Elvira, la tejedora de Valcheta que aprendió haciendo enredos
Es una de las tejedoras más antiguas y rescata todo lo aprendido con su familia en el campo.
Cada vez que su madre salía de la casa para atender a los animales, a Elvira se le iluminaban los ojos. Corría hasta el telar, subía a un banquito y le pasaba hilos hasta dejar todo hecho un enredo. Aún resuena en su memoria el reto que recibía al regreso: “¡Ya estuviste haciendo puras macanas!”. Los enredos fueron una forma de aprendizaje para esta tejedora de Valcheta, que se destaca también por sus hilados y teñidos con plantas del campo.
Elvira Huenteleo tiene 72 años, nació en Nahuel Niyeo y desde hace 30 se luce con sus matras, recados y peleras en el taller artesanal del municipio y la provincia .
Cuenta que los abuelos llegaron desde Azul (Buenos Aires) con sus animales cuando les quitaron las tierras, que le hubiera gustado ir a la escuela “pero antes no te mandaban” y que para tejer “primero hago los dibujitos”.
Durante la Fiesta Nacional de la Matra que se hizo hace dos semanas en Valcheta, fue una de las tejedoras más consultadas por sus trabajos . Allí le contó a Diario RIO NEGRO su vida en el campo y cómo aprendió a tejer a el telar.
La vida de campo de una tejedora
Su padre Juan Huenteleo era tropero. “Venía un comprador de Bahía Blanca que buscaba siempre animales flacos, secos, Zoilo Morales se llamaba. Mi papá los tenía que arrear hasta Lamarque. Marchaba en un viaje que duraba meses con más de 100 animales , tres peones y un carguero para llevar los víveres”, relató Elvira.
En la casa de adobe, su madre Rosa quedaba al cuidado de hijas e hijos. Nueve en total.
Cuando se hacen los matrones el palo se levanta alto, entonces mamá me decía subite al banco. Me pasaba ovillos y yo iba bajando y cruzando los hilos»
Elvira Huenteleo
A Elvira le tocaba salir a juntar leña temprano. “Mamá nos alimentaba bien, con unos tazones grandes de café con leche, ya que teníamos vacas lecheras. Íbamos al campo y armábamos ataditos de leña con alambre de fardo. Le poníamos hume blanco arriba, lo echábamos a la espalda y volvíamos a casa. Así varios viajes. Nunca nos faltó leña. La de piquillín era la más buscada porque dura más que el algarrobo”.
Otra de las tareas preferidas de Elvira era “tirar agua a pulso” del jagüel.
De juntar leña a las tardes en el telar
La actividad en el telar arrancaba a media tarde, después de que Rosa terminaba de atender los animales.
Elvira recuerda cuando su madre le pedía que trepara al banquito para hacer los matrones largos . Subía con los ovillos de lana y la ayudaba a bajar y cruzar hilos.
El comprador de hacienda también adquiría sus tejidos. Elvira pierde la sonrisa cuando lo cuenta. “Valían poco en ese tiempo, no como ahora. Te pagaban unos pesos o con la anilina”.
Del telar de Rosa salían peleras para el recado, ponchos y cubrecamas. Les compraba mucho la gente de campo, de los alrededores.
Así como antes el precio era otro, lo mismo ocurría con el clima. “Te regalo el frío que pasábamos en el campo” relató la tejedora. Y describió cómo vivían la situación: “Llovía más que ahora y nosotros de alpargatas nomás, con barro y los pies mojados. Teníamos una punta de chivas… Si habremos luchado con ellas y con el clima. Debe ser por eso que ahora me vienen los dolores… reumatismo que le llaman”.
Elvira no nota diferencias entre las tejedoras de antes y las de ahora. Para ella el trabajo en el telar sigue siendo el mismo, “solo que ellas tienen lectura, mejores dibujitos. Pero si me pongo firme quien te dice… capaz que los saco”.
Elvira ya no va a tejer al taller artesanal. Vive en el campo y les envía sus trabajos para que los vendan.
Elvira y cómo sacar colores para el teñido
Cuando se terminaba la anilina que les traía Zoilo de la ciudad, a Elvira le tocaba ir a buscar raíces para hacer teñidos. “Es fácil -explicó la artesana- Se pone agua a hervir en la cocina a leña o en el fogón y recién cuando está medio tibia va la lana, porque si está caliente te la quema”.
Los colores los logra de este modo: “El rojo con raíz de piquillín, verde con la hoja de algarrobo y el marrón con pata de loro. Para el azul hay que mezclar jarilla con un poquito de anilina”.
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