Entre libros y chacras: así celebraron en Paso Córdoba los 25 años de su Biblioteca 

Un acto con danza y homenaje fue el punto de encuentro, para dar relevancia a su historia y a los vecinos que la hicieron realidad. Animados, apuestan por seguir vigentes.

Los pañuelos girando en el centro, al ritmo de una zamba carpera, invitaron a acercarse. Fue uno de los tantos momentos que se vivieron en el festejo de la Biblioteca “El Sembrador”, de Paso Córdoba, que este jueves celebró sus Bodas de Plata. 

Junto al frente de la sala, ubicada a la vera de Ruta 6 (Calle Nazareno Ercolani), vecinos, integrantes de la Comisión Directiva y representantes de escuelas se encontraron para decirle “Feliz Cumpleaños” a la institución, que nació el 10 de octubre de 1999. Desde entonces busca cobijar a la curiosidad y abrir la imaginación a nuevos mundos de grandes y chicos, por eso no faltaron los regalos ni las lágrimas: ya son varias las generaciones que pasaron entre sus estanterías, así que hablar de la Biblioteca es como hablar sin querer de sus propias vidas. 

Mariana Bravo, nieta de uno de los primeros pobladores del barrio, Hernán Bravo, es quien está al frente de la atención al público, desde el día 1, cuando tenía apenas 20 años y no sabía a qué se dedicaría. Socios honorarios y fundadores la acompañaron para que se animara y hoy es ella quien busca honrar ese legado, pensando cada año con qué servicios seguir cerca de la comunidad, aunque avance la tecnología y parezca que se lee menos papel.

El apoyo de bailarines que integran un Proyecto de Extensión del IUPA – Foto: Andrés Maripe.

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Comprometida, la encargada contó que para este aniversario lograron pintar el local, mantienen el servicio de fotocopias y trámites web, además de compartir una de sus salas con la Escuela de Educación Básica para Adultos (EEBA) N° 30, que funciona cada tarde. Subsisten con los aportes de los 120 socios, pero siempre se podría estar mejor, sobretodo si llegara el subsidio provincial demorado a esta altura del año o si se pudiera renovar el mobiliario, que se recicló una vez más para mantener su uso y colorido. A pesar de todo, nada le saca la sonrisa y por eso muestra orgullosa el archivo de todo lo que vivieron y que salió publicado en distintos medios de la región. 

Antonio Diaz es uno de esos socios y lectores fieles que encontró en la Biblioteca los libros de historia y las novelas que lo nutrieron desde que llegó a este barrio de tantos trabajadores rurales, hace 55 años. Vino como encargado de chacra, proveniente de Villa Regina. Hoy con 80 primaveras en su haber, fue el gran homenajeado con una placa, por ser el “mejor lector” que tienen y que ya va por la sexta ficha de obras prestadas a domicilio. Emocionado, posó para la foto junto a los demás vecinos, entre saludos, café, torta de cumpleaños, souvenirs y abrazos de felicitación. 

A la salida, junto a la puerta de acceso, una foto de José Sabino Rojas era la referencia que faltaba para conocer sobre el origen de este sitio, que creció junto al Centro Comunitario, la Sala de Salud, el Centro de Jubilados y la Capilla “Beato Ceferino Namuncurá”, en el sencillo “casco céntrico” barrial. Gracias a él la institución fue bautizada como la Biblioteca “El Sembrador”, en honor a su perseverancia para cultivar conocimiento a su alrededor, aún a pesar de no tener título docente.

Nacido el 28 de abril de 1882 (o 1885) en San Carlos (Mendoza), fue empleado municipal en sus pagos y agente policial en Buenos Aires, pero recién a los veinte aprendió a leer y escribir, según publicó Héctor Pérez Morando en el archivo de este medio. Desde entonces supieron de su vocación ad honorem estudiantes en Covunco (1914), General Conesa, Colonia La Picasa (C. Saltos), Pico Quemado, Chenqueniyén Arriba, Cerro Policía, Blancura Centro (Mencué), Nahuel Niyeo, Sargento Ocón, y, obviamente Paso Córdoba.

Mariana lleva 25 años juntando esfuerzos para sostener la Biblioteca. Foto: Andrés Maripe.

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Sin una familia propia, pasó sus últimos días en el Hogar Regional de Ancianos de Roca, donde falleció el 25 de agosto de 1972. “Piso de tierra las más de las veces, arpillera de bolsas, lona, cuero, chapas o maderas de cajones en las aberturas. Así lo conocimos en la escuela de Cerro Policía y además solamente lápiz y cuaderno para toda tarea. Pegar letras (con engrudo), recortadas de diarios y revistas regalados. Hacer la comida para sí y los casi siempre humildes alumnos, sus ‘gurises’. Y por supuesto también amasar pan y entregarlo al horno de barro, construido por él (…) Los libros que no tuvo, serán semillas y semillas de aquel andante maestro”, daba por hecho el relato del historiador, a través de una nota, también de 1999. En su memoria, hoy la biblioteca brindó por muchos años más.

El archivo fotográfico recorre las paredes de las salas. Foto: Andrés Maripe.

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