El piloto que se estrelló contra un cerro en San Martín de los Andes cuenta cómo salvó sus vidas

Gerardo Mangiarotti sobrevolaba la zona del cerro Chapelco cuando detectó una caída en la potencia del motor. Sin perder un segundo, se dirigió hasta el cerro Teta ya que las pistas de esquí estaban cerradas.

Gerardo Mangiarotti sobrevolaba el estacionamiento de Chapelco en San Martín de los Andes cuando detectó una caída de la potencia del motor de su avión cuatriplaza Cessna 182. Lo acompañaban su hija Sol, de 28 años, y dos amigos de Buenos Aires. Ante la falla mecánica, sabía que debía tomar una decisión rápida y optó por no decir nada a sus acompañantes para no sumar más estrés al difícil momento. Frente a él, vio las pistas del cerro y hacia allí se dirigió.

La aeronave se estrelló en el cerro Teta, de unos 2.000 metros de altura, en las inmediaciones del centro invernal Chapelco. Dos de los pasajeros fueron trasladados al hospital local ya que sufrieron traumatismos leves. “Si bien el avión capotó porque se clavó en la nieve, el golpe fue bastante leve”, resumió Mangiarotti a RIO NEGRO.

Tiempo atrás, el hombre había ingresado a la escuela de la Fuerza Aérea, pero estudió dos años y medio y largó. Este comerciante de San Martín de los Andes es piloto desde hace 15 años. Asegura que “esta pasión por volar tiene que ver con un hobby y por otro lado, por trabajo ya que se puede realizar transfer de personas o por una cuestión paisajística”.

“La tarde del accidente salimos con mi hija y unos amigos de Buenos Aires a hacer un vuelo normal paisajístico cuando, de repente, vi una caída de la potencia del motor. En esa instancia, uno está preparado para sortear el problema y ver qué hacer rápidamente. No hay tiempo”, relató.

«No tuve tiempo de pensar mucho; sólo busqué la seguridad en la ladera de la montaña», dijo el piloto. Foto: gentileza

Dijo que en ese momento, supo que tenía dos opciones. Solo había un camino posible. Por un lado, pensó en dirigirse hacia el valle del pueblo aunqque “era más riesgoso para los que están abajo y para nosotros”: “Tendría que haber buscado una ruta libre y en plena temporada a las seis de la tarde, todo está lleno de gente”. La otra opción era la montaña. “Enfrente mío estaban las pistas de esquí y el cerro ya estaba cerrado de modo que ya no había gente. Busqué la pista del Teta y realicé la maniobra de emergencia”.

Mangiarotti explicó que ante una caída de la potencia del motor, la aeronave “se queda sin fuerza” porque “la hélice deja de empujar”. No es algo frecuente. Por eso, la Junta de Investigaciones de la Aeronáutica se llevó el motor para el desarme y busca el problema.

“La aeronave quedó bastante rota, pero se puede reconstruir. No es como un auto. Es más complejo a nivel técnico y más controlado por parte de los ingenieros de la Anac, pero es posible revivirla”, dijo el hombre de 54 años.

El accidente ocurrió el 8 de agosto. Foto: gentileza

En estos 15 años, nunca le había tocado transitar una emergencia. “Cuando uno hace el curso, se practican emergencias simuladas, pero no tenés la adrenalina, ni los nervios de una emergencia real. Con el diario del lunes, hoy elegiría el mismo lugar y hubiera repetido lo que hice porque no pasó a mayores. Mi hija sufrió un golpe leve en el pecho por el comando y yo, unos cortes en la pera”, señaló.

En el momento de la emergencia, la aeronave estaba arriba del estacionamiento de Chapelco, a 6.500 pies. “Estaba en la línea de descenso a la montaña y aproveché la pendiente para matar velocidad. La pendiente te va acompañando; por eso, el golpe fue leve”, aclaró el hombre de 54 años.

¿Por qué no alertó a sus acompañantes sobre la emergencia? Mangiarotti resaltó que nadie se percató de lo que pasaba hasta que “pegaron contra el piso”. “No dije nada para que mi hija no entrara en crisis y no tener que sortear esa crisis además de lo que ya estaba pasando. Por eso me callé la boca y procedí a la maniobra de aterrizaje de emergencia”, describió.

Por su parte, aseguró que no tuvo tiempo para sentir temor. “En un aterrizaje crítico, hay muchas cosas por hacer. Todo es veloz y muy complejo. No tuve tiempo de pensar mucho; sólo busqué la seguridad en la ladera de la montaña”, recalcó.

Tras el aterrizaje, su hija entró en shock, pero rápidamente fueron asistidos por los patrulleros que detectaron lo que estaba ocurriendo y llegaron al lugar en motos de nieve.

“¿Volvería a volar?”, preguntó este diario. “Mañana mismo -respondió-. En cuanto la Anac me libere el psicofísico de mi credencial de piloto, seguiré volando. Te lo suspenden hasta que se aclara qué pasó”.


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