Gabriel, el bailarín de Roca que brilló en el ballet de Julio Bocca y danza sin fronteras

Con 30 años, ya se lució en el mundo con los mejores coreógrafos. Empezó a los doce años en el IUPA y a los 18 logró un hito. Ahora baila en los cruceros.

Desde que era un nene, parecía volar. Su cuerpo maleable, flexible, domable y armonioso fluía al compás de la música y los aplausos, llovían para él. Gabriel Scarponi brilla en los escenarios del mundo desde los 16 años.  

“Llegué a la danza gracias a un taller de tango en el que participé en la Escuela 42, a los diez años”, contó a Diario RIO NEGRO. Pero había un antecedente en casa: su hermana estudiaba baile y a él le gustaba.  

Nacido y criado en Roca, empezó con danza clásica y contemporánea a los doce años en el Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA) de la mano de su maestro, Gaik Kadjberounian. 

“Siempre fui muy inquieto. Antes de bailar, el deporte era mi cable a tierra, pero a los doce descubrí ese factor acrobático de la danza que me cautivó”, contó. A medida que fue creciendo, encontró el gusto por la belleza estética del movimiento del cuerpo, la escena.  

La meta para convertirse en bailarín profesional no tardó en aparecer y las oportunidades en su carrera surgieron inmediatamente. El talento brotaba por sus poros, no sin sacrificio y tenacidad. En 2010, logró su primera medalla de oro en Danzamérica, en Villa Carlos Paz (Córdoba).  

De adolescente se empezaron a abrir las puertas en certámenes internacionales. Fue finalista en la mayor competencia de Estados Unidos para jóvenes bailarines, el Youth América Grand Prix, en 2011 en la ciudad de Nueva York.  

Además, logró podio en la preselección latinoamericana del Prix de Lausanne de Suiza, en 2012. Según él mismo calificó, se trata de la competencia más importante de bailarines jóvenes. En ese mismo año, consiguió una beca para participar del International Ballet Summer School of Dresden en Alemania. Lo que buscaba Gabriel con estos eventos, era obtener una beca para estudiar y continuar su formación en el extranjero.

Un hito en su carrera con Julio Bocca


De joven y con una corta pero nutrida trayectoria, el roquense logró en 2013 lo que muchos no se habrían imaginado: tenía solo 18 años y fue contratado por Julio Bocca para ser parte del Ballet Nacional del Sodre (BNS), la compañía nacional de ballet de Uruguay, de gran renombre a nivel latinoamericano. 

Ese mismo año había comenzado a trabajar para el Ballet Río Negro en Fundación Cultural Patagonia (FCP) en Roca, siendo uno de los más jóvenes; pero uno de los sueños que perseguía se materializaba del otro lado del río de la Plata.  

“Julio (Bocca) solía convocar bailarines, maestros y coreógrafos de renombre en el mundo del ballet varias veces al año y se aseguraba de colocar en las temporadas anuales producciones famosas (…) que suelen hacerse en teatros de primer nivel”, explicó Gabriel.  

Así fue que decidió mudarse a Montevideo para no perder la oportunidad de ser parte del elenco del bailarín, director y maestro de ballet argentino. Vivió diez años y medio en el país oriental.  

“Estar ahí en esa época dorada del ballet en Uruguay me permitió desarrollarme técnica y artísticamente y formar mi criterio sobre los procesos que se dan en el ámbito del arte, especialmente en el de la danza”.

Gabriel Scarponi, bailarín profesional de Roca.

Para Gabriel es “increíble y hermoso compartir trabajo en equipo, lo que significa estar en una compañía que realiza producciones de ese nivel profesional”. 

Danza sin fronteras


Ahora se aventuró en una nueva propuesta laboral sin fronteras: desde el año pasado empezó a trabajar como bailarín y staff de entretenimiento a bordo para una empresa de cruceros, donde emociona a turistas de todo el planeta sobre los mares y océano.  

Actualmente, intenta mantenerse en un estado físico acorde a las exigencias que le impone la vida a bordo de los grandes navíos. “Los estilos tan variados hacen que sea muy importante adaptarse rápidamente y mantenerse apto para ejecutar los movimientos que los shows requieran”, contó.  

Si bien él se inclinó por la danza clásica y contemporánea, siempre le gustaron muchas disciplinas diferentes. Le fascina el tango, los estilos urbanos como el Hip Hop, el jazz y últimamente, los ritmos latinos. 

Gabriel es además miembro de la International Association for Dance Mecine and Science (Iadms) desde 2019, en su búsqueda por promover y aprender sobre buenas prácticas técnicas y la prevención de lesiones en el ballet. 

La danza y los estereotipos 


“Siempre se carga el estigma del bailarín varón”, reflexionó consultado por Diario RIO NEGRO sobre como atravesó su formación y carrera siendo varón.  

“Apenas decís que sos bailarín, mucha gente automáticamente lo relaciona con la homosexualidad”, reconoció y dijo que es causal de bullying por parte de compañeros de escuela, en primaria y secundaria.

«A medida que uno va creciendo, el peso o la importancia que esto representa prácticamente desaparece y hasta se puede llegar a abordar desde el humor”, dijo y destacó la importancia clave de cuidar a los más chicos de este acoso y maltrato, para evitar que abandonen y deserten en su deseo de bailar. 

Desafíos a futuro 


En perspectiva, piensa en integrar sus otros intereses al mundo de la danza. Es un aficionado a la ciencia y la tecnología. Dijo que le interesaría indagar sobre el punto de contacto entre la aplicación de la ciencia y la ingeniería, a las artes del movimiento”. 

“Me encantaría algún día poder juntar estas dos pasiones y convertir algunas de mis ideas en proyectos que contribuyan a la evolución de ambos campos”, cerró el joven roquense.  

El Mesías, el Lago de los cisnes y el Cascanueces


En el Ballet Nacional del Sodre (BNS) de Uruguay, Gabriel Scarponi fue parte de más de 20 puestas en escena. Las principales fueron:

«La Bayadère» de Natalia Makarova, «El Corsario» de Anna-Marie Holmes, «Manon» y «Romeo y Julieta» de Sir Kenneth MacMillan, «Onegin» de John Cranko, «Hamlet Ruso» de Boris Eifman, «In the Middle, Somewhat Elevated» de William Forsythe, «Sinfonietta» de Jiří Kylián, «El Pájaro de Fuego» de Marcia Haydée, «Minus 16» de Ohad Naharin, «El Lago de los Cisnes» de Raúl Candal, «El Cascanuces» de Silvia Bazilis, «Giselle» de Sara Nieto, «La Bella Durmiente» de Mario Galizzi, «Don Quijote» de Candal/Bazilis, «La Consagración de la Primavera» de Oscar Araiz, «El Mesías» y «Un Tranvía llamado Deseo» de Mauricio Wainrot, «Chacona» de Goyo Montero, «Raymonda» de Luis Ortigoza y «El Mago de Oz» de Francesco Ventriglia. 

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