Es de Neuquén, tiene 13 años y ganó las olimpiadas de Filosofía: la música lo ayudó a reencontrarse con su vida

Según su ensayo, Valentino estaba sumergido en el mundo de las pantallas, pero su papá le "cambió la vida a través de la guitarra".

Valentino Demetrio Gano las olimpiadas de Filosofía. Foto: Gentileza.

«En el verano del año 2022 me volví a reencontrar con mi papá, sin saber que algo a partir de ese preciso momento iba a suceder; él me iba a cambiar la vida a través de una guitarra«, recita Valentino Demetrio en las olimpiadas nacionales de Filosofía. Minutos después, ganaría el primer puesto.

Valentino Demetrio tiene 13 años, vive en Zapala y obtuvo el primer puesto en el concurso nacional por su escrito titulado «La música fue el viento…», un ensayo introspectivo que relata cómo volver a vivir con su papá y la influencia de la música lo transformó como persona.

El adolescente vive con su papá, que es profe de música, hace poco más de tres años. En 2021 lo visitó y decidió que quería volver a pasar los días a su lado. «Yo tenía recuerdos de ser chico y vivir con mi papá entre la música y me encantaba», recordó.

Así fue que agarró su ropa y los útiles que lleva a la escuela IFDN° 13 y volvió al lugar que tanto añoraba. Tomó esa decisión porque no se sentía muy bien consigo mismo. Según describió en su ensayo, lo «rodeaban las pantallas». «Estaba sumergido hasta los huesos entre celulares, consolas de juego y miles de artefactos tecnológicos que inundaban mis días».

Su papá, José, comentó que no tenía conductas amigables y que le costaba sociabilizar. «Tuvimos que hacer un cambio para lograr que vuelva a ser el niño que siempre fue«.

«Mi mundo antes se basaba únicamente en despertarme, ir a la escuela, llegar a casa y estar con un celular o una consola de juegos todo el día… No me daba cuenta como el tiempo pasaba, las horas de mi vida que desperdiciaba», escribió el joven artista.

Valentino contó en su escrito que las redes sociales le generaban una sensación de estar encerrado «en una prisión». «Solo quería escapar, pero no podía, porque era como si estuviera atado todo el día a una cadena que cada vez se acortaba más y me robaba libertad».

Cuando volvió a vivir con su papá esto trajo cambio de hábitos. La guitarra se convirtió en parte de la familia y los tres comenzaron a pasar tiempo de calidad haciendo música. «Yo lo había tenido a Valen en mi clase y me di cuenta de que era un gran alumno», aseguró su papá.

Valentino toca la guitarra eléctrica. Foto: Gentileza.

Así fue que día tras día se adentró más en el mundo de la música. El Jazz musicalizando las habitaciones de la casa, los instrumentos y el arte se transformaron en su hogar.

«Me daba cuenta de que la guitarra era mucho más que un simple instrumento: era una herramienta para expresar mis emociones, un medio para orientar mis pensamientos y una amiga que me acompañaría en los momentos de soledad«, relató el zapalino en su ensayo.

Su papá fue clave en este camino. Valentino comentó que le enseñó a tocar la guitarra y fue su guía. «Él me enseñaría a ver la vida desde una perspectiva diferente. La música se convirtió en mi refugio, se
volvió mi pasión y mi razón de ser», expuso.

Día a día la guitarra le dio «muchas cosas más que una simple pantalla», dice en su escrito. «Me trajo alegrías, se conectó con mi cuerpo, alma y espíritu, me permitió sentir la música como nunca lo había hecho antes».

Valentino junto a su papá José. Foto: Gentileza.

Hoy el arte es parte de la vida de Valentino y su papá. Fue así que, cuando su profesora le dijo que estarían las olimpiadas de Filosofía, no dudó en anotarse. Decidió que contaría la experiencia transformadora que le trajo vivir con su papá.

