El turismo, su potencial y sus límites: Bariloche a las puertas de un debate decisivo
La ocupación hotelera promedio supera el 50%, con picos de 95% en temporada alta. Cinco años atrás, el promedio anual no superaba el 35%. ¿Cuál es la carga de turistas que admite la ciudad?
La actividad turística en Bariloche vive un auge impensado. Las buenas noticias se suceden una tras otra, caen los récord de visitantes que parecían inalcanzables, escala el gasto promedio, la promoción cosecha resultados y la “marca” Bariloche está como nunca en boca de todos.
Pero el optimismo derivado de ese escenario, que se consolidó en la post pandemia, empieza a confrontar con los primeros nubarrones, a medida que se instala la pregunta sobre cuál es la “carga” de turistas que admite la ciudad sin transgredir el bendito y necesario objetivo de la “sustentabilidad”.
Ver a la ciudad atestada de turistas dejó de ser un dato aislado, de esos que se registraban en unas pocas semanas de enero, julio o agosto. Hoy se transformó en una realidad extendida casi todo el año, ya que la ocupación media de la capacidad alojativa supera el 50%, con picos del 95% en temporada alta. Hace apenas cinco años el promedio anual no superaba el 35%.
Durante al menos dos décadas los empresarios y funcionarios del sector invocaron la letanía de “superar el millón de turistas” como meta excluyente. Por esos años, y a pesar de los esfuerzos, la media se mantuvo entre los 700.000 y los 800.000, si no se cuentan las caídas estrepitosas de 2011 por el volcán y de 2020/2021 por la pandemia de Covid.
Según cifras de la secretaría municipal de Turismo en 2022 Bariloche finalmente sorteó la valla y recibió 1.160.733 visitantes. Hay expertos como Sebastián Di Nardo (director de la Escuela de Economía, Administración y Turismo de la UNRN) que aseguran que esa cifra es todavía mayor, porque no contempla los alojamientos informales y los turistas recibidos por familiares. Cifraron estos últimos en un “40%” del volumen total.
La pregunta sobre los topes puede resultar provocadora, pero ya está sobre la mesa. Se trata de establecer con claridad si Bariloche debe ahora apuntar al 1.500.000 turistas, ó si está bien hablar de 2.000.000 cada año. Y por qué no más de 2 millones, bien distribuidos para optimizar la capacidad instalada en los períodos subdemandados.
Turismo en Bariloche: atraso e insuficiencias
La contracara de esa explosión es la saturación del tránsito, el transporte urbano insuficiente, el desborde en el sistema de recolección de residuos y el déficit de otros servicios básicos como la electricidad, el saneamietno y el gas de red.
Pero la limitación no es pareja en todo los rubros. El aeropuerto acaba de ser ampliado y parece tener disponibilidad para absorber más tráfico (por ejemplo en horarios de madrugada), mientras las compañías aéreas, si hay clientes, se muestran dispuestas a multiplicar su oferta de asientos sin grandes problemas. Lo mismo ocurre con el alojamiento. La hotelería tradicional se mantiene desde hace años en un número que no crece y ronda las 30 mil camas habilitadas, pero la oferta de departamentos y casas que se vuelcan al alquiler temporario se multiplica sin pausa, en perjuicio de la vivienda de locación permanente.
El intendente Gustavo Gennuso no cree necesario fijar un límite taxativo al turismo, pero reconoció que “la ciudad tiene mucho para mejorar en infraestructura”. Dijo que allí hay un límite tangible, porque “las obras demandan tiempo”.
Observó que “son dos temas los que están en juego: la infraestructura propia de la actividad, es decir la hottelería, las camas disponibles, la gastronomía” destinada al turismo, y por otro lado “la infraestructura pública, que tiene que ver con la trama vial, los servicios”. Aceptó que el turismo genera distorsiones “que repercuten en las comunidades locales”.
Dijo que la cuestión exige atención permanente, pero Bariloche no está en la situación de otras localidades, por ejemplo en Europa, donde hay gobiernos que ya trabajan en medidas para limitar el número de turistas. Refirió que en Barcelona hay movimientos ciudadanos con esa consigna, pero no decisiones oficiales, como sí ocurre en algunas ciudades italianas.
Turismo en Bariloche: el entorno paisajístico
Di Nardo reconoció que la capacidad de carga “es el gran tema” en materia turística y que Bariloche no puede permanecer ajeno. Pero añadió que las aproximaciones normativas sobre ese punto, hasta ahora, tienen que ver más que nada con el impacto ambiental. Y en la región es Parques Nacionales el que más experiencia acumula, pero siempre desde un análisis sectorizado, área por área.
