la experiencia ancestral de esta vecina, que ellos destacaron en su cuenta de Facebook, para que más personas la conocieran.

Covunco Abajo es el paraje más cercano que tenemos, a unos 35 ó 40 kilómetros, yo estoy
yendo hace tiempo. Ellas conservan semillas desde hace muchos años, que son de herencia familiar y que van multiplicando a pequeña escala, pero siempre con la finalidad de generar alimento, que van traspasando de generación en generación”, explicó la profesional. Ejemplo de la diversidad y el resultado de lo que Carmelina atesora son los zapallos y el maíz criollo que pudo cosechar. “Llamadas ‘criollas’, estas semillas llevan toda la información del lugar, lo que les permite seguir creciendo (…) Quienes las cultivan saben el tesoro que allí descansa, pero no conservan en volumen si no cantidad de variedades”, agregó la especialista.

Por fuera de los tecnicismos, Josefina, una de las hijas de Carmelina, la describe con orgullo y acumula fotos de su madre donde más ama estar: en la huerta. “Antes costaba mucho mantener una quinta, pero es la forma de tener la verdura disponible y de que sea algo sano. Vos te comés un tomate comprado y no es lo mismo que el de la chacra. Antes tampoco había forma de comprarlo, ni siquiera aún teniendo la plata, por eso, ella ama la tierra, donde ve un pedacito de tierra, ella siembra, haciendo intercambio de semillas con algún vecino, guardando, comprando.

Foto: Gentileza.

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Y con lo que sacaba, se venía tempranito a Zapala los sábados, cuando la feria se hacía en plazoleta en la calle Roca o en las 500 viviendas. Cargaban su verdura, papá le ayudaba el dia anterior a cosechar, haciendo bolsitas de arvejas, chauchas, manojitos de cilantro, perejil, lechuguita, armaba unas lindas canastas”, relató para este medio. De su esfuerzo y organización junto a otras colegas, salió lo que después se convirtió en la Feria Agroartesanal “Trabum Ruka”, con más comodidades para quienes llegan con sus productos, aunque con más requisitos, algo que de a poco fue alejando a los primeros productores del espacio de comercialización. También dijo presente en algún que otro encuentro de productores en Covunco Abajo.

Hoy el tiempo pasó, pero Carmelina, a pesar de la edad y los achaques, sigue queriendo agacharse para atender a sus plantas. “Ya está grande, da sus pasitos cortos, tiene que andar con bastón. También le afectaba salir de la calidez del invernadero al aire frío del campo”, dijo su hija. En cuanto a servicios, ahora no siempre tiene agua, por lo que “ella queda con sus plantitas que se le secan. Entonces le decimos ‘pone poquito, para tu consumo’. Pero ella ama tanto la tierra, que aún teniendo todos los dolores, en cuanto planta una semilla, lo hace con tanto amor, que se le pasa todo”, concluyó la mujer.

Foto: Gentileza.

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