La final se disputó en Tucumán, un viaje que quedará en lo profundo de su corazón. «Me encantó, me hizo sentir otro chico. Cambiar experiencias y haber estado ahí... nunca me voy a olvidar», expresó.

Que el ensayo de Valen haya llegado tan lejos fue conmovedor para su papá. «No hizo más que contar su historia y lo que más me emociona fue el cambio que él tuvo como persona«, manifestó José. «Él solo aprendió a dejar las pantallas y se fue dando cuenta lo que le brindaba la música».


El adolescente recomendó a sus pares: «si tienen la oportunidad de dejar un momento en las pantallas, el celular o la consola y pueden escribir, contar algo que les sucedió y que eso les motive para cambiar, para ser otra persona y mejorar, háganlo».

Valentino es actualmente un amante del arte. Aseguró que volverá a participar en concursos de escritura y que espera cumplir su sueño. «Yo quiero volverme un músico argentino reconocido«, contó.

Es que, como dice su ensayo, su vida «era como una flecha que se desviaba cada vez más de su trayectoria». «Conocer la música a través de una guitarra fue el viento que me ayudó a corregir la dirección e ir recto al centro una vez más, esperando que algún día, esa flecha de en el blanco de una vez y para siempre…».


El ensayo de Valentino Demetrio: «La música fue el viento…»


“La música fue el viento…”
Apolo
“Si todo el mundo pidiera paz en vez de otro televisor, entonces habría paz”
John Lennon.