Afirmó que desde la UNRN trabajan ahora en un plan para evaluar ese y otros aspectos del Cruce de los Lagos, un atractivo turístico de renombre internacional que permite ingresar hacia o desde Chile a través de Puerto Blest y lago Frías.
Di Nardo admitió que el crecimiento del flujo turístico “pone en juego la capacidad instalada” y que a todas luces “la infraestructura de la ciudad queda superada, entonces el barilochense dice basta para mí”.
Según el especialista, tal vez empiece a hablar en algún momento del 1,5 millón de turistas anuales como límite teórico, “pero si no hubiera estos problemas de infraestructura no estariamos haciéndonos esa pregunta”.
Di Nardo trabajó hace unos años en la elaboración del “Plan Estratégico de Turismo Sustentable para Bariloche Visión 2025”, que establece ese tipo de metas, pero también advierte sobre los condicionamientos que impone la problemática de movilidad urbana que ya arrastraba la ciudad y que permanece irresuelta.
Dijo que por ejemplo el trekking dijo señales de saturación en los últimos veranos, por lo menos en los refugios más demandados, aunque “Bariloche tiene más de 1.000 senderos” y lo aconsejable sería canalizar el flujo a otros lugares, pero con las infraescturas apropiadas.
“El límite de carga es algo que se empieza a plantear, está en boca de todos”, sostuvo Di Nardo. “¿Es algo que demanda planificación?”, le preguntó Río Negro. “No sé si planificación, porque ya hay mucha. Más bien hay que empezar a ejecutar lo planificado”, respondió.
Dijo por ejemplo que en materia habitacional tal vez se deberían desarrollar pueblos satélites para residentes, a 15 ó 20 kilómetros, hacia la zona de estepa. Señaló que otros resort de montaña como Vail, en Estados Unidos, tiene un problema similar, y lo resolvió así, “pero todas las alternativas son complejas”.
Las inversiones, claro está, serían cuantiosas. El intendente Gennuso buscó descargar al turismo de la responsabilidad por la crisis habitacional. “Es un problema en todo el mundo, pero acá se agrava porque hace ocho años que no se construyen viviendas y no hay crédito hipotecario”, señaló.
Turismo en Bariloche: un desafío a considerar
El doctor en Sociología e investigador del Conicet Tomás Guevara hizo notar que “las condiciones de vida de la población local no están mejorando en paralelo con el boom turístico” y allí existe un punto de rispidez, porque la gente puede empezar a percibir el aumento de la actividad “no como oportunidad sino como amenaza”.
Si esa sensación deriva en conductas de rechazo u hostilidad hacia el visitante podría introducir una variable hasta ahora no considerada, y difícil de revertir desde las acciones de promoción.
Guevara consideró que Bariloche tiene un capital probablemente subexpotado en relación a sus bellezas naturales, y también en la capacidad alojativa, ya que desde hace años se mantiene en las 30 mil plazas y ha tenido incluso un ligero descenso. “Pero no pasa lo mismo con los servicios y la infraestructura”, subrayó.
A su entender, un problema estructural que salta a la vista es que los salarios promedio de trabajadores registrados en Bariloche, incluidos los directamente vinculados al turismo, están parejos o “un poquito por debajo de la media nacional”, a diferencia de lo que ocurre con otras industrias florecientes, como puede ser la petrolera.
Opinó que el debate sobre eventuales “techos” para el ingreso de visitantes debe incluir a todos los sectores de la comunidad “no solo a los empresarios”. Guevara dijo que “el desafío es que los ingresos que genera la actividad se traduzcan en un bienestar general”.
Señaló que tal vez no sea viable establecer frenos pero admitió que -en el actual contexto- el volumen de turistas que viajan a Bariloche, es “una cuestión que empieza a no cerrar”. Lo definió como “un problema de modelo y de cómo hacerlo sostenible”.
Los alcances de ese dilema también fueron abordados por el docente de Turismo en la UNCo y ex funcionario del área en Rio Negro, Marcelo Mancini. Desde su mirada, la adopción de un techo o un límite de carga “es un debate muy actual para los grandes centros turísticos”, en el que intervienen variables que van “desde lo legal a lo ético”.
Reconoció que la presión del alquiler temporario sobre la disponibilidad de viviendas es uno de los problemas más serios y que la regulación es indispensable. Pero Mancini se inclinó por no imponer prohibiciones, sino por trabajar con política de “incentivos” para la locación permanente, que hoy no existen. “El Estado ausente complica todo” dijo. A su juicio es un tema que escapa a las posibilidades del municipio y debe intervenir la provincia.
