En primera persona, el drama de quienes no consiguen alquiler en Bariloche
En el último tiempo, cada vez más propietarios vuelcan sus viviendas a los alquileres turísticos y el alquiler permanente se vuelve un problema. Abundan denuncias y casos de violencia.
En los últimos meses, la situación de muchos inquilinos se volvió desesperante en Bariloche. Lejos a avanzar en soluciones habitacionales, el panorama se agrava aún más en plena temporada turística en una ciudad donde gran cantidad de propietarios caen en la tentación de alquilar solo a los visitantes.
En el último tiempo abundan los pedidos a quienes alquilan para que dejen sus viviendas, las situaciones de violencia, las denuncias cruzadas y la búsqueda desesperada de posibles soluciones para lograr un techo.
Julieta Ruiz tiene 31 años y tiempo atrás, decidió tomar otro rumbo, dejando Buenos Aires para radicarse en Bariloche. Como no logró encontrar alquiler, decidió vivir por un tiempo en un hostel donde, hasta el 30 de diciembre, pagaba 35 mil pesos por mes. No era la única.
Pasó varios meses en una habitación compartida con seis mujeres, pero después debió compartir la habitación con varones. “Compartíamos baño, cocina y otros espacios. Con las mujeres era más llevadero porque teníamos reglas”, reconoció.
En todo este tiempo, Ruiz siguió buscando alquiler, pero no encontraba opciones donde le alquilaran por más de seis meses. Había logrado dar con una vivienda, pero la propietaria cambió de opinión en el momento en que estaba por pagar. Días después, se enteró que la mujer le había alquilado a turistas.
“Te hacen un contrato por un mes o por tres meses. Me han llegado a ofrecer una habitación en una casa por 12 mil y 20 mil pesos. Todo el mundo alquila cómo se le canta y a cuánto se le canta”, protestó.
Cuando la temporada estival se aproximaba, los dueños del hostel donde se hospedaba le anunciaron a “los huéspedes permanentes” que el 30 de diciembre debían marcharse porque recibirían solo a turistas. La opción que les dieron fue pagar 6.000 pesos por noche, la tarifa que se promociona en la web para los visitantes.
“Algunos -unos pocos- encontraron alquiler y ellos nos están tomando como huéspedes a los que no encontramos, como yo. Estoy parando en la casa de uno de los chicos, pero hay días en que me voy a la casa de amigas. Me compré una carpa porque estoy cansada de esta situación. Pero ¿cómo hago? Ni baño tendría. No es vida. Necesito un alquiler urgente”, reconoció.
Jubilarse para alquilar
Ricardo Gomez desembarcó en Bariloche en 1991 luego de conseguir trabajo en una empresa hidroeléctrica. En ese momento, alquilar una vivienda solo era una cuestión de búsqueda y no tanto de paciencia.
“Con mi señora y mis dos hijas alquilamos la primera casa durante dos años. Pero no nos gustaba y en ese momento, se podía elegir. Desde fines de 1993 hasta agosto del 2021 estuvimos alquilando la misma vivienda. Ahí nació nuestra tercera hija”, recordó el hombre.
Después de tantos años, en medio de la pandemia por Covid-19, le pidieron la vivienda. Al mismo tiempo, se quedó sin trabajo. Como tenía 32 años de aporte, optó por jubilarse para poder pagar un alquiler.
“Buscamos desesperados y nos tuvimos que venir a Dina Huapi. La casa no estaba en buenas condiciones. Estuvimos un mes para dejarla en condiciones normales. Le pedimos a la propietaria si, al menos, nos costeaba los materiales, pero nos dijo que no”, comentó. Seis meses después, les pidieron la casa con el argumento de que querían venderla.
“Cuando nos piden que nos vayamos, nos asesoramos y enviamos una carta documento explicándoles que podíamos quedarnos tres años. La mujer vino a la casa a amenazarnos, diciendo que nos iban a sacar por la fuerza. Actualmente, estamos con abogado”, se lamentó Gomez.
La búsqueda de vivienda sigue por su parte, complicada por la falta de oferta y los costos excesivos.
“Ingresamos en una cooperativa de vivienda que no ha prosperado. Soy jubilado, pero sigo haciendo trabajos por mi cuenta para sobrevivir. Estamos en una situación muy insegura”, admitió.
Volver a la casa materna
Carlota Peralta vive con sus dos hijos, de 13 y 18 años, y siempre alquiló vivienda. En el último tiempo, los costos se hacían cuesta arriba y no logró mantenerlo. “La nueva ley de alquileres no benefició a los inquilinos como esperábamos, y se me hizo imposible continuar con el alquiler. Después de meditarlo y charlarlo con mis hijos, le consultamos a mi familia y volvimos a vivir a casa de mi madre”, señaló la mujer.
Mientras tanto, destina el dinero con el que pagaba el alquiler a la construcción de una casilla en el predio de su familia. “Tengo la suerte de tener una mamá full que está conmigo. Pero queremos estar cómodos y volver a tener privacidad para compartir tiempo de calidad con mis hijos. En la casa de mi madre, vive también mi hermano y suelen venir mis sobrinos”, reconoció Peralta.
Cuestionó el estado de abandono por parte del estado provincial y municipal en la política de viviendas. “No tenemos ninguna posibilidad de acercarnos ni un poco a un terreno o un proyecto de construcción. Yo tengo trabajo y pese a eso, no pude seguir bancando el alquiler. Dejé de alquilar hace un año y tengo grandes dificultades para construir. Me resisto a dejar la ciudad y quiero que mis hijos crezcan acá”, confió Peralta.
Situaciones de violencia
Karen Valdebenito pasó por cuatro viviendas en menos de seis meses. El último ingreso a una casa fue el 9 de octubre y desde entonces, la relación con los propietarios de la vivienda fue tortuosa. Luego de algunos reclamos que hizo porque la mochila del baño estaba rota, la bajo mesada goteaba y muchos enchufes no funcionaban, el dueño le dijo que no podía alquilarle más y le dio un ultimátum: debía dejar la casa el 8 de diciembre.
“Me negué a su pedido por lo complicado que está el tema de viviendas en Bariloche y porque tuve que poner mucha plata para ingresar”, admitió la mujer. La escalada de violencia fue creciendo.
Valdebenito contó que le cortaron la luz y el agua en el baño e incluso, hasta recibió amenazas adelante de su hija de 10 años. “Ya veníamos de una situación de violencia en Neuquén y me establecí acá buscando una vida tranquila. Obviamente, hice la denuncia, pero, a la vez, me llegó una notificación porque ellos también denunciaron”, afirmó.
La mujer trata de estar en la casa lo menos posible. Suele buscar ropa y pasa algunas noches en casas de amigos. “No sé qué conlleva volver a la casa. No tengo ganas de exponerme a ninguna situación de violencia y también se que no hay posibilidad de encontrar un alquiler estando en temporada”, planteó.
Constantemente, sale a recorrer los barrios en busca de algún cartel de alquiler, está atenta a las redes sociales y armó grupos con sus amigos para compartir información. “Hoy no dispongo de 200 mil pesos para entrar a una vivienda. Quizás encontrás un departamento con un dormitorio a 85 mil pesos y te piden tres meses de adelanto. Es imposible. Y yo ya puse la plata que tenía para ingresar a una vivienda”, señaló.
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