En el verano del año 2.022 me volví a reencontrar con mi papá, sin saber que algo a partir de ese preciso momento iba a suceder; él me iba a cambiar la vida a través de una guitarra.
En esa etapa de mi vida, creía que solo era un instrumento musical, sin saber en lo mucho queb esta maravilla iba a influir en mi vida después de conocerla. En aquel momento me rodeaban las pantallas, sumergido hasta los huesos entre celulares, consolas de juego y miles de artefactos tecnológicos que inundaban mis días. Lo mismo sucedía con mi entorno familiar, amigos y conocidos de aquel momento; esa era mi realidad, la única manera que tenía de entender el mundo; fueron horas, días, meses y años viviendo lo mismo sin darme cuenta.
En un principio la música no me generaba nada, simplemente era un motivo más para recuperar el tiempo perdido con la persona que había extrañado tanto y solamente guardaba recuerdos que mi mente estaba olvidando poco a poco.
Pero mientras más me adentraba en el mundo de la música, más me daba cuenta de que la guitarra era mucho más que un simple instrumento: era una herramienta para expresar mis emociones, un medio para orientar mis pensamientos y una amiga que me acompañaría en los momentos de soledad. Mi papá me enseñó a tocar, él fue mi guía, también él me enseñaría a ver la vida desde una perspectiva diferente. Es así como la música se convirtió en mi refugio, se volvió mi pasión y mi razón de ser.
Parece que esto que me paso también le ha pasado a muchos jóvenes. Hay muchísimos estudios de como los proyectos de orquestas juveniles con fines de integración social influyen en distintos aspectos de la vida de los jóvenes: en sus representaciones, sus prácticas, en aspectos relativos a su subjetividad, en cuestiones identitarias y en la formulación de sus horizontes de expectativas futuras. Tanto es así que en muchísimos países se han incluido como política pública para el trabajo en poblaciones vulnerables, prevención de violencia y transformación de valores, y en otros como herramientas para el trabajo en salud integral.
Ahora pienso por qué antes de acercarme a la música no me sentía así ¿De qué manera la música llenó el vacío que me dejaron las pantallas?
Para empezar, mi mundo antes se basaba únicamente en despertarme, ir a la escuela, llegar a casa y estar con un celular o una consola de juegos todo el día… No me daba cuenta como el tiempo pasaba, las horas de mi vida que desperdiciaba.
Lo único que me dieron las pantallas fue un poco de diversión y entretenimiento vacío, me sacaban las ganas de hacer cosas, como por ejemplo los deberes… No pensaba en nada más que estar con una pantalla buscando ser el gran campeón de la nada misma. Estaba encerrado
en una prisión de donde solo quería escapar, pero no podía, porque era como si estuviera atado todo el día a una cadena que cada vez se acortaba más y me robaba libertad. Como dice Lipovetsky en su libro “La era del vacío”: Las redes nos prometen una gratificación instantánea, una dosis rápida de felicidad que, en teoría, debería satisfacer nuestras necesidades
emocionales. Sin embargo, esa felicidad nunca se termina de alcanzar del todo. Estamos constantemente en búsqueda de lo siguiente, de lo nuevo, creyendo que la verdadera satisfacción está a la vuelta de la esquina, en el próximo post, la próxima compra, o el próximo logro digital y así nos vamos haciendo prisioneros a eso.
Lo que ahora trato de entender es: ¿Por qué la música hizo mi vida más feliz? ¿Por qué un trozo de madera y cuerdas sacó lo mejor de mí? ¿Por qué cuando toco la guitarra siento que sueño despierto?
En definitiva, la guitarra me dio muchas más cosas de las que me daba una simple pantalla, me trajo alegrías, se conectó con mi cuerpo, alma y espíritu, me permitió sentir la música como nunca lo había hecho antes, como si fuera una extensión de mi cuerpo. Quizás como dice Gadamer, el arte y el lenguaje musical nos abre a nuevas verdades que de corriente no
podríamos saberlas. Cuestión que Freud también afirmaba cuando decía que el arte es capaz de arrojar claridad en zonas de nuestra vida psíquica en las que el hombre ordinario anda a ciegas.
Podríamos preguntarnos por qué es el arte y la música en específico, lo que produce esto en el ser humano y no otra cosa. Arthur Schopenhauer es uno de los filósofos que se ha dedicado a fundamentar filosóficamente el arte, afirma que el arte es la única forma que tenemos de poder representarnos y hablar del mundo de una forma más profunda, ya que no hablamos solamente desde lo racional sino desde los sentimientos. La música es el arte por excelencia ya que, ya no se trata del aparecer de los conceptos o ideas de las cosas (como en el resto de artes), sino de una auténtica y acaso definitiva aproximación a su ser, y no por medio de la
imagen (pintura, escultura) o la palabra (poesía), sino del sentimiento. La música no habla de las cosas, y por eso se dirige al corazón, pues no tiene mucho que decirle directamente a la cabeza. Por ello el arte habla de lo que verdaderamente somos.
La música (y el arte) es aquello que nos diferencia de los animales. A diferencia de ellos, nosotros podemos generar símbolos (es decir una forma de referirse a la realidad). La capacidad de simbolizar mediante sonidos es solo propia del hombre y nos permite comunicar los aspectos emocionales y creativos. Si bien hay algunas especies que producen sonidos, y podríamos decir que cantan, lo hacen con la función de supervivencia, y no con la función de representar una realidad o bien de transmitir emociones. Por eso también nos permite transcender nuestra vida particular y dejar para la historia esas miradas. No pasa lo mismo
con el cantar de los pájaros por más hermoso que sea.
Quizás por todo lo escrito anteriormente, la música me devolvió la felicidad, pude ser yo, me hizo hacer algo que nunca hice anteriormente, como por ejemplo practicar algo hasta que salga bien y dedicarme apasionadamente a estudiar cada detalle de ella. También, a través de
la música, me di cuenta de que existía algo más que las pantallas. Había una relación de amor hacia a ese instrumento musical que tanto me alegra todos los días. Es una conexión que cada vez se hace más fuerte y un lazo que nunca se romperá por más que pasen miles de tormentas.
Parece que como seres humanos estamos constantemente buscándole un sentido a la vida y en mi caso lo encontré, y espero sirva de motivos para otros. Mi vida era como una flecha que se desviaba cada vez más de su trayectoria, pero conocer la música a través de una guitarra fue el viento que me ayudó a corregir la dirección e ir recto al centro una vez más, esperando que algún día, esa flecha de en el blanco de una vez y para siempre…


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