Encontró su pasión en cuatro ruedas y ahora enseña una disciplina única en Neuquén
Trajo su alma de profesora desde Córdoba y hoy se abre camino en la ciudad de Neuquén.
Carli se calza sus patines, rodilleras y casco. En el parque Jaime de Nevares de la ciudad de Neuquén espera a sus alumnas para iniciar otra clase de quad skate, una disciplina que se siente «como volar». Lo que para la patinadora comenzó como una simple afición se convirtió en un proyecto significativo que se abre camino: una de las pocas escuelitas de quad skate en la ciudad.
Desde que comenzó a patinar en 2018, Carla Yevenes supo que esto era algo especial. “Yo nunca había hecho deporte, de chica sí hice danza un año, taekwondo seis meses, pero nunca me había enganchado hasta que me puse los patines”, contó.
Descubrió el patinaje de casualidad en la ciudad de Córdoba. “Una amiga me invitó al parque un día, yo la vi en patines con otras chicas y dije: ‘Yo tengo que hacer esto’. Conseguí unos patines prestados y nunca más paré”, recordó.
Autodidacta, aprendió lo que necesitaba para sostenerse en los patines y no caerse. Además, incorporó piruetas y saltos. «Patinar es muy lindo, ya sea deslizándote por una pista lisa o haciendo figuras«, expresó.
Cada día que la patinadora pasaba en los patines era mágico, sin embargo, la idea de una escuelita no había aparecido todavía.
«Veía a las personas patinar, muchas chicas llegaban desde patín artístico y vi que tenían facilidad para deslizarse, pero con las rampas no les iba muy bien», contó. Con alma de maestra, se acercaba y les explicaba los métodos para evitar lesiones.
Fue así que una amiga un día le dijo «explicás muy bien, ¿por qué no das clases?». «Así empecé y después de un año la disciplina empezó a poblarse», relató.
Durante años enseñó en Córdoba, pero una mudanza a Neuquén le abrió muchas incógnitas. «Tome la decisión de volver a mi ciudad natal y si bien quería seguir con la escuelita me tenía que adaptar a las posibilidades que había acá«, indicó.
Contó que Neuquén solo tiene dos skate park en buen estado, y que son bastante pequeños. «Cuando me di cuenta dije, bueno, tengo que seguir con esto pero adaptándome a la ciudad, fue bastante triste«, señaló.
Sin embargo, eso no impidió que siga adelante con la escuelita. «Cuando llegue a Neuquén me conocían del ambiente del patín y yo avisé que me venía entonces empecé a conectar con la gente», relató. Dijo que había varias personas que querían patinar pero no tenían ningún profesor, por lo que la llegada de Carli fue oportuna.
En junio empezó con las clases y fue juntando cada vez más personas. «Nos adaptamos a lo que teníamos y eso por ahora viene bien. Tenemos un grupo de WhatsApp que yo por ahí comunicó todo para que todo el que está interesado», contó la patinadora.
Con clases los miércoles por la mañana en Jaime de Nevares y los domingos en el parque Valentina Norte al lado del aeropuerto, Carli ha logrado reunir a personas de todas las edades, desde niños hasta adultos de 60 años. “Lo que tiene de bueno este deporte es que es individual, vos competís contra vos misma; es tu progreso, lo que vos querés lograr es para vos, no para otros”, dijo.
El patín que utiliza la mayoría es un patín similar al de artístico, pero con otras ruedas debido al piso. Además cuenta con un accesorio entre las ruedas que se llama slyder para poder hacer
pirueta en las superficies de metal.
«Lo que más hacemos son algunos saltos y lo importante es el animarte a improvisar y ver que te sale», manifestó. «También hay muchas personas de artístico que empiezan en las rampas y le ponen su toque de artístico. Es algo menos de estructurado y no hay reglas» agregó.
Carli se desliza por la rampa, el viento rozándole el rostro. Por un instante solo queda ella y los patines. «Patinar es como volar», aseguró con una sonrisa. Y es que para ella, cada sesión es una oportunidad de escapar de la rutina, de conectar y de compartir esa magia con sus alumnos.
“Es una relajación, algo lindo. Podés escuchar música, es como estar abstraído pero enfocado en lo que hacés. Es una manera de distraerte de lo que sea que estés pasando, ya sea bueno o malo”.
En el skatepark, Carli guía a sus alumnos con paciencia y entusiasmo. Se escuchan risas y el sonido de las ruedas rozando el asfalto. Cada uno a su ritmo, las patinadoras intentan dominar nuevos trucos, superando sus propios límites.
Sus prácticas se enfocan en la seguridad y en que cada alumno aprenda a su tiempo. Su objetivo es ofrecer una experiencia inclusiva y libre de presiones. La escuelita también es mixta, con estudiantes que usan tanto quad skates como rollers. “Mis grupos son mixtos, no me gusta dividir, soy anti división de grupos”, afirmó.
La escuelita sigue creciendo y, aunque las limitaciones de espacio y recursos están presentes, ella sigue comprometida en construir un grupo de patinadores en Neuquén. “En Córdoba, tenía muchos alumnos, los grupos eran grandes. Acá no puedo tener grupos tan grandes porque no hay espacio y tampoco quiero molestar a las demás disciplinas”, explicó.
Sin embargo, todos los miércoles y domingos los skate park de Neuquén encuentran una comunidad vibrante, apoyada por las redes sociales y su esfuerzo constante para dar visibilidad a la escuelita.
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