Familias provisorias de niños y adolescentes en Río Negro: «Ayudamos a reparar los daños que sufrieron»

Hay alrededor de 38 familias dispuestas a albergar, durante el tiempo que sea necesario, a niños o adolescentes en situación de vulnerabilidad en la provincia.

María José, junto a sus tres hijos y uno de los niños que recibió al ser parte del programa. Foto: gentileza

«Se trata de sembrar algo lindo en el otro«. Así lo entiende Rebeca Ibañez, una viedmense de 36 años que integra el programa de Familias Solidarias

En Río Negro hay alrededor de 38 familias dispuestas a albergar, durante el tiempo que sea necesario, a niños o adolescentes en situación de vulnerabilidad. Se trata de evitar que esos chicos sean institucionalizados y terminen en el hogar Caina (Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia) hasta que se logre su revinculación familiar o concretar su adopción. 

Actualmente hay 16 niños y adolescentes incluidos en el Programa de Familias Solidarias, un sistema que fue aprobado por ley provincial en 2020.

Rebeca y su esposo, Gustavo López, decidieron anotarse en 2021. La mujer comentó que, desde siempre, han trabajado con niños que tenían problemas en sus casas en una iglesia evangélica. «Nos enteramos del programa y nos sumamos para ayudar», admitió. 

En solo un mes, después de algunos trámites y la entrevista con la psicóloga, fueron habilitados. En un primer momento, recibieron a un niño durante una semana. Una beba permaneció con ellos durante dos años y medio. También recibieron a un bebé de 9 meses y finalmente, fue el turno de un niño que solo estuvo tres días. 

Rebecca y Gustavo son de Viedma. Foto: gentileza

«Fue todo un desafío para nosotros. Recuerdo cuando llegó la gordita de cinco meses: era puro llanto porque venía de una familia con mucha violencia. Pero el cambio en ella fue tremendo. De a poco, los chicos se empiezan a adaptar y lograr afinidad con ellos es hermoso», resumió Rebeca.

Aseguró que empieza a querer a los chicos, desde el primer momento en que les preguntan si pueden acogerlos. «Tratas de brindarles lo que ellos no tuvieron en su familia haciéndoles sentir que hay una familia diferente. Ellos están acostumbrados a situaciones de violencia y el apego es inmediato», señaló y recordó cuando recibieron a uno de los nenes más grandes: «Tenía siempre carita de enojado, pero ya el último día que estuvo con nosotros, se reía. Era otro nene». 

Reconoció que el desapego, una vez que se marchan, resulta muy difícil aunque «el equipo técnico siempre ayuda». «Todo es como la adaptación en el jardín. Cuando son bebés, hay que hacer un destete porque la mayoría toma pecho. Es difícil acostumbrarlos a la mamadera. Cuando son más grandes y han padecido violencia, tienen desconfianza. Nosotros le decíamos a este chiquito que seríamos buenos con él», describió. 

Por lo general, son chicos que han atravesado situaciones de violencia en en el seno familiar. Los técnicos intentan, en primer lugar, buscar algún abuelo o tío que pueda hacerse cargo de ellos. Cuando no se logra, se acude a las familias solidarias. «Los recibís sabiendo que es por un tiempo determinado. Es difícil saber que se van, pero los recuerdos quedan como así también la satisfacción de sentir que se hizo algo lindo por ellos», dijo.

Evitar la institucionalización

Ante cualquier caso, los equipos técnicos evalúan si hay familias solidarias disponibles. Si no las hay, esos chicos en situación de vulnerabilidad, son derivados al Caina. La Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia prepara un relanzamiento del programa para sumar más familias. Por momentos, no hay casos en agenda; por momentos, surgen 20 situaciones de emergencia en toda la provincia.

Si bien hoy hay 38 anotadas, hay algunas que plantean tomar «un tiempo». «La llegada de un chico genera mucho movimiento en una familia. No sólo entre los que viven en ese domicilio, sino entre todo el entorno familiar», sintetizó Silbana Cullumilla, secretaria de Niñez, Adolescencia y Familia de Río Negro. 

Insistió en que el Caina es el último recurso para llevar a un niño o adolescente: » No tenemos muchos chicos institucionalizados, pero la idea es tener la menor cantidad posible. ¿Por qué? Los turnos de los empleados son de 8 horas; entonces, los niños se levantan con una persona, vuelven de la escuela y hay otra y, se van a dormir con otra. Por eso, lo ideal es que estén con una familia solidaria porque ya vienen muy vulnerados en sus derechos». 

El tiempo de estadía con una familia solidaria difiere según los casos. Algunos chicos pueden estar solo unos días hasta que vuelven a hacer la revinculación con sus familias. En otros casos, la adopción demanda más tiempo. 

Cullumilla consideró que, al estar contenidos en una familia, «los cambios son impresionantes: una cosa es cuando llegan y otra, cuando se van«. Por otro lado, advirtió, que se trabaja mucho con la familia de origen, en algunos casos, para que «ese niño pueda volver al entorno familiar aunque sea con alguna abuela o tía». 

La funcionaria hizo hincapié en el reforzamiento el programa de Familias Solidarias, a través del acompañamiento con recursos. «Además -continuó-, queremos trabajar con otros organismos, como el Registro Civil o la Policía para agilizar los trámites de inscripción y que las familias tengan una buena experiencia».


Algunas familias sustitutas no tienen inconvenientes con los límites de edad de los niños que reciben; otras, en cambio, ponen condiciones. 


Ayudar a reparar el daño

Los tres hijos de Maria José Specialle insistían con tener un hermano. Al conocer el programa de la provincia, a través de las redes sociales, esta viedmense supo que era un buen camino.

«Soy operadora de Senaf así que estudié cuidados de niños y el jardín donde trabajo es un centro de apoyo a la crianza para familias de bajos recursos o conflictos con la ley. Desde 2021, soy familia solidaria de primera infancia, es decir de cero a 5 años», detalló. 

En primer lugar, recibió una niña de cinco años y luego, a un niño de tres años que «no tenía hábitos de ningún tipo. Tampoco hablaba». «Él iba al jardín donde yo trabajaba así que ya lo conocía. Estuvo con nosotros nueve meses y mis chicos lo quisieron de entrada. Finalmente, volvió con su familia de origen», relató María José. 

María José, junto a uno de los niños. Foto: gentileza

Ese niño llegó a decirle ‘mamá’: «Estábamos juntos las 24 horas porque iba a mi jardín. El vínculo fue super fuerte, pero le enseñamos quién era cada uno: yo, por ejemplo, no era mamá sino Majo. Lo ayudamos a reconocerse como persona y entendió que estábamos para apoyarlo«. 

El regreso del niño a su familia fue difícil para todos: «Mis hijos me pedían que no lo devolviera. Les explicaba que no era nuestro, que simplemente lo estábamos ayudando a reparar el daño que había tenido en sus tres años. No voy a negar que nos encariñamos, somos seres humanos, pero estamos para ayudar. Hoy seguimos teniendo noticias de él, de cómo está. De hecho, pasó a primer grado y nos mandaron foto». 


El mail para comunicarse es familiasrionegrinassolidarias@gmail.com.


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