Escuelita VIII: Inés y la fuerza bajo el pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo
La etapa testimonial comenzó con las declaraciones de Inés Ragni. El 4 de diciembre siguen los testimonios con hijos de desaparecidos y el ex vocal del TSJ de Neuquén, Oscar Massei
El viernes 17 de noviembre se hizo la tercera audiencia del juicio de lesa humanidad que tiene por acusados a los integrantes del Juzgado Federal en tiempos de dictadura en Neuquén. Inés Rigo de Ragni nuevamente le explicó a los integrantes del Tribunal como había desaparecido su hijo el 23 de diciembre de 1976, de la vereda de su casa, mientras ella atendía el negocio, unos minutos después de que su primo viniera a constatar que había llegado de La Plata –donde estudiaba arquitectura- para pasar las fiestas.
Con una voz gastada por el paso de los años, Inés explicó que en los primeros días de búsqueda de los familiares lloraban y luego se dieron cuenta que debían ser fuertes para “seguir pidiendo por nuestros hijos”.
“El era un gran deportista, los 30 mil desaparecidos eran distintos. Algún día voy a saber quién fue, es Justicia lo que estoy pidiendo, le digo al Tribunal: no me quiero ir sin saber qué hicieron con mi hijo. Me dijeron no te preocupes, ya va a volver. Son mentirosos”, dijo en referencia a los militares.
Inés Ragni ingresó a paso nonagenario a la audiencia sin el pañuelo blanco sobre la cabeza. Daba la impresión de que lucía más frágil, sin embargo, claramente explicó los años de mentiras durante la dictadura e incluyó los dichos de los militatares en los juicios, cuando el ex general Enrique Olea (a cargo del Batallón) negó el funcionamiento del centro clandestino bajo su mando.
“¿Recibimos respuestas? Nunca, nunca, nunca”, reafirmó.
Inés le dio un voto expectante al tribunal, debido a que por primera vez está integrado por una mujer; aunque al final aclaró: “vamos a esperar, espero que este tribunal sepa algo”. “Yo vivo frente al Batallón, le explicó a los jueces, hace 71 años en el mismo lugar. Lo primero fue ir al cuartel, como le decíamos y él dijo (por Olea) que no había Escuelita. Y estaba funcionando, tenía a los secuestrados”, describió.
Destacó que los habeas corpus y las presentaciones legales las hizo su esposo Oscar, que estaba enfermo para ir a la audiencia. Agradeció el acompañamiento del pueblo de Neuquén, describió el resguardo valiente del obispo Jaime De Nevares que los recibía todos los martes en procura de información, la compañía de Noemí Labrune en las visitas a los familiares y contó de los viajes al V Cuerpo y a Buenos Aires.
“Estamos muy ayudados por el pueblo de Neuquén”, dijo. Cuando nada más quedaba por reafirmar, terminó su testimonio, se calzó el pañuelo blanco y se sentó junto a Lolín Rigoni, que esperaba en primera línea para acompañar el resto de la jornada.
“Este pañuelo que uso y tengo de por vida, ustedes no lo pueden usar; es en defensa de los 30.000 desaparecidos. Es el símbolo de la libertad, es el símbolo de nuestros hijos”, les dijo a las y los abogados en la sala, con un público que parecía contener la respiración para seguir el relato y que intentó dar rienda libre a un gran aplauso al final, que, sin embargo, fue frenado por los jueces, para que no hubiera alboroto.
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