Flavio, con el alma en el escenario y el títere en la piel, de Neuquén triunfa en México
Es uno de los principales referentes del arte de Neuquén. Arrancó su carrera a los 6 años y a los 12 se enfocó en los muñecos “animados”. Hoy "la rompe" en el país azteca.
Flavio González fue un niño nacido en Azul, provincia de Buenos Aires. Una localidad rural empapada de cultura desde sus inicios. De hecho, en 2007 fue declarada “Ciudad Cervantina” por el Centro Unesco “Castilla-La Mancha” por poseer la biblioteca popular una de las colecciones de “Quijotes” más importantes fuera de España. Hoy hace historia en la provincia de Neuquén.
Pero eso no es lo que nos ocupa en esta ocasión. Allí nació y creció Flavio González, uno de los principales referentes de los títeres de Neuquén y de la Patagonia.
Desde sus 12 años su curiosidad se encaminó a descubrir los misterios de esos “muñecos” que cobraban vida propia sobre el escenario. La pasión estaba manifestándose, pero faltaba un largo camino aún. Lo artístico se le despertó a los 6 años cuando empezó a estudiar magia por correspondencia en la escuela de Fu-Manchú. Tres años estuvo estudiando y rindiendo exámenes hasta que obtuvo su diploma de magia.
Ya diplomado, comenzó a animar fiestas infantiles y a los 12 años, una directora de teatro lo contrató para hacer trucos de magia. Su primer contrato laboral hasta que a los 15 años se armó su propia compañía “y de ahí no paré más. Empecé con música, teatro para niños y luego me enfoqué y me enamoré del mundo del teatro”, aseguró.
Siendo ya más grande se fue a participar de un festival de títeres “de corajudo”, para ver que onda. “Una persona me dice ‘sos de los pagos de César López Ocón’. Era un titiritero de Azul y yo no lo conocía. Cuando regreso al pueblo del festival me ponga a investigar y descubro que no solo era el titiritero del pueblo sino que antes había otros. De repente encuentro todo un universo de títeres y marionetas en mi pueblo que era muy chiquito en ese momento pero con mucha trayectoria titiritera. Incluso los anarquistas hacían títeres en ese momento para difundir sus ideas”, recordó el artista.
Esa fue la primera chispa que desencadenó toda su historia artística, armada a pulmón y pasión.
“Como todo artista que quiere crecer siempre se va, aunque siempre vuelve a su pueblo, empecé a recorrer festivales y a entrevistar a los grandes de los títeres”, agregó. Y fue en ese preciso momento en que supo que él sería parte de uno de ellos.
En su etapa “experimental” lo convocó una empresa de televisión por cable para hacer un “micro” que se lanzaría todos los días a las 22 para que los niños y niñas se vayan a dormir. “A mi se me ocurrió hacerlo con títeres. Recreamos la escena de Julieta y Romeo en el balcón, pero los personajes eran Juancito y María que charlaban hasta que la mamá de María le decía que se tenía que ir a dormir. Lo miro hoy y me parece horroroso. Pero estuvo dos años al aire”, recordó Flavio. Y es que la cosa iba por ahí.
Ya sabía que su destino iba a ser el mundo del títere y no otra cosa. ¿Le fue fácil? Claro que no, el artista independiente la tiene que remar y mucho. Pero el creador de “Churrinche” estaba convencido de que no iba a resignar aquello que tanto le gustaba.
A fines de la década de los 80 armó su valija y se vino a Neuquén, para probar, para ver que pasaba por acá. El destino pero sobre todo “sus ganas de siempre algo más”, lo llevaron a conocer al gran Quique Sánchez Vera, el maestro titiritero neuquino por excelencia.
Flavio comenzó a trabajar en la Escuela de Títeres y logró incorporarse a la academia de “Quique”, con quien armaron dos obras, una para niños y otra para adultos que recorrieron el país y el mundo.
“El día que fui a su casa, cuando me convocó para trabajar juntos, me dijo ‘Mirá pibe. Vos acá no venís a aprender, venís a trabajar. Yo no te voy a enseñar nada’. Y sin embargo, fue mi gran maestro”, recordó el titiritero neuquino.
