El ropero comunitario de Cipolletti es un espacio de reinvención y solidaridad

En el barrio Obrero A, cinco mujeres trabajan para brindar abrigo a quien más lo necesite. Reciclan ropa que no puede ser donada y la transforman en mantas, que son bienvenidas cuando hace frío.

En una casita del barrio Obrero A de Cipolletti, hecha de maderas y cartones se encuentra el calor del barrio. Cinco mujeres cosen y reciclan ropa para el ropero comunitario, los vecinos buscan allí un abrigo y la ropa del día a día. Sonia, es la cabeza de este grupo de mujeres que aprenden un oficio y ayudan a los más necesitados.

En el año 2009, hace catorce años, comenzaba el ropero comunitario en la casa de Sonia, en el barrio Obrero A. Nueve años más tarde, mediante un proyecto impulsado por la organización Dignidad Rebelde se formalizó. Hoy, además de ser un espacio de intercambio y solidaridad, es la forma que tiene un grupo de mujeres que acceder a un salario que les permite subsistir.

Sonia, Karina, Alejandra, Ester, María, Débora y Daiana trabajan todos los días para poder brindar lo que ellas llaman «ropero solidario». Reciben la ropa que donan los vecinos, la ponen en condiciones y exhiben para que quienes lo necesiten puedan acceder a un abrigo.

Todos los días recibimos vecinos que vienen a buscar la prenda de ropa que necesitan, en invierno el trabajo es más complicado. A veces no alcanza con las donaciones, por eso empezamos a repensar qué hacer con la ropa que no está en condiciones de ser donada para poder brindar cobijo a los vecinos».

Sonia, referente del ropero comunitario.

El trabajo se divide en varias etapas. En la casa Sonia hacen su labor las costureras, quienes además de enmendar ropa, inventan nuevas formas para reciclar la tela que reciben. Y en una casilla, algunos metros alejada, otro grupo de mujeres se encarga de colocar la ropa a la vista para que los vecinos puedan llevarse lo que necesiten. Mientras tanto cortan pedacitos de tela para hacer almohadones y acolchados.

El ropero comunitario trabaja a la par de otros tres roperos en Cipolletti ubicados en Ferri, Caracas y Dos de Agosto. Pero no es el único espacio solidario en el barrio, también está el CAP, el jardín municipal y el merendero. Todos ellos colaboran entre si para ayudar a quienes más lo necesitan.


Un lugar de contención



Entre ruidos de tijeras, pedazos de tela y mates, un grupo de mujeres corta retazos de tela para rellenar almohadones, acolchados, frazadas y algunos otros inventos. Según relató Sonia es un proceso organizado que ayuda a que las tareas sean equitativas y livianas.

Mediante un proyecto nacional, el ropero comunitario les da a cinco mujeres del barrio Dos de Agosto, la posibilidad de generar un ingreso de dinero a cambio de una jornada de trabajo. Los turnos en el ropero se dividen en dos: uno por la mañana de 8 a 11 y otro de 14 a 17. En esos horarios se reciben también las donaciones de la gente de la ciudad.

«Hay mucha gente que juzga lo que hacemos en el ropero, piensan que estamos tres horas tomando mate y charlando. Pero no es así, quienes no sabemos o no podemos costurar atendemos el ropero y cortamos los rellenos para los acolchados», explicó Karina.

Todas colaboran y se reparten las tareas: clasificar, remendar, exhibir y repartir la ropa.


Sobre el reciclado de retazos de tela Sonia explicó que «antes la gente donaba ropa que no estaba en condiciones de seguir circulando, por eso entre nosotras nos dábamos ideas para ver que más podíamos hacer con eso. Ahora armamos los acolchados, almohadones, manoplas para la cocina, delantales, un montón de cosas y sacamos las ideas de Google».

El ropero también intenta realizar «mimos al corazón para fechas importantes. Para el Día del Niño solemos hacer muñequitos, banderines almohadones bordados, cositas para que los niños tengan un regalito» relató Sonia.

«Todo lo que está en el ropero lo hacemos nosotras, y la ropa va y viene. Es mucho labor, un acolchado lleva casi un mes para hacerse, es laburo de hormiga. Pero es lo que más se necesita», explicó una de las costureras.


Sonia, la creadora del ropero



«Empecé con el ropero en mi casa, hace 14 años. Al principio eran donaciones para afrontar la crisis en las inundaciones, los vecinos llevaban y traían la ropa para que circule. Siempre fue un espacio para crecer, ver que más podíamos hacer además de dar y entregar ropa, es ahí cuando surge la idea de hacer acolchados», explica Sonia.

También reciben pulóveres de lana que desarman para poder tejer nuevas frazadas, un abrigo más que necesario en el barrio. «Las chicas siempre quieren aprender, algunas hacen curso para poder seguir colaborando, algunas están aprendiendo a tejer, otras a costurar», relató.

«En el ropero no solo recibimos donaciones, es también un espacio para compartir o de refugio. Hemos tenido gente que necesitaba un lugar para dormir y el ropero fue temporalmente su casa. Es complicado pero intentamos ayudar a todos», aseguró Sonia.


«Con nuestro dinero compramos los insumos»



Si bien la ayuda de toda la ciudad siempre está presente, la ausencia del municipio es realidad. Las mujeres que trabajan en el ropero contaron como se organizaban para comprar los materiales de trabajo con su sueldo y poder seguir brindando este espacio de colaboración.

«Siempre vienen vecinos de otros lados a traer donaciones. Cáritas también nos trae ropa. Pero siempre se necesitan tijeras, agujas, hilo, mandar a calibrar las maquinas es costoso, entonces sacamos cuando podemos una platita de nuestro salario y compramos estás cosas que tanta falta hacen», explicó Sonia.

La ropa se selecciona, se remienda y se exhibe para su entrega.


El ropero está ubicado en el barrio Obrero A, en la manzana 19, el lote 5. Allí las mujeres todos los días realizan su labor, reciben vecinos y acomodan las donaciones. Si bien han escrito notas al municipio para solicitar ayuda, esto no fue una demanda resuelta.

«Todo lo fuimos construyendo con esfuerzo, la casita la hicimos nosotras, solo nos falta poder hacer el baño. Pero toda donación es bien recibida, de ropa, económica, lo que sea, todo aporta para que pueda seguir funcionando», remarcaron.


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