Entre cueros y margaritas: el recuerdo del primer diseñador de zapatos de Allen 

Especialista, Felipe hizo de su labor un estilo de vida. A casi tres décadas de su muerte, sus descendientes se sumergieron en la nostalgia de un oficio único.

Ellos con las herramientas, ella con las fotos: cada hijo aportó a la historia desde un aspecto distinto. El punto en común fue el Modelo de la Margarita, un diseño que sobrevivió después de 86 años. Los Scarlata llegaron a Allen hace 75, pero esa flor venía desde Italia.

Artesano, diseñador, que no es lo mismo que “composturero”, fue la primera aclaración de la charla. Así lo marcaba Felipe en su afán por reivindicar esa vocación que lo absorbía durante jornadas enteras en su taller. Lo suyo eran los zapatos a medida e Isabel Arena, su esposa, fue la que se llevó el trabajo más preciado, para su casamiento.

Sin taco y con la delicada flor en el empeine, la obra de Felipe Scarlata.

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Con Catalina, quien guarda las fotos de sus papás hasta el día de hoy.

Los moldes de esa obra, con los delicados pétalos blancos en el empeine, aparecieron dentro de un sobre, durante la charla con RÍO NEGRO. El resultado final quedó inmortalizado en la foto con marco que todavía se exhibe en uno de los dormitorios del edificio de calle Eva Perón, casi Sarmiento: allí están, ambos de pie, la novia y el novio, elegantes y muy jóvenes (él con 23, ella con 16 años).

Nacido para la primera Guerra Mundial, el 1° de mayo de 1914, y después de lo ocurrido en el segundo conflicto, Felipe entendía que trabajar duro era la llave de la supervivencia y que con un oficio era posible prosperar en cualquier sitio. Oriundo de Piazza Armerina, Sicilia, al sur de Italia, allí tuvieron a sus cuatro primeros hijos, en la tierra de las iglesias y los mosaicos romanos. Precavido, ya desde pequeños les transmitió a Miguel, Juan y Daniel los mismos conocimientos que él había recibido de un maestro artesano cuando era adolescente, entre los 14 y los 16 años.

Felipe a la derecha, con su familia en los primeros tiempos.

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Los Scarlata en la antigua esquina de Don Bosco y Sarmiento, donde vivieron y tuvieron taller y negocio.

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Como herencia de ese tiempo les quedaron los nombres de las herramientas de zapatero, la trincheta, el martillo y varias más, pero aprendidos en dialecto siciliano, el “piazzese” como ellos lo identificaron. La magia de la oralidad hizo que no sepan cómo transcribirlos al papel, pero aún así no los han olvidado: el intercambio entre hermanos, en esa lengua materna, los lleva a entrar por unos instantes en ese mundo propio, que los espera dormido en un rincón de la memoria con aroma a infancia. Pronuncian los nombres y todo cambia, las expresiones, la fluidez, las miradas en complicidad. “Así las usaba papá, ¿te acordás?”, dijo uno, y los demás sabían perfectamente de lo que hablaba.

Miguel, Samuel y Daniel, recordando el oficio.

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Gastadas de tanto uso, las herramientas de Felipe en manos de su hijo Miguel, el que le repartía los pedidos en la Buenos Aires de los años ’40.

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La toma de medidas de empeine, largo y ancho, el uso de hormas y “realces” (agregados o suplementos para que la “capellada” no le quite movimiento a los dedos del pie), hilos de ocho y once hebras encerados a mano para los botines de trabajo, costuras precisas para lograr una “vira” (contorno) prolija, junto a suela y entresuela, cada paso o etapa tenía una técnica y una herramienta específica. Y los cueros, vacunos o de reptiles cuando éstos últimos estaban permitidos, eran parte de los insumos, traídos desde Buenos Aires en tren. “La cabritilla era el más delicado, para zapatos de mujer, después le seguían el becerro, el mamón, el de vaca, vaquillona y vaca sport, que era el más grueso”, explicaron.

Daniel fue el único de los hijos que siguió los pasos de Felipe hasta hace algunos años, aunque todos colaboraron hasta la adultez. En el taller de calle Juan B. Justo, guarda muchos de los objetos heredados de su padre, que trabajó en una fábrica en Buenos Aires cuando llegaron a la Argentina, a Villa Devoto, en 1948, pero que no se adaptó a la rutina en serie. “Él quería empezar y terminar sus encargos, estar en todos los detalles. Podía completarlos en dos días, parando sólo para comer y dormir. Algunos venían a último momento, antes de viajar, y él lograba entregarles sus pedidos igual. Era muy meticuloso”, contó Samuel, uno de los Scarlata ya nacido en Allen, junto a Pablo, Pedro Felipe y Rubén. Marta, la segunda de las mujeres, fue la única rioplatense, de un familión de nueve hermanos.

Hormas en fila, recuerdo de la labor de Felipe, sobre la mesa de trabajo.

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Cueros originales, permitidos en otro tiempo.

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La clientela de Felipe en el Alto Valle empezó a forjarse, desde sus inicios, en un local alquilado sobre la actual calle Intendente Mariani, casi España, donde fue socio por algunos meses con otro italiano, de apellido Amoruso, que se dedicaba a la reparación de calzado. Eran tiempos en los que la mayoría de las familias, numerosas generalmente, podían acceder a alpargatas o alguna zapatilla acordonada para el uso cotidiano, dejando el zapato de cuero, de vestir, para ocasiones especiales. Las tiendas ofrecían pocos modelos, por eso el talento de Felipe le permitió brindar alternativas exclusivas y de excelente calidad. Con los años, se corrió la voz y llegaron incluso a buscarlo desde otras provincias.

En febrero del 2025 se cumplirán 75 años de la llegada de este oficio único a Allen. El resto de los descendientes aplicó los mismos conocimientos del rubro para llevarlos a la rama comercial, gracias a Pablo y Samuel, que se animaron a ampliar la mirada en 1972. Primero fue en la esquina familiar de Don Bosco y Sarmiento, para luego mudarse a la actual ubicación, frente al Municipio. Sabían cómo era hacer zapatos de calidad y por consiguiente, sabían lo que un proveedor tenía que garantizar en cada pedido, premisa con la que ya van por la tercera generación en la temática. Felipe ya no vive desde 1995, pero sus enseñanzas desde algún lugar, les siguen marcando el camino.

Felipe, en tiempos de adolescencia.

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Felipe junto a Isabel, felices en un aniversario de casados.


Ellos con las herramientas, ella con las fotos: cada hijo aportó a la historia desde un aspecto distinto. El punto en común fue el Modelo de la Margarita, un diseño que sobrevivió después de 86 años. Los Scarlata llegaron a Allen hace 75, pero esa flor venía desde Italia.

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