Guillermo Galetti, desde Villa La Angostura convierte basura en obras de arte, es el «ladrón» de chatarra

Guillermo Galetti es un reconocido artista de Villa La Angostura, Neuquén. Fue invitado a mostrar sus creaciones en un prestigioso programa de Tv, pero la Aduana Argentina le exige un monto elevado para que regresen a su taller. Conocé a este artista de la región.

“Ir a España fue espectacular”, dice Guillermo Galetti desde su casa en Villa La Angostura. Es que no es menor, este artista, devenido neuquino, fue invitado por uno de los programas más vistos en la Tv de España: El Hormiguero, el reconocido programa conducido por Pablo Motos y por el que pasaron artistas desde Lali Espósito hasta Tom Cruise. La ida fue genial, la vuelta no tanto. Guillermo Galetti pasó de vivir uno de los mejores momentos de su carrera a encontrarse con una cifra desorbitante para poder ingresar al país sus propias obras.

Guillermo Galetti transitó por muchas profesiones en su vida. Fue guardavida, profesor de primaria, trabajó en un gimnasio, en una pileta, en la construcción, pero siempre le gustó jugar. En todas las etapas de su vida tiene alguna anécdota de haber fabricado algo, a veces útil, otras innecesarias. Hoy es profesor de una escuela secundaria y en su tiempo libre despliega su ser: «El ladrón de chatarra».

Desde chico que le fascinó armar cosas, explorar con elementos, armar figuras, jugar con materiales. “Es algo que viene de muy chiquito, fabricar mis propios juguetes”, cuenta. Se crio lejos de la ciudad, en una chacra. Su padre era metalúrgico, y el oficio vino de familia. “Siempre tuve la parte creativa”, cuenta, “tuve estímulos, el tiempo y la capacidad para hacerlo”.

Guillermo Galetti, en su infancia ya haciendo experimentos. Foto: @ladrondechatarra

Ser artista chatarrero no es su trabajo. Es profesor de educación física, da clases en una escuela técnica de Villa La Angostura. Va y viene con su bicicleta Aurorita, con canasto atrás, junta chatarra y crea caricaturas. Algunas tienen una finalidad práctica, otras son más conceptual, otras artísticas. Su trabajo es amplio y variado, hasta creó una prótesis con plástico reciclado. “Soy una persona de bajísimo perfil”, cuenta, “de muy magros recursos económicos, me hice mi casa con mi esposa con muchísimo esfuerzo”. Por eso, la deuda que le contrajo la Aduana de 1600 dólares fue todo un dolor de cabeza.


Obras demoradas en la aduana:              


La invitación al programa de Tv de España le llegó por un mensaje privado en su cuenta de Instagram. La producción de El Hormiguero lo invitaba a exhibir sus obras de arte. «Ellos se hicieron cargo de todos los gastos. Me invitaron al programa y me pagaban los traslados, hospedajes y comidas«, cuenta, “fue espectacular”.

“De la gestión se encargó la producción del programa”, explica, “el acuerdo fue que a las obras las retiraban de mi domicilio y así fue”. Pero, a la vuelta se encontró con el problema. La Aduana le retuvo sus obras y le exigió que abone en dólares para entrar sus propias creaciones.

Guillermo aprovechó las redes sociales y contó la situación. En un reel dijo: “Necesito compartir con ustedes una situación absolutamente injusta y triste. ¿Recuerdan aquellos trabajos, mis obras que llevamos a España para mostrar en el programa El Hormiguero, con una finalidad absolutamente cultural, artística, recreativa?, retornaron a la Argentina y quedaron varadas en la Aduana«. Entre honorarios, contratación de una firma importadora, un despachante de Aduana, pago de tributo y pago de almacenaje del depósito fiscal la cuenta le dio 1600 dólares. «Me siento muy defraudado y me siento muy lastimado. Me encantaría por lo menos tener la opción de pedir que las destruyan a las obras, no quiero que las retengan, quiero que las destruyan, que vuelvan a cualquier lado, dónenlas, derrítanlas, no me importa», cerró.

La buena noticia es que la producción del programa se hará cargo del monto a abonar a la Aduna. “Hoy realicé un poder para autorizar a los gestores, pero hasta que las obras no estén en mi casa, no me quedo tranquilo”.

“Es verdad es que la Aduana tiene sus regulaciones” reflexiona Guillermo, “pero lo que me molestó fue la falta de eficiencia, de querer resolver estas cuestiones, no hay nada aceitado, resulta altamente burocratizado. Me dio mucha bronca, yo no le debía nada a nadie, nada tenía un fin oneroso, yo fui a representar a Argentina culturalmente a Europa y la devolución fue: estás importando arte y tenés que pagar”.

En total son cinco obras las que le faltan a Guillermo. “Si bien falta poco, pero esto lo doy por arreglado cuando las tenga en el taller”.


Qué son las obras del el Ladrón de Chatarra:


Las obras de Guillermo surgen de la necesidad de jugar, “de una rebeldía”, explica, “de que estamos ponderando lo artificial y nos están atrofiando. Eso me molesta y preocupa”. Por eso, todas sus piezas tienen una invitación a tocar, a ver, a accionar, a involucrarse con la pieza, a experimentar.

“A través del arte, camuflo algo más profundo”, sigue, “creo que nos estamos dejando obnubilar, maravillar por cuestiones que vienen a reemplazar nuestras propias capacidades. Se está introduciendo de prepo y sin mucho análisis por ejemplo la inteligencia artificial. Le estamos abriendo las puertas sin ser lo suficientemente crítico”.

Guillermo va en contra del entretenimiento estandarizado. Busca que el proceso del juego y del entretenimiento sea la regla. “Todos hablamos de la importancia de los procesos, y la verdad es que todos estamos ignorando el proceso, importa la pregunta que le hacemos al chat, que accedamos rápido a la información, transitar del camino, las huellas que genera, se queda de lado”.

Otra premisa de Guillermo es: “Lo que no se usa, se atrofia”. Por eso la materia prima de sus obras son chatarras. Y él las convierte en un “bicho bolita vengador del futuro”, en una “catapulta olímpica”, en un ciclista, en un rockero, en un nadador o en cualquier criatura que por su imaginación se cruce.

“Vivimos en un momento en que la diversidad de las opciones es la más amplia que nunca, pero no es así, ¿En que empleamos el tiempo de ocio o el tiempo libre?”, pregunta y contesta, “tenés opciones muy delimitadas y estamos perdiendo un montón de posibilidades: la psicomotricidad, las emociones, los sentidos, los estamos dejando de lado, y le damos bola a algo que es un artificio”.

 “Hay que aprender a hacer y equivocarse”, dice Guillermo, por eso, sus obras obligan a involucrarse, a tocar, a pensarlas por etapa, a abordarlas. Hace cuatro años atrás no tenía ni WhatsApp, hoy en su cuenta de Instagram tiene más de mil seguidores. “Me tuve que asesorar y aprender”, cuenta, tal como sus propias obras, con sus 41 años Guillermo sigue aprendiendo. Prueba, experimenta, juega.


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