El último relojero de Neuquén colgó su buril: el adiós a un histórico negocio familiar

Arturo Enrique "Cachín" Filipponi y su esposa, Marta Rodríguez, bajaron las persianas de la relojería y joyería Fil-Mar ubicada en Roca 61. El agradecimiento a quienes alguna vez pisaron el negocio.

“Detengan los relojes, descuelguen el teléfono…», el último relojero de Neuquén colgó su buril. Se trata de la relojería y joyería Fil-Mar que, tras 54 años marcando el ritmo de los neuquinos, bajó definitivamente sus persianas. No solo se despide un trabajador, sino una era en la que el tiempo se medía con la paciencia y la dedicación de un artesano.

Arturo Enrique “Cachín” Filipponi y Marta Rodríguez, los dueños de la relojería y joyería, decidieron ponerle fin a esta era. Sus manos, que durante décadas atendieron a clientes y repararon relojes de todas las formas y tamaños, ahora se despiden de un oficio que los apasionó.

En 1970 Cachín y Marta abrieron Fil-Mar. La denominación no fue casualidad, ya que es una combinación de los apellidos de los dueños. Día tras día, le solucionaron los problemas a quienes llegaban con sus relojes y joyas.

Cachín en su taller. Foto: Matías Subat.

¿Quién alguna vez no fue a arreglar su reloj al local ubicado en Roca 61? Fue mucho más que una simple relojería y joyería. Fue un punto de encuentro, un lugar donde se tejieron amistades y se compartieron historias.

El vínculo de los dueños con el lugar es innegable, tanto es así que Cachín reveló que, dónde estuvo el negocio, nació él, ya que era la casa de sus padres. Miles de historias quedaron para siempre atrás de las paredes.

Cachín y Marta eran la combinación perfecta. Él resolvía cualquier problema, y ella ponía la nota final. Entre ambos, era un lugar donde la satisfacción del cliente era una prioridad.

Cuando uno entraba al local, se detenía el tiempo. En la planta baja estaba la atención al público y el mostrador, con las vitrinas de cristal que mostraban una colección de relojes antiguos y algunos no tan viejos.

El taller asombraba por la cantidad de herramientas. Había elementos para medir el amperaje y el voltaje de las pilas, un extractor para sacar la tapa de los relojes, bruselas, cepillos, lupas y más.

Las herramientas en el taller. Foto: Matías Subat.

Con el paso del tiempo, las cosas fueron cambiando, pero la pasión por el oficio seguía latente. Cachín contó: «antes trabajaba con relojes de cuerda manual hasta que apareció todo lo que es relojería de cuarzo, de pila, y ya ahí dejé un poco lo que es mecánico y empecé con a la relojería de pila”. Así, pasaron 51 años.

En 2021, el negocio recibió por parte del Municipio una placa de reconocimiento por sus años de trayectoria. La idea de cerrar ese capítulo comenzaba a tomar forma, pero el apego a tantos años de historia hacía que la decisión fuera cada vez más difícil.

Es que fueron años de conocimiento y aprendizaje para ambos. «Son 54 años que uno está atrás del mostrador y pensamos que ya era mucho tiempo, hay que darle lugar al descanso», expresó Cachín.

Así fue como se tomó la determinación de cerrar el negocio familiar. «Primero fue por un tiempo indefinido para ver qué decisión tomabamos, pero después, cerramos para dejar un buen recuerdo», manifestó Marta.

Fil-Mar, ubicada en calle Roca al 61 cerró sus puertas y clientes dejaron mensajes. Foto: Matías Subat.

La noticia se esparció de boca en boca y algunos comentaron en redes sociales la tristeza de que cierre un emblema neuquino como lo fue Fil-Mar.

«Estamos tristes porque se termina una etapa de nuestras vidas, pero también contentos con todo lo que pasó», expresó la dueña. «Estamos bien de salud pero hay tiempo para todo y las etapas se terminan», comentó.

«Fueron 54 años de estar ahí, de satisfacción, de alegría porque cada vez nos fue mejor. Fil-Mar fue todo para nosotros«, finalizó la familia Filipponi Rodriguez.


Más que clientes, amigos


Marta y Cachín tuvieron clientes de todas las edades. Generaciones y generaciones llegaron al local. “Acá me compraron mi regalo de 15 o mi primer reloj”, manifestaban algunos que llegaban. Cada persona que pasó por el negocio se llevó algo más que una pieza arreglada: las ganas de volver.

Marta Rodriguez recibía a los clientes en el mostrador. Foto: Matías Subat.

«Mas que clientes, son amigos», señaló Marta. «Queremos agradecerles a todos, también a los que han colaborado con nostros, a los provedores que nos han ayudado durante 54 años, fue gente muy generosa con nosotros», expresó.

Cachín agregó «también queremos agradecer por la confianza que nos han depositado siempre».

No se olvidaron de sus colegas «con quien siempre hubo comunicación», y por supuesto a los vecinos. «Queremos agradecerle a todo el mundo porque hicieron que llegaramos a lo que llegamos«, concluyó Marta.


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