El misterio de Truquico, la sal y el paso del tiempo en Neuquén

El recuerdo de la mina y el trabajo de arqueólogos de la región sirvió para entender algo de su valor natural e histórico, vigente desde hace miles de años.

Una bolsa de sal por una de trigo, intercambiaban los aborígenes a los españoles, hace cientos de años. La mina de Truquico era por aquel entonces, fuente de ese preciado tesoro natural, la sal de roca, que se extraía a siete kilómetros de Chos Malal y a pocos pasos del río Neuquén.

Truquico es sinónimo de pueblos antiguos y de leyendas, donde la extracción de sal, ante la llegada de los españoles, se volvió clave en la economía de esa región y en la vida cotidiana de los asentamientos humanos, de raíz pehuenche, donde a falta de tecnología para la conservación, el mineral se convertía en una opción eficiente: la relación entre la carne y la sal de esta zona (charqui) lleva entre 800 y mil años de vínculo. También se la usaba como complemento para la alimentación del ganado.

Testigos y herramientas en esa interacción, las hachas salineras fueron el vestigio que quedó de aquellos años de extracción, hoy preservadas en Chos Malal y en Neuquén capital, en el Museo Gregorio Álvarez. «Valvas de río, trozos de tejido, puntas de flecha, semillas de araucaria y otros elementos tales como una suerte de tinaja en la que transportaban la sal», fueron otros objetos que se conocieron durante la recorrida que RÍO NEGRO realizó hasta el sitio en 2004, para conocer lo que escondía la oscuridad en un túnel que desciende hasta unos 40 metros.

Foto: César Izza – Archivo Diario Rio Negro.

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«La mina de sal gema de Truquico fue explotada por los pobladores prehispánicos y preincaicos desde aproximadamente el año 1200 de nuestra era. En túneles excavados extraían la sal con hachas de piedra con mangos de madera. Esta práctica siguió desarrollando con la llegada de los españoles, que necesitaban acceder a esta sal de buena calidad, además de la búsqueda tradicional de oro y plata», postearon en Instagram, citando a la licenciada Carla Manara, con material proveniente de la web «Apuntes UNCo» (Universidad Nacional del Comahue).

Esas mismas hachas sobrevivieron al paso del tiempo justamente, gracias a la sal. Los pobladores de las inmediaciones que trabajaron en la etapa más moderna de la mina, que pasó con el tiempo a manos de Bertoldo Weinmann, o quienes la conocieron por vivir en las inmediaciones, afirman que el aire cargado de yodo y sodio también “espanta microbios y fortalece la salud”.

Foto: Museo Gregorio Álvarez.

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Foto: Archivo Diario Rio Negro.

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“La colección de hachas salineras de Truquico, con mango hecho de madera de Lomatia hirsuta, conocida comúnmente como radal, representa no solo una técnica ancestral de extracción de sal, sino también un testimonio tangible de la habilidad y conocimiento de las comunidades que habitaban la región en tiempos pasados”, destacaron desde el museo capitalino.

La que se destaca en ese aspecto es la técnica del «enmangamiento», que era similar, aunque no igual a la utilizada por guaraníes o guayakíes, según dijo en su momento el arqueólogo Jorge Fernández. Era el resultado de insertar un lito (piedra) en árboles vivos. «El indígena habría excavado el alveolo apropiado en la rama de un árbol viviente, insertando un lito en la oquedad y aguardando a que el crecimiento vegetal completara la tarea de rodear a la piedra«, fue lo que se pudo reconstruir.

Foto: César Izza – Archivo Diario Rio Negro.


Una bolsa de sal por una de trigo, intercambiaban los aborígenes a los españoles, hace cientos de años. La mina de Truquico era por aquel entonces, fuente de ese preciado tesoro natural, la sal de roca, que se extraía a siete kilómetros de Chos Malal y a pocos pasos del río Neuquén.

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