Es motoviajera y recorre rutas argentinas hace más de 30 años: «Viajar en moto es ser parte del paisaje»
A Rocío Rosemberger su papá le regaló su primera moto a los 14 años. Desde entonces, la ruta es su hogar.
Rocio deja su moto, Blue, y se sienta en frente de ella, esperando decidir en qué camping dormirá hoy. Junto a su amiga, emprendió un viaje desde San Luis hasta Mendoza, donde pasará unos días hasta encarar de nuevo la Ruta 40 hacia el encuentro de Motoviajeros en Aluminé. Mientras toma un poco de agua, recuerda las anécdotas y las aventuras vividas por más de 30 años en las rutas. «Viajar en moto es ser parte del paisaje. Ahora la estoy mirando, la tengo enfrente mío y sé que ella me está escuchando«.
A los 14 años, Rocío Rosemberger encontró en la moto mucho más que un medio de transporte: un estilo de vida. Nacida en Entre Ríos y criada en La Falda, Córdoba, esta viajera comenzó sus aventuras motorizadas cuando su padre le regaló un ciclomotor de 50 cilindradas.
Desde entonces, la ruta se convirtió en su refugio. «Yo me escapaba de la escuela y agarraba la ruta. Es lo que me gustaba», cuenta. En ese entonces vivía en el Valle de Punilla, un lugar rodeado de caminos y paisajes, y ahí, entre las montañas y las rutas sinuosas, fue donde nació su pasión por viajar en moto. Desde joven, aprovechaba cualquier oportunidad para subirse y recorrer el paisaje, especialmente los caminos de tierra que tanto le atraían.
A medida que crecía, el deseo de ampliar su horizonte y explorar más lejos la llevó a cambiar de moto y pasó a una Honda 150 para enfrentar los caminos de ripio. Y así, con cada nueva moto, su conexión con la ruta se hizo más fuerte, hasta convertirse en una motoviajera.
Actualmente, su compañera de viajes es Blue, una Mondial Chopper 254 que la llevó por caminos interminables de ripio, asfalto y paisajes inolvidables. La bautizó así porque cuando la fue a buscar se dio cuenta de que cuando le daba la luz se veía azul. «Parece negra, pero en realidad es azul noche».
Volviendo a sus primeros años, Rocío recuerda que a sus 25 hizo uno de sus primeros viajes largos. Fue en 1995, rumbo a Las Grutas, «en tiempos en los que no existían GPS ni celulares«, dice. «Era todo con mapas de papel. A veces veías un pueblo en el mapa y cuando llegabas no había nada, solo un sendero en el monte», recuerda.
Una noche, camino a Río Colorado, se quedó sin combustible. No le quedó otra opción que empujar la moto. «La empujé unos diez kilómetros en medio de la noche«, cuenta. Los sonidos, olores y sentimientos de incertidumbre y adrenalina la marcaron para siempre.
En sus viajes recorrió todo el norte argentino, desde Santiago del Estero hasta Jujuy, y ahora está enfocada en explorar el sur. «El norte me queda a 1.200 kilómetros, pero el sur tiene distancias mucho más largas. Este año me dije que tenía que encararlo».
Fue así que casi por arte de magia le llegó el flyer del encuentro de Motoviajeros en Aluminé que se realizará el fin de semana del 17 de enero. Ella sintió que «era una señal» y emprendió viaje.
«Es que parás en una estación de servicio y enseguida te ponés a charlar con alguien que también está en la misma», cuenta Rocío. Para ella, viajar en moto no es solo una experiencia individual, es también un encuentro constante con personas que comparten su pasión. «Hay una red enorme de motociclistas solidarios, siempre dispuestos a ayudar».
Así sucedió con su amiga Nora, una tucumana que emprendió viaje hacia Río Grande en una moto idéntica a la suya. «La conocí en la ruta, como a muchos otros. Los motociclistas sabemos lo que es estar expuestos al clima, a que te pase algo en la moto… Siempre hay alguien dispuesto a dar una mano».
Una de sus experiencias más recientes ocurrió en esa provincia. Viajaba por esas rutas cuando sufrió un accidente. Transportaba las remeras de su emprendimiento «Lili Malón» diseñadas especialmente para motociclistas cuando terminó en la cuneta.
En ese momento lo primero que hizo fue poner su casco en el suelo. «Entre los motociclistas, es una señal de problemas», dice. Esperó que pasara alguien para ayudarla, pero nadie frenó. Excepto Griselda. «Apareció este ángel que paró para ayudarme. Ahora siempre que pase por ahí tengo este angelito dispuesto a darme una mano».
Aunque Rocío ha viajado fuera del país, a Chile y Paraguay, sus principales aventuras han sido en territorio argentino. «Argentina es tan grande y diversa que no me canso de explorarla. Córdoba sola tiene caminos interminables y paisajes increíbles, imaginate todo el país», expresa mientras admira el increíble paisaje de las rutas mendocinas.
Ahora su próxima aventura está en la provincia de Neuquén, a donde llegará para el encuentro de motoviajeros. «Queremos conocer el Salto del Agrio. Vamos a tener que recorrer unos 80 kilómetros de ripio, no es lo más cómodo para mi Chopper, pero vamos a ir despacio disfrutando del camino».
«Siempre te preguntan si viajaste en moto al exterior o si lo tenés planeado. En mi caso, primero mi patria, después afuera«, expresa con emoción.
Aunque su país la vuelve una romántica empedernida, no descarta llevar su pasión del otro lado del océano. En octubre, planea viajar a España para recorrer los pueblos medievales del norte. «Me gustaría conocer León, Castilla, Zaragoza… Esos lugares tienen una historia que me fascina».
Rocío no busca velocidad ni récords en sus viajes. Para ella, la moto es una herramienta para conectarse con el ambiente y consigo misma. «Viajar en moto es ser parte del paisaje».
Durante estos años, notó que cada vez hay más mujeres en las rutas, animándose a viajar solas, un fenómeno que la llena de orgullo. Además, asegura que la comunidad de motoviajera está formada por una red solidaria y amigable, donde el apoyo, además de ser fundamental, es parte del recorrido.
Hoy, esta motoviajera sigue acumulando kilómetros y anécdotas. En su bolso, lleva consigo un mensaje de libertad, solidaridad y amor por el camino.
Rocio deja su moto, Blue, y se sienta en frente de ella, esperando decidir en qué camping dormirá hoy. Junto a su amiga, emprendió un viaje desde San Luis hasta Mendoza, donde pasará unos días hasta encarar de nuevo la Ruta 40 hacia el encuentro de Motoviajeros en Aluminé. Mientras toma un poco de agua, recuerda las anécdotas y las aventuras vividas por más de 30 años en las rutas. "Viajar en moto es ser parte del paisaje. Ahora la estoy mirando, la tengo enfrente mío y sé que ella me está escuchando".
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