Turismo en Bariloche: desequilibrios
Mancini afirmó que la discusión sobre la capacidad receptiva de la ciudad es “compleja pero necesaria”. Explicó que en todo el mundo se observan cambios de comportamiento que ya inciden e incidirán más a futuro y que contribuyen a multiplicar los viajes, entre otras actividades recreativas. Pero que ese factor incide a la par de otros como la incidencia del “peso subvaluado”, que atrae al turismo extranjero, y que “no va a ser eterno”.
Igual propuso anticiparse al eventual impacto que puede tener el producto Bariloche en mercados “que todavía no han llegado” como China o India, y que tendrían potencial para provocar importantes desequilibrios.
Según Mancini, las consecuencias del crecimiento turístico y las tensiones que ya genera en la ciudad no pueden esperar. “Es urgente empezar a tratarlo”, advirtió. Dijo que no se puede abordar seriamente sin convocar a referentes de todas las áreas, “desde urbanistas a especialistas en derecho”.
Diagnósticos y recetas
Si algo ha sobrabundado en la mesa de los estrategas locales del turismo son los diagnósticos y propuestas. En los años 90 la “estrella” fue el estudio elaborado por el consultor catalán Josep Ros Santasusana. En el último quinquenio circuló por las mesas de trabajo el Plan Estratégico de Turismo Sustentable Visión 2025, elaborado por técnicos de la UNRN.
El intendente Gennuso invocó este último como material de cabecera y que el Emprotur realizó una presentación reciente sobre su contenido. Dijo que la “base filosófica” de ese recetario es “la sostenibilidad del destino”.
El estudio evalúa datos que van de 2012 a 2016 y efectúa proyecciones a 2025. También se detiene en desbrozar las posibilidades que presenta cada mercado (nacional y externo) para acrecentar el flujo de visitantes a Bariloche y las fórmulas para desarrollar distintos productos, desde la pesca y la gastronomía regional hasta el turismo de spa.
Tal vez el cuadro más elocuente es el que parece en la página 26, sobre la cantidad de turistas registrada y el objetivo a alcanzar. Allí señala (en 2017) que por entonces el arribo de turistas a Bariloche era en promedio de 674.083 por año y que había una “capacidad ociosa a ocupar” de 679.707, de modo que la “carga de turistas meta para 2025” se fijaba en 1.353.790.
En aquel momento pudo sonar como una expresión de deseos. Pero hoy es perfectamente viable porque el año pasado (2022) la ciudad llegó al 1.160.000 turistas y en los primeros meses de este año la tendencia se mantuvo.
Otro de los objetivos señalados era el de mejorar la ocupación en las bajas temporadas, cumplido con creces el año pasado. Según el registro de la secretaría de Turismo, en mayo de ese año Bariloche recibió 71.532 turistas cuando el promedio para ese mes (históricamente el menos demandado) no pasaba de 22.000 visitantes.
El costado social
Los efectos del crecimiento del turismo sobre la vida cotidiana de los barilochenses nunca atrajeron la mirada de los especialistas, pero hoy constituyen un factor a considerar. Tomás Guevara lo enfoca desde el empleo. Dijo que los sueldos del sector privado registrado en Bariloche (hoteleria incluida) permanecen deprimidos en general, a pesar del buen momento de la actividad, de modo que “la teoría del derrame no estaría resultando”. Ese fenómeno no sería una reproducción lineal de lo que ocurre con otros rubros de la economía.
Otro punto crítico es el acceso a la vivienda. Hay empresarios hoteleros que ya han manifestado su preocupación por la dificultad para ampliar sus planteles de empleados y dar respuesta así a la demanda, porque “hay gente capacitada y con disposición para trabajar, pero no tiene dónde vivir”.
La migración que tradicionalmente recibe Bariloche, especialmente en los meses de mucho movimiento turístico, no hace más que agravar la situación.
Marcelo Mancini también se refirió al tema y diferenció la actitud que puede tener la población local hacia el turismo según los segmentos, cuando todos dan por hecho que la hospitalidad es una condición determinante para seducir más turistas.
Si circular por las calles o tomar un colectivo es cada vez más complejo cuando está llena, “es de esperar que las quejas se multipliquen” entre los barilochenses, en especial de quienes no viven del turismo, dijo Mancini. Por esa razón -agregó-, tener una alta tasa de empleados públicos, por ejemplo, es un factor potencial de conflicto en ese sentido.
Su colega Sebastián Di Nardo dijo que la inversión en nueva infraestructura no puede esperar y se manifestó a favor de un esquema como el aplicado con la tasa municipal al turista, que se cobra a cada viajero por jornada de pernocte y lo recaudado se aplica en obras puntuales de embellecimiento, parquización y construcción de miradores.
También recordó que hay una ley de la provincia con un objetivo similar. Otra variante sería tomar créditos internacionales para obras de mayor envergadura y pagarlos con fondos específicos generados por el turismo.
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