Ahí empezó su derrotero que hoy lo posiciona como el artista de los títeres más representativo de Neuquén. Es que no se conformó solo con armar sus obras y salir de gira, fue también uno de los fundadores del Festival Provincial del Títeres que hasta 2018 reunió elencos no solo argentinos, sino también de Europa, Asia y Latinoamérica y que se realizó en diferentes localidades de la provincia de Neuquén.
Hoy, se encuentra en una gira de tres meses por México, donde está presentando su libro sobre la historia del títere “Hilos, guantes e ilusiones” y realizaron funciones de sus clásicas obras que ya los neuquinos conocen.
Además, hace días fue convocado para sumarse a la Red de Investigadores Artísticos Latinoamericanos. “Es un orgullo ser parte de esa red. El camino no fue fácil, porque todo se hizo a pulmón y esfuerzo. Pero valió la pena”, concluyó el titiritero desde Cuernavaca.
“Quique Sánchez Vera me dijo que tenía que trabajar y que no me iba a enseñar nada. Fue mi gran maestros desde ese día”.
Flavio González, titiritero neuquino, fundador del Festival Provincial que hizo historia.
“Hilos, guantes e ilusiones”, de eso se trata esto
Desde sus orígenes en civilizaciones antiguas hasta su evolución en el teatro contemporáneo, los títeres fueron portadores de historias, tradiciones y mensajes que han trascendido generaciones.
“Hilos, guantes e ilusiones”, de Flavio González transita ese camino. Fue para él “un homenaje” a la hermosa profesión del titiritero.
Fue editado por Editorial Escénicas Sociales durante este 2023. Cuenta con la editorial de la Profesora de la UBA, Mónica Berman, y Prólogo del historiador, Felipe Pigna. Los dibujos e ilustraciones fueron realizados por el artista, Omar Gasparini.
La historia de este libro comienza con un encuentro fortuito entre Flavio González y un titiritero de Tandil, quien lo impulsó a investigar las raíces titiriteras de su pueblo natal: Azul. A partir de ese momento, Flavio se embarcó en un apasionante viaje de búsqueda y descubrimiento, recopilando información sobre titiriteros de diferentes épocas y lugares.
La investigación de Flavio abarca desde la época colonial hasta la actualidad, desenterrando datos sorprendentes sobre los primeros titiriteros que llegaron a América, sus rutas de viaje y las influencias culturales que dejaron a su paso. Desde Hernán Cortés hasta los títeres anarquistas del siglo XIX, cada capítulo del libro revela una pieza importante en el rompecabezas histórico de los títeres.
Para González, “los títeres son un patrimonio inmaterial de gran valor histórico y cultural”. A lo largo de su investigación, descubrió la importancia de preservar esta tradición milenaria, ya que los títeres fueron una herramienta utilizada por diferentes culturas para transmitir sus ideales, historias y creencias.
Con más de 37 años de experiencia en el arte de los títeres, Flavio González ha dedicado gran parte de su vida a esta investigación. Durante la pandemia, tuvo la oportunidad de desgravar cientos de entrevistas y finalmente dar forma a su libro que trae un historia memorable.
Manuelito y Churrinche, dos personajes entrañables
Obras aplaudidas por demás, tiene muchas el titiritero Flavio González. Pero vamos a detenernos en dos, sin quitarle mérito al resto, que fueron la delicia de grandes y chicos.
Una es “Una historia de Amor en Pehuajó”, que en vez de centrarse en la tortuga que viajó a París para “ponerse linda” para su nuevo amor, pone el foco en el pobre tortugo que se quedó aquí esperándola.
La obra se estrenó en 1998 y sigue en agenda de los teatros.
La otra obra es “Churrinche”, que tampoco pasa de moda. Es la historia de un niño, una madre, puede que aparezca un fantasma y seguro habrá un desparramo.
Es una pieza del mundo titiritero que también fue estrenada en los 90. Flavio propone es esta obra, como en otras, que los niños y niñas se atrevan a imaginan qué puede pasar con los personajes y así ser parte del guión.
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